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Análisis

¿Brexit? Mucho más que Brexit

El primer ministro británico, David Cameron.

Como es sabido, se define el Brexit como la salida del Reino Unido de la Unión Europea ("British Exit"), decisión que se somete a referéndum en dicho territorio el próximo 23 de junio. El término parece circunscribir el asunto a los problemas que dicha salida produciría en el propio Reino Unido. 

Sin embargo, las consecuencias reales del Brexit para el Reino Unido y sus 27 socios comunitarios son inimaginables; se trata de un terreno inexplorado y los posibles efectos directos, indirectos y colaterales son múltiples. Y desconocidos.

Los efectos económicos del Brexit no se conocerían en toda su extensión hasta el cierre de los acuerdos entre Reino Unido y sus socios europeos, cuya negociación puede durar hasta 2 años, según el artículo 50 del Tratado de Lisboa, aunque probablemente se extendería mucho más tiempo. No obstante, y sin esperar al cierre de los acuerdos, algunos riesgos inmediatos que afrontaría la economía británica, según muchos expertos, serían una reducción de inversiones extranjeras, la pérdida de valor de la libra frente al dólar y euro, un aumento del déficit comercial, la incertidumbre para dos millones de expatriados británicos que viven en países europeos o, en sentido inverso, para los europeos que viven en Reino Unido y su impacto en el sector servicios británico.

A medio plazo, es imprevisible cómo afectará una potencial pérdida del pasaporte europeo por parte de los agentes financieros de la City. El 40 % del negocio mundial de la City se realiza con países de la UE, cifra que se alcanza principalmente por el hecho de que los operadores radicados en Reino Unido pueden captar e invertir fondos en toda la UE, sin restricciones regulatorias. El Brexit implicaría, en principio, la pérdida de los derechos del pasaporte.

Por otro lado, las principales relaciones comerciales de Reino Unido se realizan con la UE y EEUU, y aproximadamente el 85% de sus importaciones y exportaciones se concentran con 23 países, siendo sus principales socios los países de la UE. Este importantísimo grado de concentración de las transacciones comerciales también se vería irremediablemente afectado por el Brexit.

Un resultado del referéndum a favor del Brexit podría producir un efecto contaminante y generar una cadena de demandas excepcionales

Otro aspecto relevante sería la reacción en Escocia. No puede olvidarse que el Partido Nacional Escocés apoya firmemente la pertenencia a Europa, posición que aparentemente, y según los sondeos, respaldan la mayoría de los escoceses. Si el resultado del referéndum es favorable al Brexit pero, sin embargo, los escoceses votan mayoritariamente en contra de la salida de la UE, es probable una nueva crisis constitucional, y quien sabe si no implicaría, al final del proceso, la desintegración del Reino Unido.  

Pero si importantes son las consecuencias económicas para el Reino Unido y la UE, no menos relevantes serán los trascendentales efectos políticos y estructurales que se podrían producir en las instituciones europeas.

En efecto, no solo en Reino Unido surgen voces contra el proceso de integración europea. Con la reciente crisis de los refugiados han renacido voces críticas sobre el funcionamiento de las instituciones europeas. Es solo un ejemplo más que indica un crecimiento de la eurofobia en algunos países comunitarios. Un resultado del referéndum a favor del Brexit podría producir un efecto contaminante y generar una cadena de demandas excepcionales o solicitudes a la carta de otros países. Un cóctel explosivo para la integración europea. Por el contrario, un no al Brexit en el país más reticente a dicha integración, desincentivaría a otros.  

Un aspecto de gran trascendencia es cómo afectaría el Brexit a los equilibrios de poder existentes. Reino Unido es pieza esencial del equilibrio de fuerzas comunitarias, que se sustenta alrededor de tres grandes (Francia, Alemania y el propio Reino Unido). Esa relación es fundamental para entender muchos de pactos alcanzados en áreas presupuestarias, de justicia, asuntos interiores o de liberación comercial. Por otro lado, a la sombra de esos tres países se alinean otros, como algunos de Europa central o escandinavos cercanos en algunos temas al Reino Unido. El Brexit podría significar una profunda alteración de los equilibrios existentes y un reforzamiento del eje Alemania-Francia, con el riesgo asociado para países como España.

El resultado del referéndum es realmente incierto. La mayoría de la población e instituciones de la UE creen que no existirá Brexit, en la esperanza de que finalmente se impondrá la "cordura" además del conocido pragmatismo británico.

No existe un plan B

Sin embargo, la comunidad económica de Reino Unido es más escéptica y de hecho los sondeos dan un empate técnico, reflejo sin duda del sentir de una parte muy significativa de ciudadanos británicos desencantados, sentimiento que trasciende a ideologías (se da entre votantes conservadores y laboristas) y clases sociales (incluye a capas dirigentes, aristócratas y clases obreras empobrecidas). Mucho se ha escrito sobre las causas del crecimiento de la eurofobia en Reino Unido, señalándose, entre otras, la negativa percepción de la inmigración, la pérdida de soberanía, la excesiva regulación o la burocracia europea. Pero quizás, como síntesis, pueden citarse las palabras de Crispin Odey, fundador de un hedge fund: "Europa nos está convirtiendo en una colonia y nosotros estamos acostumbrados a ser un imperio. No queremos seguir reglas que no hemos decidido". 

Las múltiples e inciertas consecuencias del Brexit y el imprevisible resultado del referéndum está provocando una creciente involucración del "establishment" nacional e internacional en contra de la salida de la UE, siendo buen ejemplo de ello las recientes manifestaciones de la directora general del FMI que valora el impacto del Brexit entre "bastante malo" y "muy, muy malo", y un riesgo importante para la economía mundial, declaración que se suma a otras como las del gobernador del Banco de Inglaterra, el Primer Ministro Cameron o el Presidente Obama.

La realidad es que no existe un plan B por parte de las autoridades comunitarias ni británicas. Tampoco las entidades financieras ni las empresas contemplan por el momento planes de contingencias. Para las empresas, un Brexit trascendería de los efectos macro económicos y deberían revisar sus relaciones privadas y contractuales, pues muchas cláusulas podrán verse afectadas. Quizás merezca la pena anticipar su análisis.

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