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Análisis

La Izquierda Hundida de Garzón

El candidato de IU, Alberto Garzón.

No es sorprendente que las dos izquierdas aparentemente más ideologizadas del país lo único que hayan pactado sea sillones. Ni programa, ni principios, ni proyecto. Nada. Solo cargos y presupuestos. Es lógico. Pertenecen a esa generación que lo tuvo todo fácil, en un sociedad del bienestar con políticos que iban soltando falsedades como las de “sanidad y educación gratis”. Hasta el mismo CIS, que a veces acierta, define al votante tipo de Podemos como joven universitario que no ha trabajado nunca porque piensa que su formación está muy por encima de los empleos y sueldos que ofrecen, y que todo son derechos, mientras que las obligaciones son de otros. Eso sí: luego vas a la Facultad y te encuentras con absurdos carteles que rezan: “¡Fuera empresas de la Universidad!”.

Alberto Garzón Espinosa no era nadie hasta 2011 y hoy quiere ser ministro, como poco

Alberto Garzón Espinosa es justamente un producto de esta situación. No era nadie hasta 2011 y hoy quiere ser ministro, como poco. Pertenecía a esos estudiantes de economía que luego vegetan criticando el capitalismo desde el comunismo confortable de Occidente. Y claro, se afilió a las Juventudes del PCE en Málaga, cuyo reducido número le permitió descollar. El estallido del 15-M le llevó a la Plaza de la Constitución malacitana para aprovechar el tirón político y hacer carrera, lo que logró gracias al respaldo de Juan Torres López, artífice luego del primer programa económico de Podemos junto a Vicenç Navarro. Inspirados por los nuevos aires, Torres y Garzón publicaron en un librito, “Hablan los indignados” (2011), que había que salir de la UE porque “los beneficios del gran capital se benefician netamente del euro” (sic) (p. 24). Ahí quedó eso.

Amanda Meyer, hija de Willy Meyer, eurodiputado de IU que dimitió por tener una sicav luxemburguesa, fue quien metió a su amigo Garzón en la lista por Málaga para las elecciones de 2011. Aquella campaña no estuvo centrada en el programa, sino en su persona. “Sabía juntar letras”, dicen, lo que le sirvió para resaltar sobre sus modestos camaradas. Llegó a Madrid como diputado de provincias, miró a su alrededor, y publicó: “Esto tiene arreglo. Un economista indignado en el Congreso” (2012), donde decía lo de siempre junto a la fraseología del 15-M: la culpa era del capitalismo y de la democracia liberal, de la falta de agresividad del sindicalismo, y de esos socialdemócratas que se comportaban como socialfascistas.

Pero se quedaba corto aquello para el ambicioso Garzón: era preciso “conquistar el cielo por asalto” (Sí, él también). Se apoyó de nuevo en Juan Torres para darse un aire intelectual con la publicación de algunos libros sobre las maldades del mercado, y entró en la panda que luego ha conformado Podemos y que ha estado en los pactos que han acabado subsumiendo IU en ese partido-movimiento. En aquel grupo de meritorios que llevaban el botijo a Cayo Lara estaban Jorge García Castaño, Tania Sánchez, y Pablo Iglesias. La IU de Gaspar Llamazares se les quedaba corta, demasiado aburguesada y complaciente con la democracia. Garzón quedó bajo la protección de Cayo Lara por ser el diputado más joven, porque estaba respaldado por la federación comunista andaluza, y sobre todo por el apoyo del secretario general del PCE, el malagueño José Luis Centella.

La aparición de Podemos en enero de 2014 con viejos militantes de las juventudes comunistas y de IU no fue casualidad

La refundación de IU estaba sobre la mesa desde la X Asamblea Federal (2008), pero había sido un fracaso a la altura de 2013 de la mano de Cayo Lara, quien vetó el ascenso de Pablo Iglesias en la formación. Fue entonces cuando se inició la operación para crear un “movimiento de unidad popular”. La aparición de Podemos en enero de 2014 con viejos militantes de las juventudes comunistas y de IU no fue casualidad. Era el viejo ropaje comunista al que se le incorporaba la fórmula bolivariana: el populismo. “La diferencia con IU –dijo Iglesias aquel año- es que yo sí sé ganar las elecciones”. El laboratorio de todo aquel proyecto era Madrid. Junto a Podemos surgió Ganemos Madrid –más extremistas aún, y en relación con okupas y alternativos-, a imitación del movimiento que en Barcelona encabezaba Colau. Dividida la izquierda, fue el momento en el que algunos dirigentes dinamitaron IU desde dentro, como Tania Sánchez y García Castaño.

Mientras, como si no pasara nada, Garzón había sido elegido secretario general de la coalición con un discurso crítico: IU no estaba a la altura de los tiempos, decía, no era el “instrumento que está exigiendo la gente”, escribió en su libro “A pie de escaño” (2015) (p. 205). Las críticas garzonitas se dirigieron sobre todo a la federación madrileña, donde se cargaron a Gregorio Gordo y Ángel Pérez, que eran un obstáculo para tomar el poder en la organización. Entre crítica y crítica, Garzón reivindicaba la resurrección de Marx y la “Tercera República”, contraponiendo “liberal” a “republicano”, y confundiendo una forma de Estado con la imposición de la Sociedad Nueva socialista. El paso siguiente fue apoyar a los amigos meritorios de 2011, como Tania Sánchez –aquella del “no vamos a entrar en Podemos, no, punto”-, para quebrar IU de Madrid después de ganar las primarias. Sin tiempo para hacer campaña, la vieja coalición desapareció de la capital tras las elecciones municipales y autonómicas de 2015.

La formación populista deja de ser un proyecto transversal para constituir lo que siempre fue: un proyecto comunista

Lo demás es historia conocida: deseo de cargos y hambre de Poder para instaurar su “democracia social”. Pero esta coalición de Podemos e IU le hace un favor al PSOE y a Ciudadanos porque la formación populista deja de ser un proyecto transversal para constituir lo que siempre fue: un proyecto comunista. Es más; la confluencia de ambos grupos, escorándose aún más hacia la izquierda, le hace la campaña a Rajoy, que quiere un escenario polarizado en el que el “fantasma rojo” anime a las desesperanzadas tropas populares y funcione aquello tan triste del “voto útil”. En el camino, la voladura de IU que empezaron a pensar Garzón, Iglesias y compañía en 2013, habrá sido un éxito. Solo quedarán sus diputados europeos y una enorme deuda, la de Izquierda Hundida.

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