Opinión

Los amantes incondicionales de Sánchez

Lo de abolir la prostitución tiene su gracia, quizá deberían haber explicado que pretendían acabar con las prostitutas regalándoles un par de nóminas

  • Mural de un beso entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont -

Hoy he hecho algo insólito, que tengo la seguridad que ningún votante del PSOE ha hecho: he intentado leer el programa electoral que el partido presentó para las elecciones generales de 2023. Y digo he intentado, porque tras leer el índice, lleno de sostenibilidad, resiliencia, igualdad, inclusión y bienestar cada dos párrafos, y luego comprobar que tenía que leer 268 páginas de promesas como “abolir la prostitución”, “la España feminista, ley del reparto del tiempo”, “transparencia y calidad democrática”, me he rendido. Todo, todo, no he conseguido leerlo, se lo reconozco. Es que me generaba una extraña sensación entre risa y rabia. 

Y total, para qué. Para qué tanta redacción y tanta fantasía, si al final nada de lo que prometen los socialistas en ese panfleto se ha cumplido ni se tiene en cuenta. Y si no, que alguien me explique esto, en el punto relativo a la ocupación, página 244: “En particular, se impulsará la reforma Legislativa normativa para garantizar el desalojo de los ocupas ilegales en un plazo máximo de 48 horas” y “Defenderemos la propiedad privada ante estas ocupaciones conflictivas e ilegales”.

Para mí ha sido toda una sorpresa descubrir que el PSOE llevaba en su programa el desalojo de los okupas en 48 horas y la defensa de la propiedad privada. Nada que ver con la realidad, donde se ataca a la propiedad privada, no se protege al propietario, sino al delincuente, y tener más de una casa parece casi un delito, al menos, para Hacienda.

Lo de abolir la prostitución tiene su gracia, quizá deberían haber explicado que pretendían acabar con las prostitutas regalándoles un par de nóminas que paga el Estado con el dinero de todos y adjudicándoles empleos públicos. Aunque, como decía mi abuela, “la que es puta… Es puta. Ejerza o no”.

El partido de Pedro Sánchez nos vuelve a dar una clase de cómo retorcer las palabras. Lo hizo ya transformando una amnistía que era inconstitucional y luego se convirtió en un acto de reconciliación

También es muy simpático el apartado dedicado a la vivienda. Explica con todo detalle de dónde van a sacar decenas de miles de viviendas públicas, teniendo como objetivo llegar a que el 20% del mercado de la vivienda de alquiler sea vivienda pública. A día de hoy, el porcentaje de vivienda pública puesta en el mercado por el PSOE sigue siendo el mismo de siempre: cero. Sin embargo, ahí tenemos a gente protestando, y agrupándose en sindicatos de inquilinos, señalando con el dedo y encarnizando su lucha contra los propietarios que ponen sus viviendas en alquiler, no contra el Gobierno, que promete una cosa y, luego, como siempre, echa la responsabilidad sobre los demás.

Lo que no he encontrado en su programa por ningún lado es la manipulación de la Constitución a su antojo ni la manifestación de la predisposición a ceder ante cualquier chantaje de partidos autonómicos nacionalistas, con tal de obtener el Gobierno del país y mantenerlo.

No hay tampoco un apartado final donde se advierta que todas estas promesas, planes y conceptos ahí expresados pueden no llevarse a cabo, rechazarse y realizar todo lo contrario, según le convenga al señor Sánchez o la opinión que tenga ese día.

El partido de Pedro Sánchez nos vuelve a dar una clase de cómo retorcer las palabras. Lo hizo ya transformando una amnistía que era inconstitucional y luego se convirtió en un acto de reconciliación y lo vuelve a hacer ahora transfiriendo el control de fronteras y la política de inmigración, que hasta anteayer no se podían transferir porque era inconstitucional, ante las presiones del partido de un señor que está fugado de la Justicia.

Y hoy, sin que sirva de precedente y como algo totalmente excepcional, he intentado ponerme en la situación de un votante del PSOE. Meterme en su cabeza, para intentar comprender por qué se sigue aferrando a un partido y a unas personas que nos roban a todos, nos mienten y nos manipulan a su antojo. Creo que lo que le pasa al votante socialista es que no sabe cuándo parar. 

Es una especie de orgullo terco, para el que rendirse no es una opción. Así que empezamos a justificar lo injustificable

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos estado en esa situación en la que sentimos que no va bien, que deberíamos poner fin y darle un giro a todo, empezar de cero. Ya sea en una relación sentimental, un trabajo, un proyecto de negocio… Al final todo son proyectos. Y, sinceramente, creo que todos hemos pasado por esos momentos, alguna vez, en los que nos cuesta tomar la decisión de terminar. A veces pesa mucho el tiempo invertido, el esfuerzo, la fe depositada, los sueños creados, la ilusión y el empeño que hemos puesto para que eso funcionara y, por todo ello, nos cuesta rendirnos, ya que significaría que no ha servido para nada, tanto que hemos puesto de nosotros y lo hemos malgastado con el proyecto equivocado.

Es una especie de orgullo terco, para el que rendirse no es una opción. Así que empezamos a justificar lo injustificable. Puede que llegue un momento en el que se nos acaben las excusas para justificar que nuestra vida no nos satisface y somos unos desgraciados, y ahí es donde se cambian las cosas o se sigue siendo un desgraciado de por vida, con resignación.

El caso de los votantes del PSOE no es muy distinto a los que comienzan un idilio, ya sea porque se han enamorado de lo que les cuenta, es decir, se han creído el programa y sus promesas electorales, ya sea porque mamá les ha dicho que es el indicado, o sea, que es lo que siempre se ha votado en casa. Ahora solo queda comprobar si son capaces de poner fin a un idilio basado en el engaño o van a seguir mirando para otro lado y llevando los cuernos con toda la dignidad que pueden encontrar en las palabras: “por lo menos no gobierna la derecha”, que viene a ser algo así como “por lo menos no soy una solterona”.

Hay rupturas que llevan demasiado tiempo y relaciones que deberían terminar pero que nunca se acaban. Lo malo de este idilio sin fin, en el que sus votantes le perdonan todo a Sánchez, es que nos cuesta el país.

Supongo que es lo que pasa cuando uno vota por amor, por fidelidad, por costumbre o por ignorancia y no entiende que la política no es cosa de sentimientos, sino de razón. Sí, sí, lo sé, tú es que eres socialista. Pues ánimo con ello.

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