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Opinión

Aluche

Un cuarto de siglo después, 'Rai' y sus colegas en la película 'Barrio' ya no sueñan con montarse en la mítica moto de agua de sus sueños... solo hacen cola para conseguir una bolsa de comida gratis

Cientos de vecinos de Aluche hacen cola para conseguir una bolsa de comida

Aluche es uno de esos lugares de Madrid que Fernando León de Aranoa retrató magistralmente en su laureada película Barrio (1998) ¿Recuerdan? Mítico cartel en el cual se veía una moto de agua posando entre infraviviendas construidas en los años 60 para albergar la primera ola de inmigrantes de la posguerra; castellanos, andaluces, extremeños o gallegos en busca de un futuro mejor. 

La quimera para los hijos de esa España de extrarradio presta a imbuirse en la desdichada burbuja del ladrillo fue hace veinte años una moto de agua sobre el asfalto ardiente que todos los julios pisan miles de españoles sin playa. José María Aznar llevaba dos años en el Gobierno, tras catorce de Felipe González y socialismo, las terrazas y las playas a reventar... La vida nos sonreía.

Pues bien, apenas queda nada del sueño rico de los más pobres en aquel país propietario de hipotecas y donde el dinero -a crédito- corría a raudales. La brutal crisis de 2010 nos obligó a empeñar la moto y algo más, y esta maldita "hibernación" económica, el coma inducido en el organismo enfermo que es España, amenaza con despertarnos a todos en cueros.  

Hoy Rai, el inolvidable adolescente que interpretó Críspulo Cabezas, y sus colegas tienen 40 años y hacen horas de cola en un dispensario social con la cabeza tapada para no ser reconocidos, a la espera de coger una bolsa de comida que disimule el hambre. Nunca dejaron de ser pobres como ratas, cierto, pero ni soñar pueden en este 2020; solo elegir entre sufrir por coronavirus o por inanición para asombro de tertulianos que no salen de la M-30.   

Estamos tan preocupados por que no nos alcance el virus... que nos ha alcanzado el hambre; tan atemorizados por algo con lo que llegamos a bromear y ahora somatizamos, que no nos damos cuenta del desastre

Con suerte, habrán logrado saldar la hipoteca de una de esas colmenas de hasta 15 alturas o estarán a punto de hacerlo, pero ni la más remota esperanza tienen de disfrutar un fin de semana en Gandía, la playa de Madrid. Bastante con sobrevivir a lo que hay y a lo que viene. Sí, lo que viene... que no sé por qué tengo la sensación de que en esta España hibernada nadie quiere darse cuenta del cataclismo económico y social que se avecina.

Estamos tan preocupados por que no nos alcance el virus, que nos ha alcanzado el hambre; tan atemorizados por algo con lo que llegamos a bromear incluso y ahora hemos somatizado, que no nos damos cuenta del desastre; y de que, cuanto más tardemos en despertar a todos los niveles más gente hará cola en los muchos Aluches de este país mitad estupefacto, mitad resignado, incrédulo ante lo que le está pasando.

Ni el virus era cosa solo "de los chinos" ni solo hay hambre en Venezuela o en África; también en esta Europa del sur apegada a ese supuesto dolce far niente y a ese Spain is different 8.0, que nos puede llevar al caos. Nuestra economía exporta el 35% de lo que produce y no tengo ninguna duda de que fuera de nuestras fronteras hay otro tipo de colas más provechosas para sus protagonistas, proveedores de bienes y servicios, prestos a sustituir a las empresas españolas... si no lo han hecho ya. 

Como no nos movamos en semanas y tras el desplome de recaudación, ¿de dónde va a sacar el Estado salir los miles y miles de millones de euros que nos están costando los ERTEs -muchos de ellos lamentablemente carne de ERE en julio- y el Ingreso Mínimo Vital que prepara el Gobierno? Yo se lo digo: de una deuda pública que el Tesoro ahora coloca bien en el Mercado, pero no cesará de crecer para lastre nuestro y de nuestros hijos en las próximas dos décadas, cual enorme bola de nieve.

Mientras no proporcionemos a 'Rai' y los suyos una caña con la que pescar peces sin esperar a que se los den en una bolsa, esto es lo que nos espera: Penuria

Mientras miles de empresas vayan a la quiebra o a concurso de acreedores por no poder abrir ahora, o en junio porque se les pasó el arroz, mientras no proporcionemos a Rai y los suyos una caña con la que pescar peces sin esperar a que se los den en una bolsa, esto es lo que nos espera: Penuria. Y de ella seremos responsables, todos ante la historia.

El primero, Pedro Sánchez, al que su colega de partido, el presidente valenciano Ximo Puig, se ha atrevido a pedirle más "certidumbre" y menos cálculo electoral de responsabilidades políticas. Más igualdad de la real, de la de verdad, aquella que dice que, a iguales ratios sanitarias, Granada, Málaga o Castellón son tan acreedoras de estar en Fase Uno como Vizcaya; aunque su lendakari, el peneuvista Íñigo Urkullu, aporte seis votos cruciales en el Congreso para que el presidente del Gobierno duerma tranquilo.

Sí, hace falta que nos pongamos en marcha ya todos, gobiernos, empresas, ciudadanos, y que la Covid-19 deje de paralizarnos; que sea un riesgo más, grave, al que plantar cara para poder vivir Sin miedo, como canta Rosana... Nos lo debemos y se lo debemos a los hijos de Rai, que tienen derecho a volver a soñarse sobre una moto de agua surcando el Mediterráneo.

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