Opinión

Algunas patrañas sobre el cambio climático

Activistas arrojan petróleo sobre un cuadro de Klimt en un museo de Viena
Activistas arrojan petróleo sobre un cuadro de Klimt en un museo de Viena. Letzte Generation Österreich.

Pocas frases son más ciertas e imperecederas, al menos en la cultura cristiana-occidental, en la que la verdad -como se sostenía recientemente en esta columna- ”es el núcleo de nuestra identidad y cultura”, que la que del título.

Las pasadas elecciones demostraron a Sánchez que tal proverbio le ha sido de aplicación, como ya está comenzando a suceder en el ámbito -tan de moda- del cambio climático. Tras décadas sometidos a la dictadura mediática de todo tipo de instituciones, mayormente asociadas a la ideología sepultada con la caída del Muro de Berlín, y también otras temerosas del que dirán progresista, comienzan a salir a la luz –algo muy propio de las sociedades abiertas- ensayos y sobre todo libros “de autor” que con sumo rigor científico y datos en la mano refutan, una por una, las barbaridades propagadas por informes institucionales –colectivos, sin identidad ni responsabilidad personal- muy del gusto de las ideologías colectivistas.

Dando por sentado que el cambio climático es una mera tautología, se trata de discernir acerca de: el alcance del cambio en los últimos tiempos, cuan antropogénico -debido a la acción humana- resulta ser y las eventuales medidas que hay que adoptar para -en todo caso– propiciar un mejor y sostenible medio ambiente.

Entre los últimos libros de autor que se han publicado, resulta especialmente relevante el titulado -en su versión española-: El clima, No toda la culpa es nuestra (2021) del científico norteamericano Steven E. Koonin. Sin ser exhaustivo, nos recuerda el autor unas cuantas y muy sonadas mentiras climáticas propagadas por medios de comunicación muy reconocidos:

  • “Las ciudades europeas quedarán sumergidas por la elevación del nivel del mar y Gran Bretaña se verá sumida en un clima siberiano para 2020. Publicado en The Guardian, 2004. (Sin comentarios)
  • Una Estatua de la Libertad medio sumergida en las aguas fue la llamativa imagen de portada del número de septiembre de 2013 de la revista National Geographic. (De acuerdo con los registros del nivel del mar, ha subido a una tasa promedio de 30 cm por siglo desde 1855. A este ritmo las aguas van a tardar más de 20.000 años en subir y amenazar con tragarse a la pobre Lady Liberty)
  • En agosto de 2019 de The New York Times publicó un artículo titulado: ”El cambio climático amenaza el abastecimiento de alimentos en el mundo, según las Naciones Unidas”. (Los datos disponibles a partir de 1961 nos dicen que el abastecimiento per cápita de aceites vegetales y carne se han incrementado en más del doble y el de calorías alimentarias ha subido aproximadamente en la tercera parte).
  • The Washington Post publicó que “el calentamiento del planeta ha hecho que sea cada más difícil ignorar este problema, ya que el reguero de desastres relacionados con el clima es más largo cada año que pasa”. (Los datos de que dispone la ciencia no apoyan en absoluto que haya más desastres relacionados con el clima cada año que pasa).

A estas mentiras de patas cortas reseñadas en el citado libro, cabe añadir entre muchas otras, las tres portadas de la revista TIME que en los años setenta del pasado siglo anunciaban -con fotos– una edad de hielo, para en este siglo anunciar lo contrario: una edad de calor. DER SPIEGEL, BILD, y muchos otros medios de comunicación siguieron la misma estela

Entre quienes dan lugar a estas mentiras, selecciona Koonin a:

  • Paul Watson co-fundador de Greenpeace: “No importa lo que es verdad, solo importa lo que la gente cree que es verdad”.
  • Timothy Wirth, presidente de la fundación de la ONU: “Aunque la teoría del calentamiento global fuera errónea, es lo que debe hacerse en aras de la política económica y medioambiental”.
  • Tedros Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud: “El cambio climático ya nos está matando”. (Una vergonzosa manipulación y especialmente perniciosa viniendo de la cúpula de la OMS)


Un muy socorrido argumento a favor del apocalipsis climático es el “consenso” científico, una barbaridad semántica que pretende democratizar la ciencia: la verdad científica no respondería a su razón epistemológica de ser –hipótesis claramente formuladas y empíricamente contrastables cuyas predicciones se cumplen siempre– sino a una subjetiva contabilización de opiniones de un cierto número de artículos supuestamente científicos. Por cierto, Koonin afirma con evidente fundamento que: “Jamás se ha concretado exactamente en qué se supone que está de acuerdo el 97 % –el consenso- de los científicos”. Y si nos molestamos peguntando por ello a la inteligencia artificial del Chat GPT, la repuesta no pude ser mas inconcreta.

El más grande y secular –jamás igualado- consenso de la historia establecía que el sol giraba alrededor de la tierra: hasta que Nicolás Copérnico planteó una hipótesis contraria, luego ratificada empíricamente por Galileo, según la cual sucedía lo contrario.

A cualquier lector –como el firmante- de libros de epistemología de la ciencia -entre ellos los de Karl Popper- le resultará imposible encontrar en ellos la palabra “consenso”. Solo Thomas Khun, en su reputado libro sobre la sociología de la ciencia: La estructura de las revoluciones científicas (1962), indagó el fenómeno -que denominó para siempre– “paradigma” para señalar que los intereses creados de determinados colectivos científicos podían retrasar los avances de la ciencia.

Hasta aquí se han puesto de manifiesto las inconsistencias lógicas, supuestamente científicas, de los propagandistas del cambio climático antropogénico. Vemos ahora que nos dice con argumentos probadamente científicos Koonin:

“La ciencia del clima está mucho menos avanzada de lo que yo creía:

  • El ser humano ejerce una influencia creciente, aunque pequeña sobre el calentamiento climático
  • Los resultados de los numerosos modelos climáticos que se emplean no concuerdan entre sí
  • Los comunicados de prensa y los resúmenes oficiales de los gobiernos y de la ONU, no son fiel reflejo de los resultados de los informes originales
  • La capacidad actual de la ciencia no es suficiente para hacer proyecciones válidas de cómo cambiará el clima en las próximas décadas y mucho menos del efecto que nuestras acciones producen en él.
  • La tierra se ha calentado durante el último siglo, debido en parte a fenómenos naturales, y en parte a la creciente influencia humana. Esta influencia humana, debido sobre todo al CO2 tiene un efecto pequeño. Nuestras observaciones y conocimientos son limitados y por ello insuficientes para cuantificar de forma válida, como responderá el clima a la influencia humana y cómo varía la forma natural.
  • La influencia humana se ha multiplicado casi por cinco desde 1950 y el planeta ha experimentado un modesto calentamiento”.

La claridad expositiva y la modestia intelectual – que tanto ponderaba el epistemólogo Popper– que caracterizan a este solvente científico con voz propia -no escondida en colectivos ni consensos- dejan las cosas claras; mientras que sus “verdades” -siempre provisionales en la ciencia- se proyectan constructivamente hacia el futuro bajo el siguiente lema: “La adaptación será nuestra principal respuesta”:

  • La adaptación es agnóstica: El ser humano lleva milenios adaptándose a los cambios en el clima y durante la mayor parte de ese tiempo ha logrado adaptarse sin tener ni la menor idea de qué cosa podría estar causándolos.
  • La adaptación es proporcional. Modestas medidas iniciales pueden ir reforzándose según vaya cambiando el clima.
  • La adaptación es local. No exige el consenso, el compromiso ni coordinación globales.
  • La actuación es autónoma. Es lo que la sociedades hacen y llevan haciendo desde que la humanidad las creó. (Los holandeses y sus diques)
  • La adaptación es eficaz. La sociedades han prosperado en entornos que se extienden desde el ártico hasta los trópicos.

Preguntado el Chat GPT sobre los libros recientes de autor a favor del cambio climático antropogénico, su respuesta es que casi todos ellos están escritos por periodistas; mientras que los escépticos son todos de acreditados científicos. ¿De quién fiarse más?