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Opinión

Algo sabrá hacer el chico

Desde Génova mandaron que se le buscase algo, cualquier cosa, para pagarle la traición a Ciudadanos

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Toni Cantó. EP

Pero hombre, vamos a ver, ¿eh? Vamos a ver el asunto tranquilamente, porque no hay nada en esta vida que no tenga arreglo si se le pone buena voluntad. Este muchacho tiene que saber hacer algo. Todo el mundo tiene alguna habilidad, por pequeña que sea, y el chico (que ya no lo es tanto: tiene 56 castañetas) no va a ser una excepción. Pues pensemos.

Está claro que lo de la “Oficina del Español” ha sido un error. Inventarse una mamandurria de carácter unipersonal para convertir a Madrid en capital de la lengua española viene a ser lo mismo que si los franceses se sacan de la manga un negociado para convertir a París en capital de Francia. Mire usted, es que ya es capital de Francia, no es necesario insistir en eso, nadie lo discute, no hay que gastar un euro en ello, ¿sabe? Pues esto es igual. La salud del idioma español en Madrid es, por fortuna, buena, y si acaso no lo fuese ya andan por ahí unas cuantas instituciones, Academias, Institutos, incluso Ministerios enteros que se preocuparían del asunto. No hace falta más.

¿Tiene este muchacho especiales habilidades o conocimientos de nuestro idioma común? Pues no, no los tiene; ya ha demostrado que su sintaxis no le garantizaría el aprobado en Bachillerato, por lo menos en el que yo estudié. En cualquier caso, eso es lo de menos. Al muchacho no lo han nombrado para esa ocurrencia, precisamente para esa, por sus notorias aptitudes lingüísticas. No tiene nada que ver. Como demostraba aquí el otro día Alberto Pérez Giménez, se trata de una jugada rencorosa. Génova, que es tanto como decir “el jefe”, se empeñó en colar al rapaz en las listas electorales de Madrid, cuando a Ayuso ni le hacía falta ni lo quería para nada. Al final no entró por una cosilla legal, algo del padrón, una bobadita; pero desde Génova mandaron que se le buscase algo, cualquier cosa, para pagarle la traición a Ciudadanos. Porque Roma, es sabido, no pagaba traidores. Pero en Génova tienen otras costumbres.

Una venganza, un mordisco

Y el mefistofélico Rodríguez, la cabreadísima mano que mece la cuna de Ayuso, buscó no ya un acomodo discreto y de poco trajín, que era lo que se le exigía, sino un estrépito como ese de la “Oficina del Español”, tan llamativo que iba a echar cuesta abajo dos carros ardientes de carcajadas y tres de indignación. Así ha sido. La ciudadanía se ha (con perdón por la expresión) descojonado no de Ayuso, que ahora mismo es Leonor de Aquitania y hace, según su repetida expresión, “lo que le da la gana”, sino del impúdico muchacho. Y, naturalmente, de quien, desde Génova, todavía ha podido obligarla a buscarle un puestucho a ese saltimbanqui. Ha sido una venganza, pues. Un mordisco de la presidenta ­–y futura presidenta– al presidente y futuro expresidente. Marcar territorio se llama eso en los documentales de animalitos que salen por la tele.

El resultado ha sido el que tenía que ser: si nadie lo remedia, el chaval está cobrando su último sueldo del dinero público, porque se ha quemado como una pavesa

Y sucedió lo que estaba previsto: que el ambicioso zagal, desprovisto ya hace tiempo de toda capacidad de sonrojo, no vio la jugada en la que él no era sino un peón arrojadizo entre rivales políticos de verdad; y se creyó, el muy pánfilo, que todo era cierto, que le querían para promocionar y “proteger” el idioma español en Madrid, que viene a ser lo mismo que si te contratan para sembrar trigo en medio de un trigal. El resultado ha sido el que tenía que ser: si nadie lo remedia, el chaval está cobrando su último sueldo del dinero público, porque se ha quemado como una pavesa y a ver quién lo contrata a partir de ahora como no sea para subir los cafés al señorito. Parafraseando a Rossini en El barbero de Sevilla: “Il meschino deriso, avvilito, calpestato, sotto i pubblico flagelo per gran sorte va crepar”. El pobrecillo burlado, envilecido, pisoteado, bajo el azote público podrá considerarse afortunado si muere.

Ah, pero los errores están para corregirlos. Quizá todavía se pueda hacer algo. Siempre cabe la esperanza de que el mozo vuelva a cambar de partido, algo en lo que ya tiene más que sobrada costumbre; pero mientras tanto habría que buscarle un despachito algo más discreto. Pensemos.

Lo del idioma español era absurdo, pero ¿y el malgache? ¿Por qué no? A ver, ¿cuántos madrileños hablan malgache? Unos ocho o diez serán, tirando por arriba. ¿Es eso justo? Sin duda, no. El malgache es un idioma muy bonito que habla mucha gente en Madagascar, isla hermosa donde las haya. ¿Tiene nuestro desvergonzado candidato conocimientos de malgache? Seamos justos: alguno menos que los que tiene de español. Pero le sobra tarehy mafy, que es como se dice “cara dura” en malgache, así que puede funcionar: se le nombra Defensor del Malgache en la Comunidad de Madrid, se le pone un despachito sin ventanas con una mesa, una silla, un montón de crucigramas y un ordenador que tenga traductor de Google, y hala, a vivir. Y al que se queje, se le llama racista. Asunto resuelto.

Elementos tóxicos

Lo del teatro… Mmm, mejor no. Ha participado en obras importantes como Hamlet, La Orestiada o las Comedias bárbaras, pero solo porque el director bebía los vientos por aquella cara bonita (que, además de dura, la tiene bonita). Pero ¿por qué no los disfraces? ¿Eh? El muchacho acaba de salir en televisión, en un concurso absurdo que se llama Mask Singer. Cantaba medio en inglés, pero lo genial era que iba metido en un espectacular disfraz de camaleón. Solo al final se sabía quién era. De camaleón, ¿se dan cuenta? Ha cambiado de partido casi tantas veces como Tania Sánchez (que va por el cuarto) ¡y lo disfrazan de camaleón! ¿Qué tal una Subdirección General de Atuendos para Eventos Ocasionales? ¿O una tiendecita bien subvencionada en la calle de Tetuán, junto a la casa-museo del ratoncito Pérez?

Hay más posibilidades, no se crean. Quizá delegado del Gobierno Regional para la Recuperación Psicológica de Miguel Bosé, que ya se conocen y en su día se llevaron muy bien. O bien algo con animales, ¡seguro que le gustan los animales! ¿Por qué no subdirector general para la protección en Madrid de la cobra real (Ophiophagus Indah) o de la víbora de Russell (Vipera Marhuendii)? Claro que en ese trabajo tendría que tratar con elementos tóxicos y/o venenosos, pero caramba, ¡de algún modo tendrá que justificar lo que le paguen!

Destino de larga duración

Arcipreste de Cloacas y Pozos Negros en la Puerta del Sol… Vicesecretario General para la Defensa de la Ética política regional… Asesor de la empresa que elabora el medicamento Keledén (adminístrese por vía rectal), tan útil en el trato entre políticos, no siempre fácil… Relaciones públicas de discotecas regionales, que fue por donde empezó… Director ejecutivo de Impenetrabilia S. L., empresa que fabrica hormigón armado para rostros de servidores públicos… O el mejor de todos: piloto del Curiosity, el vehículo que investiga la superficie de Marte. Este es, con toda probabilidad, el destino que desearía para él Miguel Ángel Rodríguez. Y tiene la ventaja de que es de larga duración, no se puede dimitir…

O bien, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud y ponerle al frente de un chiringuito en la Casa de Campo, por ejemplo? Pero un chiringuito de verdad, con sus calamares y sus gambas al ajillo y su sangría y sus fotos de toreros en la barra. Si no se le da bien eso…

No sé, ¿a ustedes qué se les ocurre? Algo tiene que haber que sepa hacer bien este jeta, caramba. No hay más que pensarlo despacio.

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