Opinión

Análisis de medios

Alfonso Pérez es acribillado por decir la verdad: no todo el mundo debe cobrar igual

El exfutbolista Alfonso Pérez Múñoz. EP

La situación es la siguiente: usted puede decir lo que considere oportuno, pero los inquisidores contemporáneos se reservan el derecho a destrozar su vida si sus opiniones les parecen inapropiadas. Usted goza de libertad de expresión, en cuanto a que nadie le ha cerrado la boca con un candado, pero aténgase a las consecuencias si emite algún sonido, dado que los torquemadas del siglo XXI podrían destrozar su reputación e incluso llevarle a los tribunales. Quizás desconozca el caso de Lidia Falcón, la histórica líder feminista. Hubo un día en que osó cuestionar al 'lobby trans' y su visión sobre la infancia. A las pocas semanas, estaba declarando ante la Fiscalía.

Alfonso Pérez Muñoz también habrá escarmentado. El estadio del Getafe C.F. ha llevado su nombre y su apellido desde 1998 hasta el pasado 4 de octubre. A principios de esta semana, el aludido concedió una entrevista al diario El Mundo y aseguró lo siguiente: “Me parece muy bien que las mujeres tengan su espacio y sus derechos, como creo que tienen actualmente y desde hace bastantes años. Hay mujeres trabajando en todos los cargos de grandes empresas y nadie les cierra ya puertas. Pero creo que no puede ser equiparable para nada el fútbol femenino y el masculino porque todo va en función de los ingresos que generes y de la repercusión mediática”.

El exjugador expuso lo obvio. Es decir, lo que debería considerarse como una perogrullada en un país en el que las escuelas transmitieran más conocimientos económicos y menos proselitismo ideológico. Si eso fuera así, no habría tantos zoquetes y no sería necesario explicar que cualquier actividad empresarial resultaría inviable si quienes están involucrados en ella perciben más dinero del que generan. Es evidente que si el fútbol femenino atrae menos a la audiencia que el masculino, las retribuciones de sus jugadoras serán menores. Del mismo modo, si la repercusión de sus partidos es mayor que las de las balonmanistas, las futbolistas ganarán más dinero.

La estúpida filosofía de la igualdad

Esta filosofía podría resultar injusta para los más débiles o desfavorecidos. Por eso, existe el consenso de que un Estado del bienestar ajustado es necesario para garantizar cierta prosperidad. El problema es que ese pacto social se ha enturbiado como consecuencia del concepto de la igualdad, pregonado por políticos como Yolanda Díaz e Íñigo Errejón, que constituyen el más claro síntoma de que esta sociedad está enferma de ignorancia y es capaz de apedrear a quienes, como Alfonso Pérez, expresan las verdades más evidentes.

Porque la 'igualdad', tal y como la conciben estos portavoces políticos, conduce irremediablemente a la decadencia. Entre otras cosas, porque no sería justo ni equitativo que todos los miembros de un sector o una organización ingresaran el mismo sueldo. De hecho, conduciría a la ruina. Los más aptos y trabajadores se desmotivarían y los vagos y los inútiles se comportarían con la inconsciencia y la altanería de quienes reciben más premio del que les corresponde. Eso provocaría que los segundos sometieran a los primeros. Ahí radica la gran disfuncionalidad de las sociedades socialistas y de las organizaciones mal gestionadas, donde los talentosos acaban por asumir la desolación como la opción más correcta, como Bartleby, el escribiente.

Por eso, el mensaje de Alfonso Pérez es tan acertado, porque en realidad se ciñe a las reglas más básicas del mercado. Las más lógicas y racionales. Su discurso es similar al que pronunciaron en su día Roger Federer y Rafael Nadal después de que las tenistas iniciaran maniobras para tratar de ganar el mismo dinero que los hombres. "Si no generan lo mismo dinero, ¿cómo van a ganar igual? Lo mismo podría afirmar un futbolista del Real Madrid de fútbol al comparar sus emolumentos -muy superiores- con los de la estrella de la sección de baloncesto. Eso sí, en ese caso, el precio que pagaría por su opinión sería menor, al dirigirse a otro hombre. Es lo que ha provocado la hidra feminista, que los argumentos razonables sean más peligrosos de sostener si señalan los errores de esa ideología que si los celebran. Si las catequistas de la igualdad defendieran hoy que la Tierra es plana, lo más cómodo sería aceptarlo sin rechistar.

Si las catequistas de la igualdad defendieran hoy que la Tierra es plana, lo más cómodo sería aceptarlo sin rechistar.

Alfonso denunció una reivindicación irracional y la alcaldesa de Getafe y sus socios de la izquierda municipal se unieron para quitar su nombre al estadio de fútbol de su ciudad. Tardaron tan poco y actuaron con tanta seguridad que aquello recordó al procedimiento por el que se desarrolla un juicio sumarísimo. Al veterano jugador del equipo, Jaime Mata, le preguntaron hace unos días por esta polémica y afirmó: “Estoy en contra de cualquier acto machista”. Qué duda cabe que hacen falta valientes para contrarrestar el autoritarismo de esta izquierda woke. Pero la verdad es que las declaraciones del jugador fueron acertadas. De lo contrario, vaya usted a saber lo que le hubiera ocurrido. Ante la infamia que nos rodea, muchas veces lo mejor es callar y guardar el tipo.

Habrá quien considere que este tipo de castigos son necesarios para garantizar una sociedad más justa. Quien firma estas líneas cree que el 'revisionismo nominativo' derivado de la cultura de la cancelación es tan peligroso como irracional. Y quizás no tanto para los afectados como para las miles de personas que decidan que la mejor forma de evitar disgustos es no opinar sobre la sinrazón del feminismo pre-revolucionario español. Aunque sus argumentos sean legítimos y acertados. ¿Recuerdan aquello de que “con Franco se vivía bien si no te metías en política”? Cuántos pasos hemos retrocedido en el camino y qué pocos medios se atreven a poner el foco en este asunto.