Opinión

Aislar a los extremos

Podemos inicia este viernes el proceso para relevar a Pablo Iglesias
Ione Belarra y Pablo Iglesias. Europa Press

Siempre se podrá discrepar de lo que digo a continuación. En mi opinión, lo más transcendente que hemos hecho los españoles en estos últimos cincuenta años fue el proceso de pasar de una dictadura de casi cuatro décadas a una democracia que ya dura algo más que el funesto régimen franquista.

Solo los muy bobos, los que no lucharon contra el franquismo o los muy ignorantes, hoy siguen acusando a la izquierda de entonces de no haber llegado más lejos a la muerte del dictador

La llamada Transición se fraguó entre los ganadores y los perdedores de la guerra civil; entre quienes gobernaban la dictadura y quienes eran perseguidos. Fue posible, entre otras razones, porque los de la orilla derecha y los de la izquierda dejaron fuera de las negociaciones a sus respectivos extremos. La derecha ignoró las apetencias de aquellos grupos que pretendían que continuara el franquismo sin Franco. La izquierda dejó fuera de juego a los que exigían realizar un proceso político y penal al franquismo para enlazar el nuevo tiempo con la II República española. Los ultras de la derecha parecían ignorar que la sociedad española de 1976 no era la exaltada de los años 40 y 50 del siglo pasado. La clase media deseaba progresar y abrir sus expectativas con un sistema político que no provocara el rechazo que seguía provocando la dictadura. Los ultras de la izquierda no habían tomado el pulso a la sociedad española de aquellos años setenta. Solo los muy bobos, los que no lucharon contra el franquismo o los muy ignorantes, hoy siguen acusando a la izquierda de entonces de no haber llegado mucho más lejos a la muerte del dictador. Ni se tenía la fuerza suficiente para hacerlo ni se quería llegar más lejos de donde se llegó. Por primera vez, se redactó una Constitución que fue aceptada por la inmensa mayoría de los españoles.

Los extremos nunca han resultado beneficiosos para la convivencia política y ciudadana. España ha avanzado y progresado cuando los extremos no tuvieron el poder de destruir los puentes que permiten la comunicación entre políticas diferentes. Tender pasarelas sería la obligación de quienes no deberían pasar a la historia como la generación que volvió a dividir en bloques irreconciliables a los españoles.

Los comunistas siempre han sido anti socialistas por la sencilla razón de que la socialdemocracia les rompía el famoso esquema leninista de clase contra clase

En el año de 1921, tras el tercer Congreso extraordinario del PSOE, cuando se negó la inclusión del Partido Socialista en la III Internacional Comunista, provocando la salida de algo más de seis mil afiliados de los quince mil que tenía el PSOE en ese tiempo, para fundar el Partido Comunista de España (PCE), Pablo Iglesias, que defendió la no incorporación a la Internacional Comunista, entre otras razones para no obedecer la tesis del Partido Comunista de la Unión Soviética, manifestó que su partido era socialista, independiente, libre, democrático, desobediente y anticomunista. De la misma manera, los comunistas siempre han sido anti socialistas por la sencilla razón de que la socialdemocracia les rompía el famoso esquema leninista de clase contra clase. Se suponía que la clase obrera estaba representada por los comunistas, pero solo se suponía, porque en los países democráticos esa clase obrera prefería votar socialdemocracia.

Las compañías que ha tenido el Partido Socialista en esta última legislatura, los rupturistas, los independentistas, los anti-constitucionalistas y comunistas han desconcertado a sus votantes clásicos

La bajada de votos en el PSOE tiene mucho que ver con ese anticomunismo que ya predicó Pablo Iglesias. Los socialistas españoles tuvieron su Bad Godesberg en el 28 Congreso Federal extraordinario, donde abandonaron el marxismo y abrazaron definitivamente el constitucionalismo que destilaba la Constitución de 1978. Las compañías que ha tenido el Partido Socialista en esta última legislatura, los rupturistas, los independentistas, los anti-constitucionalistas y comunistas han desconcertado a los clásicos votantes socialistas.

A esa confusión se le suma el falaz procedimiento de elección de dirigentes que impide la convivencia de mayorías con minorías para que el poder de esos dirigentes pueda y deba ser controlado y debatidas sus propuestas y su estrategia. El silencio que se ha guardado por la militancia socialista, bajo la trampa de no hablar para no hacerle el juego a la derecha, ha sido llenado por quienes han hecho llegar sus voces a las vísceras de quienes han visto descender su nivel de vida. No creo que los más de un millón seiscientos mil votantes que han preferido a Vox en las recientes elecciones municipales estén de acuerdo con los contenidos de las declaraciones que hacen los dirigentes de Vox, en relación con el feminismo, el racismo, la homosexualidad, etc.

Creyeron que en la España del siglo XXI ya no cabía el desprecio a la mujer, a los homosexuales, a los de otro color de piel

Si algunos cientos de miles de ciudadanos votan a quienes dibujan ese modelo de sociedad, es porque la izquierda y la derecha liberal vivían en una alegre confusión. Creyeron que en la España del siglo XXI ya no cabía el desprecio a la mujer, a los homosexuales, a los de otro color de piel, y que quienes defendieran esas propuestas estarían muertos políticamente.

La democracia es el único sistema en el que el resultado electoral es responsabilidad exclusiva de los ciudadanos. Ojalá que las elecciones del 23 de julio sirvan para volver a los puentes y al entendimiento, dejando sin sitio a los extremos.