Opinión

Acabar con Vox

El choque entre PP y Vox merma la unidad de acción contra la amnistía: “Abascal se equivoca de adversario”
El líder de VOX, Santiago Abascal, interviene en el debate sobre la ley de amnistía. Carlos Luján/Europa Press

Hace años que se veía venir, pero como va a toda velocidad el cambio de régimen en el que estamos inmersos en esta legislatura constituyente, la ilegalización de VOX ya no parece una teoría de la conspiración, que es como denominan los medios del pienso a todo lo que no son capaces de entender para que nadie lo pueda explicar. Sino que ilegalizar al partido de Santiago Abascal se ha vuelto una petición coordinada por socialistas y «moderados centristas liberales» desde la dirección del diario El Español. El mismo día en el que la ley de amnistía a golpistas, malversadores corruptos y terroristas llega al Congreso de los Diputados a manos del PSOE, su portavoz Patxi López anuncia que acudirán a uno de los departamentos que controlan, la Fiscalía, para que tome medidas contra Santiago Abascal acusándole de un delito por incitación al odio.

El histrionismo de la perfecta maquinaria mediática de dominación socialista, engrasada con dinero público, ha dictado sentencia para acabar con VOX y sacarlo de las instituciones, de la legalidad y de todo espacio público.

No hay duda del escozor que ha provocado en la cateta progresfera la visibilización del líder de VOX en Argentina como líder internacional de importancia e influencia. Su presencia nada secundaria en la toma de posesión de Javier Milei ha dejado en evidencia las ausencias y la irrelevancia de Sánchez y Núñez Feijóo, (Feiwho?) que ni felicitó a Milei por su victoria histórica contra el kirchnerismo. Supongo que no quiere ser relacionado con gente que gana elecciones al socialismo y acaba siendo Presidente. Muchos no entienden que para que un antisistema como Milei llegue a la presidencia, antes ha tenido que desfilar por las calles con una motosierra sin miedo a la verdad.

Una frase popular, coloquial en una entrevista al diario Clarín donde Abascal enumeraba las tropelías y abusos de Pedro Sánchez contra un pueblo que «un día se cansará y querrá colgarlo de los pies». Nadie se inmutó en Argentina, donde se habla español, a diferencia de las escuelas en muchas autonomías de España, porque se entiende la expresión coloquial. El histrionismo de la perfecta maquinaria mediática de dominación socialista, engrasada con dinero público, ha dictado sentencia para acabar con VOX y sacarlo de las instituciones, de la legalidad y de todo espacio público mientras se mete a bilduetarras y golpistas. Una estigmatización propia de incitación al odio. Acusan a la víctima del delito que sufre.

La ley de amnistía es la primera de las leyes habilitantes del nuevo régimen no democrático y plurinacional de servidumbre a Cataluña y Vascongadas que se inaugura.

El objetivo es llevar a cabo un proceso penal contra Santiago Abascal paralelo al de la amnistía. No es una maniobra de distracción, sino de fondo. No es importante que el proceso acabe sin una poco probable condena al líder de VOX. Como si no llega a empezar. La mera denuncia del Gobierno a un líder de la oposición, algo inaudito, es suficiente para montar el relato arrollador de excepcionalidad que fuerce a Núñez Feijóo para expulsar a VOX de las instituciones. Ven su debilidad. Como Pablo Casado hizo en su día, el líder del PP se ha sumado al linchamiento de Abascal condenando y repudiando con vehemencia sus palabras dando validez a la ruindad de la izquierda, que le desprecia, y hundir a su único socio. Su principal obsesión. 

La ley de amnistía es la primera de las leyes habilitantes del nuevo régimen no democrático y plurinacional de servidumbre a Cataluña y Vascongadas que se inaugura. Ya se expuso en esta columna que no es posible un cambio de régimen pacífico, especialmente cuando implica acabar con la nación y la libertad del disidente. Se ha iniciado la caza a VOX, luego irán a por usted. No es casual el momento elegido para poder culpar al opositor de la violencia que ejercerá el Estado contra la nación indefensa que se atreva a protestar y alzar la voz. La persecución a VOX busca justificar toda represión ya iniciada, detenciones y multas en Ferraz, que irá en aumento bajo la excusa de «acabar con el odio». Se entiende el que ellos tienen a la derecha, al libre, al español. Acabar con el disidente que no controlen. Es un odio a la mera existencia que les corroe, con el que no pueden convivir, como el de los etarras en vascongadas a todo lo español. No les bastaba con asesinar, las víctimas tenían que sacar sus tumbas de allí para que pudiese haber convivencia en esa aldea de Otegui o Puigdemont, sin rastro de España aparte del dinero expoliado.

Primero se eliminan los valores, (hecho). Después se legalizan los contravalores. Y finalmente se convierte en delito lo que un día fue virtud en la sociedad. Perseguir a quien defienda la nación española.

El artefacto para llevar a cabo todo esto es el «delito de odio». Hace dos años un chico en Malasaña fingió una agresión homófoba para ocultar una infidelidad. A las pocas horas se supo del bulo, pero no impidió al Ministro del Interior Marlaska utilizarlo para culpar a VOX de aquello, ni para que la izquierda desconvocase manifestaciones en la Puerta del Sol y otros puntos de España pidiendo su ilegalización por "tener discursos de odio", pudiendo con esto culparles de toda violencia ocurrida en las calles. Ese mantra falso, perverso y espurio no quedó en anécdota. Se repitió en cada rincón político mediático y acabó en una nueva redacción del Código Penal en su artículo 510, que habla de clima de violencia por la Comisión de igualdad del Congreso. La eficiente batalla cultural.

La llegada de la tiranía para Cicerón requería de tres fases. Primero se eliminan los valores, (hecho). Después se legalizan los contravalores; se amnistía a los golpistas, malversadores y corruptos para que sean líderes de la paz y la convivencia (hecho). Y finalmente se convierte en delito lo que un día fue virtud en la sociedad. Perseguir a quien defienda la nación española. Hecho. Aún estamos a tiempo.