Opinión

Ablación del buen juicio el 8-M

La ministras en la manifestación del 8-M en Madrid
La ministras en la manifestación del 8M en Madrid

Estoy ojiplática desde que leí a Carmen Calvo reivindicando en sus redes sociales el 8-M, porque existen en este país desigualdades e injusticias para las mujeres, como la ablación de clítoris.

No doy crédito. Si no fue suficiente incitar a todo el mundo a manifestarse en pleno brote de una pandemia mundial, porque “a las mujeres nos iba la vida en ello”, ahora nos trata de convencer de que hay que protestar porque la ablación de clítoris es una realidad en nuestro país.

A mí me gustaría decirle a esta señora que ni mi abuela, que tendría hoy unos 130 años, ni ninguna otra mujer española de su generación eran aficionadas a extirpar sus clítoris a niñas de 8 años, con una cuchilla de afeitar ni con bisturí tampoco. Quisiera recordarle también que esta es una práctica que se realiza en culturas principalmente presentes en África subsahariana y los Estados árabes. Me gustaría preguntarle por qué cree que tienen que ser los hombres españoles los que paguen el precio y el castigo de introducir en nuestro país unas culturas que no solo son incompatibles con la nuestra, sino que además atentan contra nuestros principios y someten a las mujeres a prácticas y tradiciones bárbaras que no habíamos vivido en España hasta que este Gobierno decidió sumergirnos de lleno en esto que llaman progreso, con sus políticas a favor de la inmigración ilegal sin control.

Pero lo que en realidad desearía es que la señora Calvo se fuera con toda su excelencia a hablar a las mujeres de empoderamiento, desigualdad salarial y violencia, a África.

Cuando escucho a estas supuestas feministas, me pregunto cuándo se inventó la máquina del tiempo y de qué siglo del pasado han venido. Luego me acuerdo de que nos han metido el pasado en el país con un embudo, por si no lo queríamos tragar, y todo me cuadra.

Todo esto sucede en nuestro país, se ampara en esos silencios y se escuda en el eco de una frase: “Es su cultura y hay que respetarla”, mientras unas mamarrachas, vestidas de morado, se juntan para bailar y cantar que el violador eres tú

Se les llena la boca hablando de que la prostitución es violencia porque, a pesar de ser tan tolerantes y tan progresistas, son incapaces de asimilar y aceptar que hay quien ejerce esa actividad por propia voluntad. Lo curioso es que solo se acuerdan de las mujeres que se prostituyen. Debe de ser que cuando se prostituye un hombre no es violencia. Y hay que creerse que quieren igualdad.

Como se les llena la boca tanto con ese tema, seguramente la tienen ya llena para hablar de los matrimonios concertados en España entre señores mayores y niñas de entre seis y ocho años, y por eso no dicen nada, por eso no llaman a esos señores pederastas, no se encarcela a todas esas acémilas que pagan por casarse con una niña ni a sus cómplices. Todo esto sucede en nuestro país, se ampara en esos silencios y se escuda en el eco de una frase: “Es su cultura y hay que respetarla”, mientras unas mamarrachas, vestidas de morado, se juntan para bailar y cantar que el violador eres tú.

Con sus políticas nos han traído hombres que parecen hienas salvajes y que como tales se juntan en manada, solo que su hambre es para violar a cualquier mujer que se les ponga por delante, porque para ellos es lo normal. Han permitido que haya pederastas desposando a niñas y conviviendo con ellas, dejándolas embarazas en cuanto tienen el periodo, como si no pasara nada. Nos han llenado el país de gente con culturas machistas que no saben respetar a una mujer y que, en las más evolucionadas, ellos quieren a “su hembra” en casa criando chamaquitos y a ellas les parece bien, siempre y cuando les paguen la manicura y la prótesis del trasero.

Hay mucha violencia y desigualdad en nuestro país, pero ustedes lo llaman progreso, mientras nos cuentan películas de terror sobre techos de cristal y se tiran de los pelos por el piquito de un patán

Para rematar tan ardua labor, nos dijeron que harían una ley que sería un referente mundial y el referente lo que consiguió fue sacar de la cárcel a violadores y reducir sus condenas. No satisfechas con tanto, se inventaron otra ley por la que cualquier hombre, simplemente por decir que se siente mujer, puede invadir el espacio privado de las mujeres, arrebatarles sus logros en competiciones deportivas, sus premios en concursos de belleza e incluso exigir no ser rechazados para mantener relaciones sexuales con un hombre, bajo la amenaza de acusarle de uno de los peores pecados capitales de esta sociedad que nos han montado: la transfobia.

Señora Calvo, tiene usted razón en una cosa: hay mucha violencia y desigualdad en nuestro país, pero ustedes lo llaman progreso, mientras nos cuentan películas de terror sobre techos de cristal y se tiran de los pelos por el piquito de un patán. Algo insano pasa en este país cuando se exigía por todas partes hasta cuatro años de prisión por lo que supuestamente fue un beso no consentido, y por reventar el tímpano a una mujer, después de agredir a otras tantas en una estación de metro, el agresor no pisa la cárcel y todos sus pelos siguen en su sitio.

Algo muy insano pasa, señora Presidenta del Consejo de Estado. Algo muy malo. Y me temo que no son solo sus insufribles cánticos: son ustedes.