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Opinión

YouTube y el dilema de los reguladores

Youtube

Que uno de los gigantes tecnológicos se meta en un jardín lleno de polémica estos días ya ha dejado de ser noticia. Facebook parece pasarse más tiempo disculpándose de haber vendido tus datos personales a alguien que no debía que desarrollando nuevas tecnologías. Google descubre con horror y gran consternación que alguien les ha colado una app en Android que comparte todas las fotos de tus hijos con esclavistas rusos dos veces al mes. Es algo que ya damos por hecho.

La polémica que esta semana ha golpeado a YouTube, sin embargo, creo que es especialmente significativa, ya que ilumina el problema central sobre la regulación de este sector. La cosa empezó este lunes con la publicación de un informe de tres científicos de Harvard que demostraban que el algoritmo de YouTube tiene la lamentable tendencia de crear y distribuir listas de vídeos para pedófilos. Cuando alguien sube un vídeo de sus hijos preadolescentes jugando en la playa para compartirlo con la familia, lo que YouTube ve no es un momento de felicidad familiar, sino algo que puede gustar a tipos que se pasan el día buscando vídeos de niños pequeños semidesnudos. La reacción de la compañía, como era de esperar, ha sido disculparse mucho y recordarnos que si queremos podemos poner los vídeos como privados, pero que lo arreglarán todo y no volverá a pasar.

No volverá a pasar al menos hasta el miércoles, cuando YouTube decidió que tres días sin meterse en un berenjenal era ya demasiado tiempo. La compañía tiene una serie de reglas de conducta y estándares sobre lo que puede uno publicar en su página y lo que no (videojuegos violentos y explosiones bien, pezones mal; muy americano), y esta semana ha anunciado una revisión de estas normas. Se acabó esto de tolerar vídeos racistas, vídeos que niegan el holocausto o propaganda nazi. Tolerancia cero con la intolerancia. No al odio.

En Estados Unidos han esquivado la ira de los legisladores. No así en la Unión Europea, que ha reaccionado con unas estrictas (y bienvenidas) normas de privacidad

Como era de esperar, no les ha salido del todo bien. Prohibir nazis en tu web es justo y necesario, pero la definición de odio e intolerancia ha resultado ser más complicada de lo que esperaban. YouTube ha bloqueado las cuentas de varios periodistas que se dedicaban a denunciar cuentas nazis en YouTube. Aparte de estos errores de bulto, varios comentaristas conservadores americanos (con razón) se han quejado de que a la compañía parece no importarle demasiado las cuentas de chiflados de extrema izquierda, que también son de odiar con entusiasmo. Las decisiones de la compañía, además, pueden representar un ataque a la libertad de expresión.

El conflicto de fondo es que YouTube da defensas contradictorias en ambas historias. Cuando la empresa es acusada de ser un bufete para pedófilos, su respuesta es que ellos lo único que hacen es poner discos duros y servidores, y que lo que la gente sube y ve no es su problema. YouTube es una especie de cruce entre compañía de teléfonos y videoclub, y ellos legalmente no pueden dedicarse a escuchar el contenido de las llamadas o qué mira la gente.

El argumento de YouTube cambia, sin embargo, cuando las empresas que compran publicidad en su plataforma se quejan de que sus vídeos salen al lado de tipos haciendo cosplay de Himmler y Goebbels. Entonces YouTube saca su grueso tono de reglas y estándares sobre contenido, convoca a su consejo editorial, y se lía a bloquear, borrar y eliminar todo aquello que ofenda las sensibilidades de la sociedad, entendiendo como sociedad a sus anunciantes.

El problema es que ambas defensas son incompatibles. Si YouTube es simplemente una empresa de telecomunicaciones (o common carrier, en jerga legal anglosajona), un mero transportista de datos, entonces es cierto que no podemos hacerles responsables de lo que suceda en la página. Del mismo modo que no podemos culpar a una compañía telefónica de un asesinato porque los asesinos organizaron el golpe hablando por teléfono, tampoco podemos exigir a YouTube que controlen sus contenidos.  Si YouTube, en cambio, es una plataforma de contenidos diseñada para conectar a anunciantes con grupos demográficos específicos mediante la creación de una serie de algoritmos diseñados para que los usuarios encuentren vídeos que sean de su interés, entonces no son un common carrier, sino un medio de comunicación. El modelo de negocio de Youtube es analizar contenidos, conectarlos con usuarios que quieren verlos, y ofrecer esos usuarios a anunciantes; es una televisión sofisticada, no una tubería neutral.

YouTube tiene una serie de reglas de conducta sobre lo que puede uno publicar en su página y lo que no: videojuegos violentos y explosiones bien, pezones mal; muy americano

Esta distinción entre plataforma neutral o medio con contenido editorial es crucial, ya que la regulación para uno u otro modelo de negocio es completamente distinta. Si YouTube (o Facebook) son un common carrier, la empresa no es responsable de lo que los usuarios publiquen, pero no tienen derecho a observar el comportamiento de estos y utilizar esos datos para venderlos a terceros (es decir, anunciantes). Si YouTube es un medio de comunicación, su negocio es la publicidad, así que pueden hacer todo lo posible para ofrecer audiencias hiper-detalladas a anunciantes, pero son completamente responsables de lo que se publica en la web.

Hasta ahora, los gigantes de internet americanos han respondido a esta distinción con toda la ambigüedad que les ha sido legalmente posible, evitando a la desesperada caer en el punto de mira de los reguladores. En la Unión Europea, los reguladores se hartaron de todas estas tonterías y respondieron con unas estrictas (y bienvenidas) normas de privacidad; para la UE, YouTube es una televisión, no una teleco.

En Estados Unidos, hasta ahora, han esquivado la ira de los legisladores. Elizabeth Warren empezó el debate hace unos meses pidiendo dividir las compañías, porque no puedes tener un monopolio en medios de comunicación. Estas últimas semanas legisladores republicanos y el Departamento de Justicia de la administración Trump han empezado también a plantearlo, aunque viniendo desde la dirección opuesta; en este caso, que una compañía de teléfonos no debería poder censurarte.

Regular YouTube, Facebook y compañía no será fácil, ya que según cómo evaluemos su función la respuesta legal será completamente distinta. Dividir estos monopolios es harto complicado. Cada vez parece más claro, sin embargo, que es algo que debe hacerse, y cuanto antes mejor.   

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