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Opinión

¡Testad, malditos!

Es absurdo mantener a la población no contagiada encerrada en casa, mano sobre mano, mientras la economía se derrumba

Una profesional sanitaria, realizando un test de coronavirus.

Tenemos fresco aún el escándalo que estalló la semana pasada cuando se descubrió que los 650.000 test que encargó con gran fanfarria el Gobierno a una empresa china no funcionaban. Daban al parecer muchos falsos negativos, por lo que era mejor no emplearlos. La historia chocó por dos razones. La primera por la negligencia en sí, la segunda porque sólo un par de semanas antes el propio Gobierno había dicho que no era necesario hacer test, que no servían para gran cosa por lo que sólo se practicarían en casos puntuales.

Era justo lo contrario de lo que estaba recomendando en aquel momento la OMS, una organización que, aunque tuvo unos comienzos muy decepcionantes con esta pandemia, a mediados de febrero empezó a afinar el tiro y calibrar adecuadamente la gravedad real de la amenaza. El presidente de la OMS, el etíope Tedros Adhanom, dijo en una rueda de prensa el pasado 12 de marzo que no podíamos combatir el virus si antes no lo habíamos localizado. Unas semanas antes el propio Adhanom había insistido en que la estrategia a seguir debía cubrir todos los flancos, que tan importantes eran los confinamientos de la población como practicar todos los test que fuesen posibles.

Tres o cuatro horas

En este punto bueno es recordar que no nos enfrentamos a un enemigo invisible. Hay dos maneras sencillas y relativamente rápidas de saber si estamos contagiados de coronavirus. La primera es mediante un test llamado RT-QPCR que detecta la presencia del ARN del virus en nuestro organismo. Se toma una muestra de saliva y se analiza en un laboratorio. Desde la toma de la muestra hasta el resultado pasan tres o cuatro horas. Es, eso sí, un proceso laborioso y que requiere de personal cualificado y de laboratorios equipados con el instrumental necesario para este tipo de análisis.

La segunda es un test basado en anticuerpos. Se conoce como test rápido y es el que compró el Gobierno. El test en cuestión es un kit con la forma de un cartucho algo mayor que un encendedor. Se toma una muestra de sangre y se introduce en el cartucho en el que hay anticuerpos sintéticos que detectan o las proteínas de la cápside del virus o los anticuerpos propios que van en la sangre. Es muy rápido, entre la toma de la muestra y el resultado pasan 10 diez o 15 minutos. No son exactamente iguales. El RT-QPCR es más preciso aunque sensiblemente más lento.

Los test no son caros. Los de tipo rápido al por mayor salen por unos 6 ó 7 euros la unidad. Es decir, que por 280 millones de euros se podría testar a toda la población española

Como vemos, no es en ningún caso complicado ni especialmente farragoso detectar el virus, por lo que deberíamos dejar de hablar de infección y hablar de detección, es decir, de cuántos casos detectados tenemos. La batalla para detectar casos es la que están librando países como Corea del Sur desde que advirtieron que había comenzado el contagio comunitario en la ciudad de Daegu allá por mediados de febrero. Están empleando ambos tipos de test y gracias a ello han conseguido no sólo aplanar la famosa curva, sino mantener la cifra de fallecidos muy por debajo de España o Italia.

Los test no son caros. Los de tipo rápido al por mayor salen por unos 6 ó 7 euros la unidad. Es decir, que por 280 millones de euros se podría testar a toda la población española. Para el Estado, 280 millones de euros no es mucho dinero. 280 millones es la subvención que ha recibido la comarca de Talavera de la Reina de la Junta de Castilla-La Mancha durante esta legislatura para proyectos de interés social. Es lo que el Gobierno entregó al sector turístico tras la quiebra de Thomas Cook en octubre del año pasado. Es lo que el Estado destina anualmente de promedio a los partidos políticos.

Los números de Corea del Sur

No parece que España vaya a presentar la bancarrota por testar a toda la población. Pero ni siquiera eso haría falta. Hubiese bastado al principio con centrarse en zonas muy afectadas como Madrid y luego ir extendiéndolo por toda la geografía nacional. Estos son los números que hicieron en Corea y esa es la razón por la que llevan testadas a casi medio millón de personas. La mayor parte han dado negativo y han podido seguir haciendo su vida con algunas limitaciones, los positivos, entretanto, han sido confinados. El resultado es que a día de hoy tienen 10.000 casos confirmados y sólo han tenido que lamentar 175 muertes. España está ya en los 115.000 casos y la cifra de muertes se eleva muy por encima de los 10.000.

Conocer el número de casos sirve, además, para hacer previsiones sanitarias. Si sabes de antemano que hay 100.000 personas contagiadas sabes también que te espera una avalancha de entre 3.000 y 5.000 personas en los hospitales durante los próximos días. Eso permite adelantarse al virus y no ir detrás de él como hemos hecho en España hasta el momento presente. Sirve también para conocer la tasa real de mortalidad, cosa que ahora mismo desconocemos ya que no tenemos ni idea del número real de contagiados.

A la espera de la vacuna

Sirva España como ejemplo negativo para otros países que están entrando en la curva ascendente, caso del Reino Unido, de Estados Unidos o de países de Hispanoamérica donde el asunto se está poniendo muy serio como Ecuador. La experiencia nos dice que hay que testar a tanta gente como se pueda. Es absurdo mantener a la población no contagiada encerrada en casa mano sobre mano mientras la economía se derrumba. La industria farmacéutica está trabajando a contrarreloj tanto para poner en el mercado test suficientes como para perfeccionar los que ya existen. La casa Abbott presentó hace unos días uno del tipo RT-QPCR que reduce la duración del proceso a apenas cinco minutos lo que posibilitará aplicar el más fiable de los test a un gran número de personas en poco tiempo.

En lo que llega la vacuna y el antiviral, algo que no estará disponible hasta dentro de unos meses, saber quién está contagiado y quién no es una de las armas más poderosas que tenemos en el arsenal. No emplearla es, además de irresponsable, suicida.

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