Quantcast

Opinión

Sondeos

José Félix Tezanos

Carretero, mi padre, sonríe con cierto cachondeíto mientras lee en el periódico los augurios de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (de soltera, CIS) sobre las intenciones de voto de los españoles.

–Oye, ¿a ti te han llamado alguna vez por teléfono para preguntarte a quién pensabas votar?

–No.

–¿Ni te han parado por la calle? ¿Ni te han preguntado a la salida del colegio electoral estos de las encuestas?

–Jamás en la vida.

Suspira y concluye:

–Pues a mí tampoco. No es que desconfíe, claro, pero mira que es raro, ¿eeh? Porque llevamos votando como cuarenta años y cada poco sacan sondeos de estos; y digo yo que, caramba, alguna vez nos tenía que haber tocado, ¿verdad? ¿A ti no te parece raro?

No, no me parece raro; me parece más bien divertido y al mismo tiempo me da un poco de pena, porque el de sociólogo electoral, o demóscopo, o arúspice comiciero, o como rayos se llame el oficio de esa pobre gente, debe de ser un trabajo más sinsorgo que el del tipo que escribe los horóscopos cada día en el periódico, y esto lo sé de buena tinta porque a mí me tocó hacerlo alguna vez.

Hace años me lo explicaba Joaquín Leguina, experto en estas cosas (es demógrafo y estadístico): “La mayoría de los periódicos publican no lo que creen de verdad que va a salir, sino lo que quieren que salga: es una manera muy sucia pero muy común de dirigir el voto de tus lectores, o al menos de intentarlo. Del único que te puedes fiar, sobre poco más o menos, es del CIS, y ya ves que se suele pegar unas leches de campeonato”. Ahí yo le pregunté por Alfonso Guerra y Leguina sonrió con la dulzura con que habría sonreído un cocodrilo ante un ñu que se está ahogando en medio del río: “Hombreee. Ese no se ha equivocado en su vida”.

Lo que suele ocurrir es que la gente le dice al encuestador que va a votar una cosa y luego vota otra. O no vota, que fue lo que le pasó a Podemos hace dos años, cuando se quedó a quince kilómetros del PSOE mientras Pablo Iglesias, hipnotizado por todas las profecías, estaba ya probándose el gorro de astracán para tomar el Palacio de Invierno. O el castañazo que se dio Artur Mas el 2012, cuando todo el mundo (y él el primero, como Fernando VII) daba por hecho que iba a lograr aquella famosa “mayoría excepcional” en Cataluña y se quedó en 50 diputados, o sea que perdió doce. Por no hablar de Zapatero, que en marzo de 2004 reventó todas las encuestas y ganó las elecciones con la inestimable colaboración de Acebes y Aznar, que se pusieron a mentir como fieras sobre la autoría de la masacre del 11-M y, claro, la gente se dio cuenta.

Un sondeo del PSOE dice que en las autonómicas de Madrid ganaría Ciudadanos, seguido de los socialistas, el PP y, en cuarto lugar, más descalabrados, los de Podemos

Casi la única persona que conozco que haya cumplido inflexiblemente con su intención de voto fue mi anciana tía Narcisa, la de Santander, que en 1977, ante las primeras elecciones libres, nos dijo a todos, muy airada, que ella solo pensaba votar “por el partido de la ley de Dios”. Lo cumplió. Se murió bastantes años después, sin haber votado ni una sola vez.

Se acaba de publicar un “barómetro” del CIS según el cual Pedro Sánchez ganaría con toda claridad unas elecciones que se celebrasen ahora, y eso a pesar de que le han dimitido dos ministros en cien días y pico, que la titular de Justicia anda tocada aunque no hundida (escribo esto dos días antes de que ustedes lo lean: voy cruzando los dedos, también los de los pies) y de que la prensa adversa le está obsequiando la mayor tanda de palos que se recuerda en España desde la primera victoria de Zapatero. Hay ahora mismo en España varios millones de catedráticos de Economía voluntarios dispuestos a revisar punto por punto la tesis doctoral de este hombre: nadie dirá que no tenemos nivel. Maribel.

Añade mi padre: “El PP y Ciudadanos se quedan a diez puntos, y Podemos casi a quince. Ya estoy oyendo los aullidos”. Qué aullidos, le pregunto. “Pues los de la jauría de la que hablábamos el otro día”.

Como siempre sucede con estas cosas, los vaticinios de los augures del CIS puede que se cumplan, pero también puede que no. Hace mucho tiempo que me convencí de que las únicas encuestas fiables, auténticas y veraces son las que no se publican; es decir, las que encargan los partidos para hacerse una idea de la realidad y no de lo que cuentan sus periódicos amigos, fieles o sobrecogedores, que de todo hay.

Pues miren, yo tengo una encuesta. Una pequeñita, es verdad, pero de esas que no salen en los medios. La ha encargado el PSOE para ver qué puede pasar en las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid, que serán en mayo del año próximo. Un poco pronto me parece para analizar el hígado de las aves o los posos del café, pero dicen estos que ganaría Ciudadanos, aunque por poco; el PSOE quedaría segundo; el PP, mohíno, en tercera posición; y en cuarto lugar, mucho más descalabrados, los de Podemos. Eso sí, hay una novedad: la extrema derecha de Vox entraría en el Parlamento regional con dos diputados. En esto se ve que nos vamos igualando con numerosos países europeos, donde el neofascismo de cuello blanco (Orbán, Marine Le Pen, Kaczynski, Strache y otros más, entre ellos el tremendo Benito Mussalvini) hace tiempo que va aumentando sus seguidores.

–No hay grandes motivos para el optimismo –murmura Carretero.

–Eso dicen las encuestas –me río yo. Pero la verdad es que no sé de qué me río.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.