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Opinión

Sánchez siempre agradecerá haber sido repudiado

Sánchez siempre agradecerá haber sido repudiado

Está siendo una primavera rara. Al menos en Barcelona o Madrid, las dos ciudades donde paso mis días, apenas ha habido cielos despejados con clima suave. La actualidad política parece haberse mimetizado con el tiempo de esta atípica primavera. Hace tan solo dos semanas España estaba sumida en debatir lo coherente y digno que era tener un chalet de 600.000 euros con un discurso anticapitalista. Creíamos que era lo más excepcional que sucedía en meses. Y, de repente, se hace pública la sentencia del caso de corrupción que más desgastó al Partido Popular, hasta el punto de que el partido, que se creía invencible, se ve derrotado por una moción de censura, la primera que triunfa en España.

No suficiente con esto, todos esperaban en qué momento volvía a haber un giro de guion con el que recuperar la normalidad y, de pronto, empieza a hacerse pública la lista de ministros que formarán el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez, sobre el que las expectativas eran muy bajas. Se esperaba algo de transición, gestado deprisa y corriendo entre los diez días que se presentó la moción y se votó. La incógnita de quién iba a querer entrar en un Gobierno que se auguraba pasajero y frágil acabó dejando mudos a todos según se desvelaban los nombres del nuevo equipo. Cada ministra y ministro, gustase más o menos, era alguien con una trayectoria profesional solvente, y para cada cartera que se confirmaba, el peso técnico aumentaba. No merece la pena, por tanto, hablar de unas elecciones.

El PSOE parecía estar siendo enterrado. Ahora, Sánchez, con su espíritu del Estudiantes aún latente, puede marcar otro triple desde su propio campo en el último segundo del partido

Todos dieron por sentado que toda la suerte que podía recoger Sánchez era haber derrotado en su día a Susana Díaz y, ahora, haber ganado la moción de censura. Basta con echar la vista tres años atrás. No eran pocos los que sentenciaban que Sánchez era un modelo por montar, con sus instrucciones en un prospecto. Apuntaban a su atractivo físico como un defecto que le perjudicaba, le hacía menos real, más distante. Como si las cualidades de frío, calculador y egocéntrico que parecía desprender su guapura no tuviera nada que ver con un líder político. Un débil desorientado que no aguantaría mucho.

Ya se ha repetido hasta la saciedad que nadie hubiera creído hace un año, qué digo, hace unas semanas, que Pedro Sánchez acabara presidiendo España. Y estoy casi segura que ni el propio Sánchez hubiese imaginado esto a principios de mayo. Con todo, Sánchez sí creía en él, que es lo que uno necesita para poder conseguir lo que se propone. La perseverancia. Y eso se entiende por varias razones.

La muy breve, pero intensa, carrera política de Sánchez ha ido dando tumbos. Ha caído en unos pozos del que ha sido rescatado de forma casi heroica. Una vez por los militantes, otra por casi todos los partidos de la Cámara Baja. En ambos casos, sus rivales le han allanado tanto el terreno que ha conseguido mantenerse firme hasta alcanzar su objetivo, llegar a La Moncloa. Parece que su ascenso al poder sea cuestión de azar, pero nadie podrá tildar de pura suerte el equipo con el que se va a respaldar los próximos meses.

El PSOE parecía estar siendo enterrado por Ciudadanos por un lado y por Podemos por el otro. Sus votantes iban envejeciendo y sus líderes también. Llevaban años reservándose las buenas cartas a la espera del momento idóneo. Así fue como fue colocado un desconocido Pedro Sánchez en 2014 como sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba. Con lo que no contaban es que se les rebelara. El núcleo duro del partido, creyéndose aún fuerte, le da la espalda y lo deja solo. Ya se dará de bruces, pensaron. No vale un pimiento.

La incógnita era quién iba a querer entrar en un Gobierno que se auguraba pasajero y frágil; luego, acabó dejando mudos a todos según se desvelaban los nombres del nuevo equipo

La verdad es que lo mejor que le ha podido pasar a Sánchez no es que saliera la sentencia del caso Gürtel, ni que todas las formaciones políticas del Congreso andaran sedientas de cargarse a Rajoy. Ha sido no plegarse a los intereses de los pesos pesados del partido socialista para que, así, todos le abandonaran y renegaran de él. Gracias a ello ha podido rodearse de un PSOE algo saneado y lejos de los vicios del pasado.

Sánchez ha llegado al poder sin deberle favores a nadie, lo que le ha permitido formar un equipo potente, con el que hacer un guiño a todos los que desconfiaban de él y de paso a los que se sentían huérfanos por el anterior Gobierno. El poco margen de maniobra que supone entrar a mitad de legislatura y con unos presupuestos ya pactados por el partido saliente va a hacer más que difícil recoger sus frutos. Todos los enemigos estarán pendientes de cualquier tropiezo para hacer de ello una catástrofe. O quizá es su oportunidad para consolidar su liderazgo ampliando simpatías y ser apoyado en las urnas. Visto lo visto, Sánchez, con su espíritu del Estudiantes aún latente, puede marcarse otro triple desde su propio campo en el último segundo del partido.

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