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Opinión

SOS Cataluña: “Nos estamos ahogando y no vemos ni un barco en el horizonte”

Más allá de derrotar al secesionismo excluyente, el Estado está obligado a implementar con urgencia un proyecto inteligente de reconstrucción de la convivencia en Cataluña, empezando por el rescate de los no independentistas.

Hay algunos días, demasiados, en los que, al poco de despertar, a muchos catalanes que se sienten también españoles les invade una irrefrenable sensación de impotencia, cuando no de derrota. Uno de esos días fue el pasado miércoles 18 de octubre, el siguiente a que una juez de la Audiencia Nacional ordenara el ingreso en prisión de “los Jordis”, Sánchez y Cuixart, presidentes de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Tras la estampida empresarial y los sucesivos reveses en el ámbito internacional, el oxígeno del independentismo estaba en la reserva, y la decisión de la jueza Carmen Lamela le abrió un nuevo conducto de aire por el que respirar.

O al menos esa fue la sensación de mucha gente en Cataluña. Un buen amigo barcelonés, extraordinario conocedor de la realidad catalana, y muy crítico con la aventura secesionista, me enviaba hacia las 8 de la mañana de ese miércoles un wasap que, preservando por razones que no hace falta explicar la identidad del autor, he decidido compartir con los lectores de Vozpópuli. Y lo hago esencialmente por dos razones: es un mensaje que todos debiéramos atender, un desahogo que tiene mucho de desgarro, de SOS, de necesidad de expresar sentimientos no siempre comprendidos fuera de Cataluña; y, en segundo lugar, para poner en evidencia los matices, la necesidad de no combatir el pensamiento único con otro igualmente monocorde. Y porque no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco, es necesario discriminar. El catalán no independentista nada tiene que ver ni con Puigdemont ni con Junqueras ni con el gran empresario que nada ha hecho hasta ahora por frenar esta locura. El catalán que se siente también español merece no ya nuestro respeto, sino mucho más, nuestro aliento diario, nuestra admiración por seguir resistiendo.

Ahora, ante tanto despropósito y estupidez, ¿qué será de nosotros? Asusta mucho, pero muy especialmente desmoraliza hasta extremos insospechados"

Este es el mensaje: “Querido Agustín. Escuchando esta mañana las emisoras en Catalunya y en catalán constato que ya estamos en caída libre. La presión preventiva de los sediciosos era innecesaria por inútil para la instrucción de la causa y ha sido la gasolina que le comenzaba a faltar al Procés. ¿Y ahora, ante tanto despropósito y estupidez, ¿qué será de nosotros? Asusta mucho, pero muy especialmente desmoraliza hasta extremos insospechados. Ni imaginas la tristeza. El procés se percibe por todas partes y es extraordinariamente cercano y activo y le da fuerza y ánimo a todos los que se sienten independentistas. Ellos no están desmoralizados y desde la prisión de ‘los Jordis’ viven de nuevo con esperanza e ilusión y sin miedo. No piensan en nada más. En cambio, en los demás catalanes que no somos indepes el sentimiento de soledad, aislamiento y lejanía de lo español  -en el mejor sentido de la expresión- es cada vez mayor. Muy solos, y todo lo que nos daría fuerza está muy lejos, muy lejos. Se está destruyendo todo lo que queremos a velocidad supersónica y, en breve, los que puedan comenzarán a irse. Pero esos serán pocos pues la mayoría tenemos todo aquí. No creas que pierdo de vista quiénes son los verdaderos culpables de este desastre. Son los fanáticos nacionalistas arcaicos. Pero tampoco pierdo de vista la miopía y falta de la inteligencia de los que, avisados desde hace años, se han dejado llevar por el egoísmo y por ese anti catalanismo de fondo, tan característico de muchos españoles. En fin querido Agustín, necesitaba decir que nos estamos ahogando y que no vemos ni un barco en el horizonte. Disculpa el rollo y un gran abrazo”.

En los catalanes que no somos ‘indepes’ el sentimiento de soledad, aislamiento y lejanía de lo español es cada vez mayor"

Inicialmente le contesté dándole ánimos, y le dije que tenía mucha razón, pero no toda. Más tarde le escribí de nuevo pidiéndole que leyera mi artículo del viernes. Este. Necesitaba tiempo para pensar cómo responder a algo así, a algo tan brutal y honrado; tan profundo y tan triste; un espejo dolorosamente límpido en el que todos estamos obligados a mirarnos. Ya tengo la respuesta lista, querido amigo. Aunque, después de tus palabras, mis argumentos no pueden sino quedar en un segundo plano. Te diré no obstante que, en esta ocasión, en mi opinión te equivocas cuando hablas de “estupidez”. El tiempo de la finnezza pasó. Sí, la prisión de “los Jordis” ha sido una magnífica noticia para el independentismo. Y resulta además paradójico que si los Mossos hubieran hecho bien su trabajo, impidiendo la revuelta contra la comisión judicial que registró la Consejería de Economía, quizá Sánchez y Cuixart hoy no estarían en la cárcel. Pero a lo que íbamos: el Gobierno de Rajoy nada tiene que ver con la decisión de la juez. Más bien al contrario: de haber podido, quizá habría sugerido una medida menos rentable para el secesionismo, aun a costa de cabrear a su flanco más derechista.

Se dice que cuanto más se haga para atajar la crisis de legalidad mayor será la crisis de convivencia, pero si no se aplica la ley el problema será de legitimidad

De haber habido espacio para hacer todavía política, eso que se denomina “Política con mayúsculas”, puede que aún estuviéramos en condiciones de reconducir la situación. Pero, en su estrategia, el independentismo ha estrechado los márgenes de la política hasta hacerlos intransitables. Y lo sabes. El “referéndum o referéndum” de Puigdemont no parecía precisamente una invitación al diálogo. La aprobación de las leyes de transitoriedad y del referéndum constituyó una provocación inasumible. Si de algo ha pecado Rajoy en estos meses es de ingenuidad. Y de pasividad. Pero pasar de ahí al lado opuesto habría sido aún peor. Porque lo que realmente hubiera supuesto una rendición en toda regla es haber interferido en el trabajo de la juez Lamela para que esta no actuara según su criterio técnico, sino en función de la conveniencia política del momento.

Comparto contigo, y por lo que he leído con varios juristas de prestigio, las dudas sobre la consistencia jurídica del auto de prisión dictado contra Sánchez y Cuixart. Pero ha sido una juez con fama de progresista, desde su libérrima convicción, la que ha decidido tal medida. Y si no defendiéramos que la juez Lamela tiene derecho a equivocarse sin que medie otro control que el de los órganos judiciales superiores, a los que pueden recurrir los acusados, estaríamos haciéndole el juego al independentismo. El problema, dicen algunos, es que todo lo que se debe hacer para atajar la crisis de legalidad multiplica la crisis de convivencia. Puede, pero creo que, cuando todavía vienen peor dadas, deberíamos tener claro que todo lo que ahora no se haga conforme a la legalidad puede terminar convirtiéndose en un problema de legitimidad.

En todo caso, querido amigo, de tu lado está la razón fundamental: la que debiera convocarnos a todos los españoles en la exigencia de un proyecto inteligente de rescate y reconstrucción de la convivencia en Cataluña. Un proyecto que va más allá de derrotar al nacionalismo excluyente con las armas del Estado de Derecho, y cuyo primer e inexcusable paso debiera ser arropar a esos catalanes y españoles que, a pesar de ser millones, siguen en muchos casos sintiéndose alarmantemente solos.

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