Quantcast

Opinión

¿Peligran las inversiones tecnológicas en Brasil?

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro

En nuestro mundo global del siglo XXI no puede medirse con los mismos parámetros que usábamos el siglo pasado el actual ecosistema innovador y la eclosión de las tecnologías. Estamos ante la realidad de más conexiones y más rápidas, más inversiones y más intercambios comerciales entre distintos puntos del planeta. La tecnología avanza más rápido que la regulación y carece de sentido poner barreras al crecimiento y a la innovación, que está determinando cuáles son los mercados del futuro.

Uno de los sectores más importantes en el ámbito tecnológico y en le que se centra buena parte de la innovación es sin duda el mercado de las telecomunicaciones. En este mercado, la convergencia de las telecomunicaciones con los contenidos que se ofrecen es un fenómeno global, y sus principales motores son Europa y Norteamérica.

En Latinoamérica el potencial más relevante viene representado por Brasil que, en términos de población (alrededor de 215 millones de habitantes) y de transmisión de contenidos (24 millones de suscriptores, equivalentes al 75% de las familias con acceso a banda ancha), podría convertirse rápidamente en una historia de éxito.

Brasil es un país que en las últimas décadas ha experimentado ciclos de innovación en un contexto de liberalización de mercados que se acompañaba de una importante fuente de inversiones extranjera

Brasil es un país que en las últimas décadas ha experimentado ciclos de innovación en un contexto de liberalización de mercados que se acompañaba de una importante fuente de inversiones extranjera. Cabe entonces preguntarse si existe un riesgo respecto de las inversiones extranjeras en este país, y por qué podrían estar en peligro, porque es un país sin duda con un enorme potencial para futuras inversiones.

Si la premisa fundamental para atraer inversiones es procurarse una regulación adecuada y estable, esta condición es especialmente aplicable en el ámbito de las telecomunicaciones. Pues bien, el Gobierno brasileño aprobó en 2011 la Ley de Servicios de Acceso Condicionado (la llamada ‘Ley SeAC’) que exige cuotas de contenido brasileñas para los medios de difusión e incluye restricciones que impiden la propiedad cruzada.

Esto supone que una empresa, sea brasileña o extranjera, no puede ser, al mismo tiempo, productor de contenidos y canal de distribución, de modo que resulta incompatible y excluyente el ejercicio de ambas actividades empresariales por una misma compañía. La regulación también prohíbe que las empresas brasileñas de medios y comunicaciones se fusionen, aunque eso mejorara su capacidad de invertir en contenido brasileño.

La norma restrictiva ha causado un gran debate, y ha generado graves problemas para las grandes empresas y grupos de comunicación que desean invertir y expandirse en Brasil. Porque la convergencia tecnológica en el mercado audiovisual viene impulsada por el valor creado a medida que las empresas unen activos complementarios, asociándose y/o fusionándose con otras para crear un nuevo producto o servicio a un mejor precio o con mayor valor. Y una de las combinaciones clásicas y competitivas es la fusión vertical entre un proveedor de red y el creador o agregador de contenido.

Si Brasil quiere fomentar la diversidad de contenido, permitir nuevos servicios para los consumidores y promover la industria audiovisual local, debería levantar las restricciones a la propiedad cruzada

La red necesita contenido, y el contenido necesita distribución. Por lo tanto, si Brasil quiere fomentar la diversidad de contenido, permitir nuevos servicios para los consumidores y promover la industria audiovisual local, debería levantar las restricciones a la propiedad cruzada.

Impedir que los productores de contenido sean también proveedores de estos contenidos supone limitar la expansión de la demanda y la libertad de elección del consumidor, reduciendo la diversificación de la oferta y, por último, la inversión que hagan las plataformas integradas.

Hoy en día, la regulación de industrias desreguladas implica imponer reglas basadas en conceptos actuales a empresas que funcionan con ideas del mañana. Las redes de banda ancha de próxima generación ofrecen una pluralidad de servicios (correspondencia, noticias, entretenimiento, servicios empresariales, atención médica, etc.) y los consumidores de hoy exigen una variedad global de música, películas y programas acompañados de acceso a Internet.

Brasil debe avanzar hacia la modernización estableciendo un régimen regulatorio competitivo que mejore la eficiencia en la prestación de servicios y permita a las empresas capitalizar esta explosión del mercado de datos para abrir un nuevo ciclo de innovación. De esta manera, las empresas extranjeras intensificarán las inversiones en el país, lo que al propio tiempo se traducirá en crecimiento económico y en más servicios para los ciudadanos. Está pues en manos de las autoridades brasileñas modernizar dicha ley, de forma que Brasil se convierta en líder digital en los próximos años y una referencia no sólo para los estados latinoamericanos, sino para cualquier país del mundo.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.