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Opinión

Pablo ya no besa a lo Brézhnev

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan tras firmar el preacuerdo.

Tieso y agarrotado, Pedro Sánchez se deja arrancar un abrazo de Pablo Iglesias, el hombre al que durante meses humilló y cuyo semblante se debate esta mañana entre el pudor y la euforia. Tras la firma del acuerdo de investidura durante meses atascado entre desplantes y plantones, Pablo luce la promesa de una vicepresidencia como si de una alianza en el anular se tratara.

Al líder de Podemos sólo le falta enderezar su coleta a lo Catherine Linton en 'Cumbres borrascosas'. Cualquiera diría que se le ha subido el rubor a las mejillas. No es para menos: Sánchez, al fin, corresponde a sus deseos. Por eso la comparecencia: para hacer oficial la petición macerada durante meses y a la que Sánchez accede con más pragmatismo que deseo.

Repetido en bucle, el abrazo entre ambos parece más una estampa del libro del Amor Cortés que un pacto político. En los grados del caballero enamorado, los trovadores describieron los más variados estadios, desde la idealización y contemplación hasta la consumación. Y a juzgar por el rostro de Iglesias, que cierra los ojos entre el alivio y el éxtasis, algo de eso tiene.

A estas alturas, y después de los reparos de Sánchez, el anuncio de un acuerdo luce tan repentino como un casorio 'in extremis' ante la preñez inesperada de antaño"

Si hasta parece que salen de la firma cogidos de la mano, al menos cualquiera pensaría tal cosa tras escuchar los silbidos y exclamaciones de los asistentes, ante los que Iglesias se remilga pudoroso, en estado de ensoñación. Sí, me lo ha pedido. A estas alturas, y después de los reparos de Sánchez -que si antes no dormiría tranquilo con Iglesias en el gobierno, ahora, ya veremos-, el anuncio de un acuerdo luce tan repentino como un casorio in extremis ante la preñez inesperada de antaño. 

Aunque esto no es la vicaría, a efectos prácticos podría. En la salud y la enfermedad, en la abundancia y la escasez… hasta que la mayoría absoluta los separe. A muchos no les convence el asunto. ¿Va Sánchez de don Juan e Iglesias de doña Inés? ¡Cómo han cambiado las cosas! Desde aquel beso a lo Brézhnev y Honecker entre Pablo Iglesias y Xavier Domènech han transcurrido ya tres años, una crisis de gobierno, una moción de censura y dos elecciones. Entonces Iglesias asaltaba los cielos y ahora se enjuga las lágrimas con un pañuelo.

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