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Opinión

¿Habrá remontada del PP?: Rajoy, entre Zidane y Helenio Herrera

No es a la ira de las mujeres a lo que más teme el PP. “El 70 por ciento de las que salieron a la calle el 8-M no nos ha votado nunca, ni jamás lo hará”, dicen ellos. El temor cerval es a la ira de los pensionistas, creciente, y a los tenebrosos augurios de las encuestas.

La situación es dramática pero no desesperada, apuntan los optimistas de Moncloa. Los sondeos demoscópicos de poco valen salvo si hay urnas cerca. “Es la fotografía de un instante”, se curan en salud. “Describen una tendencia”, apostillan los agoreros. “Hay tiempo, faltan dos años para las generales, no hay que preocuparse”, es la letanía marianista, machacona como un estribillo de Lady Gaga

Algo ha cambiado en el panorama político. Hasta hace bien poco, las encuestas eran como el fútbol, un deporte que juegan once contra once y siempre gana Alemania. Aquí siempre ganaba el PP. El PP caía, el PSOE lo hacía un poco menos y Ciudadanos crecía con prudencia. Todo ha dado la vuelta. El PP desciende ahora vertiginosamente y Ciudadanos no sólo supera a los socialistas, sino que ya se encarama, obsesivamente, en el primer puesto de la tabla. Los portavoces de Génova no pueden comparecer ya ante la prensa con su muletilla favorita: “Sea como sea, seguimos en cabeza”.

La situación es dramática pero no desesperada, apuntan los optimistas de Moncloa. “Hay tiempo, no hay que preocuparse, faltan dos años para las generales”, es la letanía marianista

Eso se ha acabado. Quizás las encuestas tan sólo transmiten un pasajero momento de cabreo. Quizás con la papeleta en la mano, el votante del PP recupere el juicio. Quizás todo sea demasiado coyuntural, anecdótico y no quepa extraer consecuencias. Quizás, quizás, quizás. El caso es que Rivera ya se ha colocado en el top y está por ver cuánto tiempo aguanta en la cima.

Sólo Rajoy, de entre los suyos, cree en la remontada. Hay dos formas de lograrlo. Como Helenio Herrera o como Zidane, cuenta uno de sus antiguos colaboradores, buen conocedor del ‘marianismo’. H.H., el ‘mago’, remontó la derrota en Andfield, donde el Inter palmó 3-1 frente al Liverpool. Consiguió, así, la Copa de Europa en 1966 tras derrotar al Benfica en la final. “Sólo H.H. creía en la remontada”, desvelaban por entonces los jugadores neroazurri. “Nosotros nos dábamos por muertos. Él sí, él creía. Nos martilleó a diario en sus famosas confesiones. De uno en uno, cada futbolista desfilaba por su despacho y allí era sometido a un suave trabajo psicológico. Ellos han tenido mucha suerte, nosotros somos mejores. Ellos no saben tener la pelota, nosotros somos mejores arriba, les vamos a vapulear”. De ésta forma, el Inter vapuleó a los ‘reds’ en un partido histórico.

No es Rajoy muy dado a los ‘cara a cara’ personales con su gente. Ni a las confesiones íntimas. Rajoy, como H.H., es el único que cree en la remontada. Pero a su estilo. A fuer de madridista, quizás esté más próximo al ‘sello Zidane’. Esto es, la famosa ‘flor en el culo’. Nunca hay que desterrar el factor suerte. “En el último minuto te puede sonar la flauta o alguien la puede pifiar”.

La cadena perpetua

Helenio o Zidane, en Moncloa ya han empezado a poner en marcha su estrategia.  Aumento a los funcionarios, medidas para los pensionistas, guiños a la mujer, ‘rearme programático’, prisión permanente revisable y, por supuesto, aproximación al PSOE mediante la financiación autonómica. Un despliegue de medidas concretas para arrinconar a Ciudadanos, para frenar la ‘marea naranja’.

¿Y si con eso no basta? ¿Y si el vendaval no amaina antes de las próximas elecciones? Dentro de un año hay una cita crucial en ayuntamientos y regiones. En Génova empiezan a perder las esperanzas de recuperar Madrid y Valencia. Andalucía se adivina zona catastrófica y pintan bastos en Rioja, Murcia y hasta Castilla y León, feudos tradicionales del voto conservador.

Desde el recelo y el temor, la guardia de corps del presidente apuesta tímidamente por la victoria. “A Ciudadanos se le hacen siempre muy largas las campañas. Tiene que aguantar un año”. Rivera suele meter mucho la pata, añaden. Ya lo hizo con el BEI, al lamentar que España, tras la salida de Escolano rumbo a Economía, perdía una silla en Europa. Ignoraba el pacto con Portugal, que asegura a España el puesto hasta 2020. Y con los penosos zigzags de la cadena perpetua revisable. ‘Si tumban la ley, habrá que recordar que es culpa de Cs, que le abrió la puerta al PVN”, recuerdan en el PP.

En Génova empiezan a perder las esperanzas de recuperar Madrid y Valencia, Andalucía se adivina zona catastrófica y pintan bastos en Rioja, Murcia y hasta en Castilla y León

¿Será suficiente? ¿Será capaz Rajoy de darle la vuelta al partido en el último tramo? ¿Conseguirá meter el gol decisivo en las postrimerías del encuentro? Al menos él, lo da por hecho. Nunca ha pensado en renunciar o en quitarse de en medio. Cierto que Rivera ya no es un espejismo, ni flor de un día, ni un producto del marketing. Se ha ganado el respeto de la sociedad a pulso y se lleva a millón y medio de votantes populares en cada sondeo. Pero aún no se ha hecho acreedor a los laureles del vencedor.

¿Con qué cuenta Rajoy? Con la inercia, con la tradición, la estabilidad, el respaldo europeo y el 155. ‘Los pasos que se dispone a dar en los próximos meses serán suficientes’, apuntan sus lugartenientes. Desprecian, quizás, ese cierto hastío que se palpa en los bares y el inocultable tufillo a engaño por las promesas incumplidas. Resumiendo: “¡Qué mal no estaremos que hasta Zoido parece ser ahora nuestro mejor activo!”, concluía un experimentado barón del PP. Incómodo escenario para una remontada.

 

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