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Opinión

Mortadelo y Filemón contra "el fugitivo" Puigdemont

El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, y la profesora Marlene Wind.

Este es un país institucionalmente al borde de la histeria. Como prueba de ello basta conocer cuál ha sido la pregunta más reiterada estos días en las más altas instancias del poder: “¿Está controlado, no?” “¿Lo tenéis vigilado hasta cuando va al baño?”, “¿Los del CNI están sobre el terreno...?”. Todo son interrogantes acerca del grado efectivo de control al que está sometido el fugado Puigdemont, el hombre que tiene en jaque a todos los poderes del Estado y que ha demostrado poseer un poder inmanente mucho más allá del que le correspondería por sus propios méritos intelectuales y políticos.

 Las dudas son obvias porque llueve sobre mojado, la seguridad ofrecida por el general Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia,  a cuenta de la interceptación de las urnas en el referéndum finalmente celebrado en Cataluña, por muy ilegal que resultará, fue un fiasco en toda regla que comprometió la credibilidad de los servicios secretos y causó un auténtico malestar, no disimulado, en el Gobierno. Unos agentes, los del cuestionado CNI, que  tampoco supieron prever la saga/fuga del ex president con destino a Bruselas a las cuarenta y ocho horas justas de una declaración sui generis de independencia en el Parlament. Así las cosas, el grado de fiabilidad en nuestros espías no es precisamente alto a tenor de las dudas y suspicacias que generan en el ya tan largo como interminable culebrón catalán.

Esta es la pregunta más reiterada estos días en las más altas instancias del poder: “¿Lo tenéis controlado, no?”

Como es obvio, hay miembros del CNI sobre el terreno, en Bélgica, monitorizando los movimientos, casi exclusivamente gastronómicos, de Puigdemont. Se trata de saber lo qué hace, adónde va y, sobre todo, con quién se entrevista. Y lo más importante de todo, advertir a España de cualquier intento de regreso al país por tierra, mar o aire, disfrazado o mimetizado con el terreno. Lo que no puede pasar, porque sería un ridículo universal, es que el fugado apareciera de repente burlando tanto al Gobierno como al Poder Judicial. Ése era el temor instalado esta semana en todos los despachos oficiales, por ello se han intensificado hasta el extremo los controles fronterizos, revisando maleteros de automóviles y a los ocupantes de los coches. Lo mismo ha ocurrido con puertos y aeropuertos y, entrando ya en el despropósito, el Ministerio del Interior cursó una orden por escrito para un despliegue bastante ostentoso en un  ignoto aeródromo en la localidad toledana de Ocaña ante la posibilidad de que pudiera haber tomado un vuelo desde Bruselas con aterrizaje en una pista que escapa a los controles aeroportuarios habituales. La falsa alarma se saldó con unos alucinados aficionados belgas a la caza que se encontraron, a su llegada a España, con un inesperado comité de recepción que les inspeccionó cuando descargaban sus escopetas ansiosas de perdices en Castilla-La Mancha.

A este estado de nervios permanente contribuyen declaraciones ciertamente delirantes como las del ministro del Interior, que aseguró tener un operativo dispuesto a impedir el retorno de Puigdemont en el maletero de un coche o en un ultraligero, como si “Puchi” fuera una mezcla entre James Bond y McGiver, capaz de emular hazañas similares a la de Matías Rust aterrizando en una pequeña avioneta en plena Plaza Roja de Moscú. Un delirio.

'Manda huevos que, al final, el mejor trabajo de espionaje lo haya hecho un cámara de Ana Rosa filmando los mensajes de móvil del huido’

 Como en el Gobierno no tienen toda la fe depositada en el CNI del general Sanz Roldán, han movilizado también a los servicios de inteligencia de Policía y Guardia Civil, quienes, en opinión de algunos responsables, ofrecen mayores garantías en este caso por su mayor versatilidad a la hora de improvisar sobre la marcha en un juego del que se desconocen los pasos a dar por el huido. Agentes en Bruselas y aquí, en Madrid, analizan todas las hipótesis, hasta el punto de hacerse con planos detallados de todos los helipuertos de España para tener controlada también esa posibilidad de entrada en el país.

 Al final dos hombres y un destino. Dos hombres y un huido. Félix Sanz Roldán y Juan Ignacio Zoido, actuando como el mítico teniente Phil Gerad contra “el fugitivo” por antonomasia, el doctor Richard Kimble, llamado ahora Carles Puigdemont. Por imaginación que no quede en una aventura lisérgica que involucra a este perplejo país en una obra escrita a medias entre Ramón María Del Valle-Inclán y Carlos Arniches. Esto es, una síntesis alucinada entre el esperpento y el sainete.

De todo esto cabe quedarse con la frase pronunciada, literalmente, por un alto cargo policial: “Manda huevos que, al final, el mejor trabajo de espionaje lo haya hecho un cámara de Ana Rosa filmando los mensajes de móvil del huido”. Tal cual. Como en la T.I.A. de Mortadelo y Filemón.

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