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Opinión

El México de AMLO y Cuarón

Andrés Manuel López Obrador.

La película de Alfonso Cuarón (Ciudad de México, 1961), Roma, refleja el México de los años setenta, los años de la Olimpiada en aquel país (1968), pero algunos de sus rasgos más problemáticos -la violencia y el dominio machista que aparecen en el film- siguen siendo característicos del México que gobierna hoy Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el nuevo presidente de esa república.

De los tres grandes directores actuales mexicanos, amigos entre ellos, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro ( Jalisco, 1964) y Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963), es Cuarón el que representa más la importancia cultural de esa generación, pues Roma se ha convertido en el testimonio del cambio en todos los órdenes que México está experimentando en el presente. Y no sólo fuera de México, con la perspectiva que obtenga el Oscar a la mejor película en los Estados Unidos del muro y de Trump, sino porque ha sido vista dentro de México (al parecer la película ha sido proyectada con un camión a lo largo del país), produciendo un gran debate en la sociedad mexicana, en un momento de reflexión social con el nuevo gobierno de AMLO.

México, en la actualidad, se está configurando como una fuerza cultural y política de nuestro tiempo, importantísima en Iberoamérica y en el mundo globalizado en el que vivimos,  con un parecido calado al que tuvo en los años que refleja el film de Cuarón, los años, no lo olvidemos, en que Octavio Paz rompió con el PRI e inició una revisión crítica del pasado (nacionalista y revolucionario) de México, que le llevó a una militancia cosmopolita de defensa de la democracia representativa, que tanto influyó en su país y en España. Aún recuerdo con emoción su presencia en una prolongada tertulia con él, cuando vino a Cataluña a arrojar las cenizas de Carlos Barral (1928-1989), a su mar Mediterráneo.

‘Roma’ retrata el racismo que subyace en las relaciones de ricos y pobres; para los pobres el relativo bienestar económico llega en forma de nuevos abusos e iguales discriminaciones

Roma ofrece muchas lecturas. No es una película ideológica, en el sentido de promover soluciones acabadas a los grandes problemas que expone, como son la violencia política y la situación social de las mujeres; especialmente, las mujeres de origen indígena y pobre, como el de la protagonista, Cleo, una criada, engañada sexualmente por su pareja, Fermín, un auténtico estúpido, integrante de los grupos paramilitares que llevaron a cabo la matanza del “Corpus Christi de 1971”, cuando el gobierno del presidente priísta, Luis Echevarría Álvarez (Ciudad de México, 1922), llevaba a cabo secretamente una represión brutal, por la que años más tarde sería procesado por genocidio.

La película muestra la dualidad del México de entonces, el crecimiento de la riqueza de las clases acomodadas, la relativa liberación de las mujeres de la burguesía local (como será el caso de la “señora” de Cleo, igualmente engañada como ella), y el racismo que subyace en las relaciones de los ricos con los pobres, para quienes el relativo bienestar económico llega en forma de nuevos abusos e iguales discriminaciones.

Cleo se queda preñada del imbécil de Fermín, un energúmeno de la siniestra banda de los “Halcones”, un grupo de asesinos utilizados por el gobierno de Echevarría, y cuando confiesa a su señora que está “con encargo” (preñada), ésta decide llevarla a que la vea un médico. Cleo se deja hacer lo necesario para parir a su hijo, como madre soltera (todavía miles de mujeres hoy sufren abandonos por sus parejas, sin obligaciones para los padres de las criaturas), pero en la película se comprueba que no existe ningún método de control de natalidad para mujeres como ella, y tampoco los médicos le preguntan a la pobre Cleo si quiere tener el hijo del canalla de Fermín. En un momento clave del film, Cleo descargará entre sollozos sus sentimientos con la criatura, fruto de la relación con su novio, experto  en artes marciales.

En lugar de perfeccionar el pluralismo y los controles del poder político, AMLO parece querer recuperar los ideales revolucionarios del PRI originario

Roma plantea el problema de la dominación y del control del ejercicio del poder. Tanto al novio de Cleo, como al irresponsable marido de la señora de Cleo, aunque sean odiosos, no les pasa nada. La impunidad es la consecuencia de un poder sin control. Da lo mismo entre individuos, que entre gobernados y gobernantes. Alfonso Cuarón consigue entrelazar la vida de unas mujeres engañadas, sojuzgadas como Cleo, con los abusos de una manera de gobernar que caracterizó al PRI mexicano, durante tantos años. El PRI, su nacionalismo, además, le permitió situarse equidistante de Estados Unidos y de la Unión Soviética, y por eso sus desmanes y sus violaciones de los Derechos Humanos, nunca fueron denunciados en los foros mundiales. México vivió creyéndose un ejemplo de progresismo internacional. Ante eso, Octavio Paz alzó su voz en contra. 

Lo que AMLO está haciendo desde el poder, y lo que planea para el futuro, no parece que pueda terminar con las viejas dominaciones, ni con las consecuencias de la falta de un completo Estado de Derecho en México. Aunque lleno de buenas intenciones, AMLO carece de un proyecto para el futuro, y sólo pretende liquidar lo que él denomina el “neoliberalismo”. En lugar de perfeccionar el pluralismo y los controles del poder político, AMLO pretende volver a los ideales revolucionarios del PRI originario, que no fueron verdad, ni serán posibles. 

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