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Opinión

¿Lapo o lazo?

El portavoz de ERC, Gabriel Rufián

En el fondo, da igual si un diputado de Esquerra escupió o no al ministro Borrell de manera física. Lo grave es el lapo cotidiano, tenaz, que supone para la más elemental cortesía parlamentaria la chulería de Gabriel Rufián.

Hay gente que está encantada de conocerse. Rufián es un magnífico ejemplo de ello. Depositario del gesto 'perdonavidas' de un matón de autos de choque, detentador de la risa fácil y al sesgo del jefe de la banda de tu barrio, medio caricato, medio filibustero, de Rufián pueden decirse estas y muchas cosas, salvo que sea aburrido. Su histrionismo es total, absoluto, desmedido, consiguiendo hacer pasar a Joan Tardá como un comedido parlamentario de faz tan hierática como la de Giulio Andreotti.

Porque Rufián está en el parlamento para eso, para el pan – el suyo - y para montar el circo. En las antípodas de lo intelectual, de lo sensato, de cualquier noción de cultura entendida como base para el razonamiento, al personaje en cuestión le place la bronca tabernaria, el insulto, el “Que te meto” tan kitsch, tan propio de un personaje del gran Juan Marsé. Rufián es lumpen porque no sabría ser otra cosa, pero también porque le gusta, porque le encanta ser el centro de todas las miradas, porque esa es su venganza contra los que saben más que el, cosa nada difícil, ciertamente.

Rufián es lumpen porque no sabría ser otra cosa, pero también porque le gusta, porque le encanta ser el centro de todas las miradas

Ese monstruo lo ha creado el proceso y la estupidez de la transversalidad. Enseñan a Rufián para justificar que lo suyo es de todos los catalanes, incluidos los Rufianes, los dandis poligoneros, los piropeadores de Chonis, justo esos con los que la Ferrusola no quería que jugasen sus hijos, los que se han criado – nos hemos criado – entre canciones de Manolo Escobar. Rufián les sirve de coartada a los de los siete apellidos catalanes y este lo sabe, pero le da lo mismo. El disfruta de su papel con ese rostro a medio camino entre El Campesino y Abd El Krim, con sus aires de reventador de revistas pizpiretas. No creo que exista diputado más feliz que Rufián, que seguramente rezará o lo que sea a diario para que esto no termine jamás porque, si terminase, ¿qué haría, de qué viviría, como regaría a diario la enorme finca manifiestamente mejorable de su tremendo ego?

Rufián es la Belén Esteban de las Cortes, pero eso no debería sorprender a nadie. Esta es la sociedad que hemos construido, la del mínimo esfuerzo y la máxima incultura, la que ríe las gracias al maleducado mientras se burla del culto. ¿Qué querían, que después de sembrar abrojos tantos años ahora cosecháramos orquídeas? Borrell, hombre instruido a la francesa, culto, preparado, debería tener muy presente que ante tales individuos no hay nada que esperar, salvo el lapo. El lapo o el lazo, que utilizan como arma arrojadiza a la cara de quienes consideran sus enemigos.

Rufián disfruta de su papel con ese rostro a medio camino entre El Campesino y Abd El Krim, con sus aires de reventador de revistas pizpiretas

Lapo o lazo, he ahí lo único que ofrece Rufián, el lapo de su ignorancia cósmica, ilimitada, descomunal, o el lazo de la mentira, del engaño, de la excusa para que unos, los ricos, lo sean mucho más a costa de los de siempre. Rufián y su partido han sido hasta ahora aliados de la derecha más podrida de toda Europa que, como se ve, acaba aliándose con la extrema derecha. Pero eso debe ser pecatta minuta para el hombre, que considera, como PSC y PSOE, que todo lo malo que sucede es por culpa del PP y de Ciudadanos. Cuando escuchaba ayer que si Rufián se producía en la Cámara como lo hacía la culpa la tenía el PP por calentar el ambiente, no supe si reír o llorar.

Pero las sutilezas políticas no caben en Rufián ni en su partido, que igual votan a favor de Sánchez en una investidura full que luego pasan a emplear el lapo contra un ministro de su gabinete. ¿Qué importará todo esto si a final de mes cobramos igual y, encima, nos sacan en la tele? Es la política del tuit, de la foto en Instagram, la antítesis del discurso sosegado y contundente fundamentado en el intelecto, la ideología, el análisis. No hace falta sudar tanto si con salir con una impresora en los brazos ya eres trending topic, piensa Gabriel. Es la misma y lamentabilísima manera de ver la vida que los espectadores de Mujeres, hombres y viceversa. ¿Estudiar una carrera, si lo fácil es ser tronista? Claro, la comparación es imbatible. Efectivamente, es más sencillo y da muchos más réditos liarse con un famoso o famosa, ejercer de parachutista del corazón y luego hartarse a vender exclusivas hasta de cuando te cortas las uñas de los pies.

No le pidamos a Rufián que vaya más allá del lazo y del lapo, porque puede decirnos que, al fin y al cabo, él cobra mucho menos que esos famosos del corazón a los que aludía. Pero en medio de toda su orgía mental de gallito imbatible, de príncipe de la discoteca, yo quisiera hacerle una sugerencia. Mire, la gente como usted hace gracia un rato, pero acaba siempre con los juguetes rotos, esos que, de tanto uso, acaban por perder algún resorte que los deja tristes, inservibles, sucios e ignorados en cualquier cubo de basura de la vida. Bien sé que todos hemos de acabar así de algún u otro modo, pero ni se imagina el consuelo que da en esas condiciones poseer una sólida cultura, unas buenas maneras, en fin, eso que llamamos modales civilizados.

Porque un lapo en el congreso puede ser algo novedoso y que llame la atención, pero en la basura no es más que una redundancia estéril e inservible. Lo mismo le digo del lazo.

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