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Opinión

Jorge Javier Vázquez y de cómo el coronavirus ha rematado a la política... y al periodismo

Jorge Javier Vázquez

Compareció Pedro Sánchez el pasado martes a la hora en la que Telecinco emite Sálvame. El discurso logró un 22,5% de share, que fue muy superior al de sus competidores y, desde luego, al de la televisión pública, cautiva y desarmada. Se ha producido un fenómeno curioso en estos tiempos de preocupación, enfermedad y ruina, y es que los directivos de 'la cadena amiga' parecen haberse dado cuenta de que la mezcla del corazón con la política funciona, lo que ha provocado algunas situaciones que rozan el esperpento.

La más evidente es la que surgió después de que el periodista Alfonso Merlos -otrora rostro de cabecera en la televisión de los Obispos- sufriera cierto percance en una videoconferencia. Sucedió que, mientras hablaba, apareció en la imagen una muchacha medio desnuda que algunos no tardaron en identificar, pero cuyo nombre no viene al caso. Las imágenes se emitieron en un programa que dirige en YouTube Javier Negre, quien se autoproclama como uno de los principales arietes contra el Gobierno.

Esto provocó un ataque de cuernos en la exnovia de Merlos, que fue concursante del programa Gran Hermano hace muchos años. También sirvió para que se pusiera en circulación una absurda teoría de la conspiración que dice que Telecinco ha intentado desacreditar a la derecha mediática con un lío de faldas para hacer un favor a Moncloa. El ritmo de los medios de comunicación es tan rápido que hay quien se pasa de frenada y, un buen día, sin previo aviso, comienza a delirar. Se produce entonces una situación similar a la que vivió 'El pequeño Nicolás', quien aceleró sin control y, claro, descarriló. Convendría repartir ansiolíticos y antipsicóticos entre unos cuantos por estos mundos de noticias, egos y puñaladas traperas.

El ritmo de los medios de comunicación es tan rápido que hay quien se pasa de frenada y, un buen día, sin previo aviso, comienza a delirar

El caso es que la cosa que no queda ahí, pues en uno de los programas de Sálvame de esta semana, Jorge Javier Vázquez se encaró con uno de los colaboradores de su tertulia por hacer una alusión al chalé en Galapagar del matrimonio de ministros más contestatario. Durante la refriega, el presentador afirmó: “Este programa es de rojos y maricones. Quien no lo quiera ver, que no lo vea”. Y se acabó.

La consistencia del personaje se puede apreciar al consultar la entrevista que concedió unos días antes a El País, en la que aseguró lo siguiente: "En estos momentos mi labor tiene que ser lo más aséptica posible".

Una mezcla peligrosa

Como los españoles están pendientes de la evolución de la pandemia y como este programa se emite durante varias horas al día, sus responsables han decidido durante las últimas semanas mezclar el corazón con algunos temas de actualidad relacionados con el coronavirus. En algunos casos, el cóctel ha funcionado, como cuando uno de los médicos que acuden el plató se empeñó en remarcar a “los abuelos” que no besaran a sus nietos para evitar contagiarse de la covid-19, cosa importante en esos días. El problema es que esa combinación de ingredientes a veces ha generado un híbrido monstruoso, como el otro día, cuando Vázquez pronunció las palabras “rojos y maricones” y se lanzó al suelo para expresar su desesperación por la opinión de un tertuliano 'de derechas'. Rebozado en la moqueta por disentir. Ése es el nivel.

Es curiosa la evolución del periodismo del corazón -que respeto totalmente-, pues en pocos años pasó de hablar de familias reales, nobles, toreros y folclóricas, a tratar los asuntos de bajo vientre de siliconadas y anabolizados cuyo mayor mérito es haber participado en un concurso de tele-realidad o haber pernoctado con algún personaje del círculo televisivo.

Pero lo más llamativo es que ese camino descendente también lo ha seguido la política, una actividad que ya sólo reivindican quienes abrevan en ella desde hace muchos años y no sabrían hacer otra cosa, pues como los animales domesticados no sobrevivirían más que unas horas en estado salvaje, hay quien fuera del Parlamento le esperaría un destino similar al de Carpanta.

Ese camino descendente también lo ha seguido la política, una actividad que ya sólo reivindican quienes abrevan en ella desde hace muchos años y no sabrían hacer otra cosa

Toda formalidad ha sido sustituida por recetas populistas, cebos, globos sonda y titulares rimbombantes. Por esas frases facilonas que hacen las delicias de quienes dirigen las tertulias televisivas, ávidos de carnaza para ofrecérsela a esos contertulios planos que acaban convertidos en parodias de sí mismos. Entre ellos, periodistas que otrora tuvieron renombre y expolíticos que también vivieron tiempos mejores.

La situación es tal que las frases sensibleras de los discursos de Pedro Sánchez no alcanzan mucha mayor profundidad que los monólogos de Jorge Javier Vázquez; del mismo modo que las deducciones de Adriana Lastra no son de mayor calado que las de esa Ylenia o ese Rafa Mora. Y culebrones como el que se produjo durante la patética negociación de investidura no son de una mejor factura que los montajes sobre amoríos del siempre efervescente vástago de Isabel Pantoja.

Política a golpe de clic

El sensacionalismo televisivo y las redes sociales son demasiado atractivos y ningún partido ha rechazado la dosis de vergüenza ajena que le esperaba en estas plataformas. Ese populismo mediático ha impregnado su estrategia y su toma de decisiones, hasta el punto que las reacciones en Facebook son tenidas en cuenta para alicatar el discurso y perfilar las decisiones. Los ciudadanos están en manos de asesores y políticos que dejaron de mirar la carretera para concentrarse en absurdos sondeos de opinión y reacciones virales. Conviene atarse los machos para esta 'desescalada', pues mucho me temo que muchas decisiones se tomarán para contener la ira que unos u otros hayan expresado en Twitter, y no por criterios científicos. Hay quien se pierde en el análisis de zarandajas, pero ésta es la realidad que vivimos.

Las rectas del corazón y la política se han cruzado en el mismo punto en los últimos días, como ha sido el plató de Sálvame, el gran reclamo televisivo para los amantes del género. Hay quien dice que el discurso de Vázquez sobre “los rojos y maricones” beneficia al Gobierno, mientras que otros sostienen que ayudará a crecer a Vox. En mi opinión, la enfermedad va más allá de las dos palabras de un presentador con más ínfulas que capacidad discursiva. Sus grandes síntomas se han manifestado en esta crisis y han dejado claro, por encima de todas las cosas, que no somos un país serio ni fiable. En nada y para nadie.

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