Quantcast

Opinión

Inmigración, entre populismos y demagogias

Pablo Casado visitó a un grupo de inmigrantes días después de ser elegido presidente del PP.

El problema de la inmigración es muy complejo. Esta frase, que parece (y es) una obviedad, no está en la mente de nuestros representantes políticos y sociales. La inmigración, para todos aquellos que tienen chófer, es una ocasión excelente para hacerse una foto (indecorosa, inmoral) o ganar un titular. Y para todos aquellos que repelen a los que tienen chófer es una excusa ideal para hacer una pancarta, una bandera. La inmigración es un problema global y humanitario de soluciones complejas en tanto que afectan a la estructura social y económica de un país. Por ello, hay que saber ser solidario, justo, coherente y práctico.

Abordar la situación de los migrantes tiene, básicamente, dos vertientes: mejorar la vida de otros seres humanos que su único 'delito' es haber tenido la mala suerte de nacer en un lugar peor y hacerlo de tal forma que su llegada suponga el mínimo quebranto posible (social, político y económico) al país de acogida. Negar la parte solidaria del 'rescate' es inhumano. Y esconder que la llegada masiva de inmigrantes tiene coste en varios ámbitos para quienes les reciben es demagógico. Pero la verdad es que la clase política europea, incluida aunque en menor nivel la española, no se atreve a ponerle el cascabel a un gato que tarde o temprano hay que solucionar. Pero, de momento, todo se arregla con parches. La política se mueve entre lemas y pancartas. Nada de profundidad, de ingenio, de visión humanitaria ni de Estado. Este es el nivel. La víscera o la inopia.

De momento, toda la política migratoria se mueve entre lemas y pancartas. Nada de profundidad, de ingenio, de visión humanitaria ni de Estado. Este es el nivel. La víscera o la inopia

El buenismo efímero de Pedro Sánchez con la primera crisis del Aquarius fue un golpe de efecto político. Pero fue eso, un efecto especial, un golpe visual para llamar la atención. Un acto carente de cualquier estrategia, del más mínimo cálculo para saber si la decisión tomada -sin duda generosa y humanitaria- traería consecuencias no deseadas. Y así fue. Por un lado, las mafias han podido poner de nuevo en el mercado las rutas a Europa ya que una puerta se abría. Del año pasado a este, por múltiples causas además de esta, se ha multiplicado por tres la llegada de migrantes.

Por otro, parte de la oposición corrió a descalificar la medida como si en el bote rescatado no viajaran personas sino enseres. Molestos e incómodos paquetes que al llegar a España no sabríamos dónde poner. Otra parte de los partidos políticos salieron raudos a ponerse medallas: "A mí póngame tres de los inmigrantes; en mi pueblo caben cuarto y mitad...", en un espectáculo de bochorno y propaganda demagógica de primer orden. Demagogia para recibir y populismo para asustar.

Medalla a la propaganda

La segunda crisis del Aquarius -¿cuántas más habrá?- ha vuelto a destapar las verdaderas intenciones de nuestros líderes políticos. Tras el cambio de rumbo de Pedro Sánchez, que ha recuperando la política de fronteras cerradas y CIE del PP, tanto Pablo Casado como Albert Rivera se han lanzado a destapar la evidente contradicción del presidente del Gobierno. El líder del Partido Popular publicó el pasado miércoles un tuit criticando la negativa temporal de Sánchez de acoger de nuevo a las personas rescatadas por el Aquarius.

Albert Rivera, en dura pugna por el voto más recalcitrante del electorado español, también pidió coherencia a Sánchez: "Son las autoridades europeas quienes deben procurar que la frontera sur de Europa atienda la situaciones de emergencia humanitaria y que esto no se convierta en una subasta inversa de a ver quién no se queda con ellos", señalaron desde Ciudadanos en una petición premonitoria de lo que iba a suceder.

El día 15, por sorpresa, el Gobierno español anunció un acuerdo a siete bandas para trasladar a suelo europeo a los migrantes acogidos en el Aquarius. Una respuesta, por una vez, coordinada por varios países en la que hasta la Italia del populista -y fiestero- Matteo Salvini va a colaborar. Hasta aquí, todo bien. Una golondrina no hace verano pero al menos Europa ha estado esta vez a la altura de las circunstancias. Pero ya conocido que la solidaridad se imponía al egoísmo, llegó el baile de egos. ¿Quién coordinó la operación? Según Pedro Sánchez, su Gobierno fue quien impulsó la solución.

Pero según el Gobierno de Malta, han sido ellos mismos -que siempre habían cerrado sus puertos- junto a Jean Claude Juncker y Emmanuel Macron quienes han liderado la idea.

De nuevo, la búsqueda del éxito efímero por encima del trabajo serio en pos de una solución efectiva y real para los próximos años.

Necesaria respuesta europea

Angela Merkel y Pedro Sánchez, en Doñana en agosto de 2018. La inmigración es una cuestión europea que reclama un análisis serio. Un estudio de las causas de las crisis migratorias en los países de origen, de las consecuencias de la llegada masiva de inmigrantes a nuestros países. Consecuencias que no tienen por qué ser negativas. En España hay miles de inmigrantes de todos los continentes trabajando codo con codo con los nacidos aquí. Personas que han llegado a nuestro país en barco, en avión, en tren, en coche o en patera y que han sabido y podido -a los que les hemos dejado- integrarse y colaborar con una sociedad que, no nos engañemos, los necesita. También han llegado inmigrantes con mala fe, ninguna gana de aportar ni de unirse a la sociedad sino más bien al contrario. Por ello es necesario el control riguroso.

La canciller alemana Angela Merkel, espejo en otros asuntos para tantos políticos de derechas en España, lo ha repetido en más de una ocasión: "Estoy convencida de que bien gestionada, la llegada de refugiados y la inmigración de tantas personas representan una oportunidad de cara al futuro" (Discurso del 31 de diciembre de 2015, publicado en 'Antología del discurso político', ed. Catarata). Una frase valiente. No hay, o no se ven, políticos así en España. En Portugal, estos días, Gobierno ha promulgado un nuevo decreto de regularización de inmigrantes sin papeles que busca frenar una posible pérdida del 40% de la población activa lusa en 2060. Quizás haya que mirar a los vecinos.

La clave del deseo de acoger y aprovechar la inmigración lanzada por la canciller alemana, que en honor a la verdad hay que reconocer que por las presiones de algunos de sus socios ha suavizado su postura, está en la primera parte de la frase: "bien gestionada". ¿Está Europa capacitada para gestionarlo bien? Desde luego que sí. ¿Quiere hacerlo? No. ¿Por qué? Por cálculos electorales pacatos y el miedo al populismo. ¿Quiere esto decir que hay que levantar las fronteras? Por supuesto que no. Hay que hacer políticas de inmigración en los países de origen y, mientras tanto, ofrecer un rescate y un trato humanitario justo y equilibrado a quienes se lanzan a huída de su país por razones económicas o políticas. De dejar tu casa por no tener trabajo sabemos mucho lo españoles. O sabíamos hasta hace unos pocos años...

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.