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Opinión

Ser o no ser: Hamlet susurra al oído de Albert Rivera

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

Ahora o nunca. Una oportunidad semejante se presenta sólo una vez en la vida política. Así se lo dicen a los máximos responsables de Ciudadanos desde ámbitos cercanos a su ideología, impulsores, que los hay a espuertas, del resurgimiento del centro. Los arúspices, cercanos a Albert Rivera, y las sibilas que hablan con Inés Arrimadas, no paran de susurrar a sus oídos el espléndido panorama que se presenta ante ellos si aprovechan el hueco abierto en la política de este país, ese espacio desamueblado que reflejan, a fecha de hoy, todas las encuestas y que han situado al partido naranja en una corriente de simpatía impredecible hace siquiera pocos meses.

En el headquarter de C’s (como diría Íñigo Méndez de Vigo), se afanan estos días en analizar pros y contras ante la posibilidad de navegar en el viento de cola que arrastra al PP hasta posiciones cercanas a la zona de descenso. La gente, sopesan, está cansada de Rajoy y quiere alguna propuesta innovadora que sea capaz de ilusionarla, siquiera sea un poco. Ése es el terreno en el que se mueven Rivera y los suyos, una opción inédita aún en el Gobierno de la nación que se muestra ante la sociedad incontaminada por esa peste llamada corrupción que amenaza con llevarse por delante a los populares enredados en el azul de Gürtel, Lezo, Púnica, y demás estaciones de un via crucis interminable.

Ciudadanos cuenta con una victoria en la mano, su triunfo en las elecciones catalanas del 21-D que les conjura la sombra de partido diletante que se les adjudica desde un PP a la desesperada. El valor de ese resultado tiene como peligro la inflación que supone el transcurso del tiempo y la propia evolución de los acontecimientos políticos. Dicho de otro modo, cada día que discurre el brillo del triunfo catalán vale menos porque empieza a darse por amortizado poco a poco. Además, el buque naranja comienza a sentir el efecto de las cañoneras populares orientadas a su proa. La consigna marianista es actuar con contundencia para porque la competición es un juego de suma cero. “O se aprovecha el tirón actual o nos podemos arrepentir no tardando mucho”, explican a quien quiere escucharlos los demiurgos de cabecera cercanos a Rivera.

Arúspices y sibilas de ocasión deslizan consejos al líder de Ciudadanos para lanzar una ofensiva en toda regla contra el Gobierno de Rajoy"

Con todo lo que más les inquieta es el manejo de los tiempos, no precipitarse, pero tampoco correr el peligro de que se les pase el arroz. Es todo una cuestión de mera estrategia, de puro calculo de proyecciones realizadas a tenor de lo que marcan los estudios demoscópicos. De ahí la prisa y las recomendaciones de no desaprovechar la oportunidad. El guión que manejaban algunos asesores al estilo Hamlet, debatiéndose entre el ser y no ser, después de venirse arriba con las encuestas, pasaba por mostrar un absoluto desapego hacia los populares y responder a sus criticas de manera contundente, incluso barajaron la posibilidad de activar la táctica letal de dejar caer a Rajoy mediante la no aprobación de los Presupuestos, lo que  situaría a Ciudadanos en el papel que jugó en 1996 el representante de CiU en el Congreso, Joaquim Molins, cuando pronunció aquella frase lapidaria dirigida a la bancada socialista comandada por Felipe González: “Hasta aquí hemos llegado”, y ése fue el inicio del tiempo de descuento de la larga etapa del PSOE en el poder de manera ininterrumpida. Ha sido Rivera quien ha tascado el freno y ha descartado esa posibilidad apelando a la responsabilidad que se espera de él. El abandono del escaño en el Senado de Pilar Barreiro ha sido la condición cumplida por los populares a la que Ciudadanos dará la respuesta afirmativa acordada a las cuentas públicas, sin sorpresas.

Inesperadamente los sondeos han confirmado otra línea de captación de votos que comienza a ser significativa proveniente del desencanto socialista, cada vez con mayor auge. Los errores de bulto cometidos por el PSOE hacen que muchos de sus votantes ocasionales busquen el calor de  las playas naranjas ante el frío que les produce el acercamiento ártico a Podemos, un empeño en el que los de Sánchez pueden salir como el gallo de Morón, “sin plumas y cacareando”.

El temor que existe en la formación naranja es que se les pase el arroz de la victoria del 21-D en Cataluña y que el PP logre salir de la zona de descenso en la que actualmente se encuentra"

Con todo, el miedo de los conspicuos consejeros del partido naranja es que se les acabe marchitando su momento de gloria,  cuando esa posibilidad, en su mero enunciado, encierra una carga profunda de inseguridad y falta de fe en las propias fuerzas. Difícilmente puede malograrse algo que no ha llegado a materializarse. Lo que manejan no es sino una posibilidad que encierra el principio e incertidumbre inherente a todas las hipótesis. Otro miedo latente es la resurrección política de Rajoy, un político que ha demostrado tener más vidas que nadie en el ámbito de la Administración, con cinco ministerios, una vicepresidencia y dos legislaturas como presidente y con pretensiones de alargarlas a una tercera a poco que pueda y le dejen, bien sea por sí o por persona interpuesta, y aquí están abiertas todas las quinielas en el arcano indescifrable de la sucesión en el PP, de la que, si les parece, hablaremos otro día.

Albert Rivera debe tener extremo cuidado con los múltiples consiglieri que se le acercan a diario en procura de un hueco al sol naciente que proclama su partido. Y recordar, de paso, que las prisas no son nunca buenas consejeras, singularmente si se ha hecho de la responsabilidad y el sentido común, estandartes de actuación política. Lo que quizá tenga utilidad ahora, más que ensayar formas de derribar al Gobierno propias de aprendices de brujo, es resaltar la imagen de formación fiable que pone a España por encima de su propia ambición. Tiempo tendrá de asumir responsabilidades al más alto nivel sin buscar atajos tan peligrosos como inciertos. Lo que sea, sonará, pero a su debido tiempo, cuando cesen los cantos de sirena y llegue la hora de recoger los frutos después de haber sembrado. Bien mirado el tiempo de la recolección, para él y los suyos, tampoco parece estar tan lejos.

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