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Opinión

Ferreras, las mascarillas de Ayuso y los pecados de todos nosotros

Antonio García Ferreras

Tiene el mundo libre algo que es positivo y nocivo a la vez, y es que cada cual puede arruinar su vida como considere oportuno. La esencia la sintetizó Manuel Machado, en unos versos que algunos consideran que David Bowie adaptó en una de sus cimas musicales: “La vida es un cigarrillo / Humo, ceniza y candela / Unos lo fuman de prisa / y otros lo saborean”. Como existe un amplio margen para el pensamiento autónomo, hubo quien convocó una manifestación hace cinco años para conmemorar el aniversario de la muerte de un perro, llamado Excalibur, al que se sacrificó por pertenecer a una paciente del virus ébola. Solo quien haya disfrutado de este animal sabe de su capacidad para mejorar la existencia de quienes tiene a su alrededor. Pero hombre, exigir la dimisión de un Gobierno por aniquilar a un can para evitar la expansión de una enfermedad, quizá resulte excesivo.

Hubo quien en su día pidió que rodaran cabezas en Moncloa como consecuencia de la crisis del ébola, pero digamos que ha demostrado un muchísimo menor nivel de crítica con la gestión del coronavirus. Con la Administración que le conviene, claro está. El otro día se registró un episodio que resume muy bien la actitud que han seguido los medios con respecto a este tema. Sucedió durante el programa Al Rojo Vivo, de Antonio García Ferreras, cuando el citado periodista sacó el tema del reparto de mascarillas gratuitas en las farmacias de la Comunidad de Madrid.

En 2008, las barras de bar se llenaron de comentarios sobre la 'prima de riesgo', un concepto técnico que se universalizó entre la población. Desde que el coronavirus comenzó a amenazar nuestras vidas, quien más, quien menos, ha aprendido a distinguir los diferentes tipos de mascarillas que existen y el nivel de protección de cada uno. Cosa que, si se piensa, resulta un tanto surrealista, pero es así. El caso es que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso distribuyó las del tipo FPP2 y, claro, como en La Sexta no debe caer especialmente bien, había que buscarle los tres pies al gato a esa decisión política.

Entonces, Ferreras conectó con una periodista, que afirmó algo así, haciéndose eco de las declaraciones de algunos expertos: “No son las más recomendables. Al menos es lo que dicen esos médicos y especialistas de salud pública, que afirman que sería suficiente con una mascarilla quirúrgica. La FPP2 es más incómoda que llevar. Al final, la gente se toca más la cara y acabamos haciendo algo contrario a lo que queremos, que es evitar esa transmisión”.

Publicidad institucional

Como cada cual “se fuma la pandemia” como quiere, ha habido quienes se han dedicado durante estas semanas a escrutar cada movimiento del 'enemigo' y a forzar la crítica contra sus objetivos hasta resultar paródicos, lo que ha vuelto a demostrar que hay una buena parte de los medios de comunicación que se mueven por sus fobias y por sus filias. Que, casualmente, suelen estar moldeadas por quien pasa por caja. Es curioso porque, según fuera el Ejecutivo o el Gobierno madrileño quien introdujera la campaña contra el coronavirus, el nivel de contestación hacia las decisiones de uno u otro ha sido mayor. Por supuesto, estas administraciones también saben dónde colocar esta publicidad para sacarle un 'mayor rendimiento'.

La situación no tiene pinta de mejorar en los próximos años, sino más bien al contrario, dado que a la crisis sanitaria le seguirá otra económica, que ya está aquí y que provocará cientos de despidos en este y en otros sectores. La recesión de 2008 sirvió para que algunas empresas del Ibex incrementaran su influencia en grandes grupos como Prisa y Zeta -entre otros varios-, pues muchos vieron en el 'poder económico' el último clavo ardiendo al que agarrarse y, claro, los favores siempre implican una obligación moral.

En este caso, todo será peor y más obsceno, pues las dependencias de los medios para con los anunciantes han aumentado ostensiblemente. Los muros de pago y derivados no funcionan, salvo excepciones, y los soportes tradicionales, como el papel o la televisión convencional, están en decadencia. El primero, al borde del ahogamiento. La segunda, en el inicio de la cuesta abajo.

Un enfoque equivocado

Difícilmente lograrán los diarios convencer a un buen número de ciudadanos de abonarse a sus servicios porque las redacciones están bajo mínimos, tras años de recortes y despidos. Por otra parte, los responsables de estas empresas se han empeñado en dedicar una buena parte de sus recursos a la realización de temas mucho más cercanos a los intereses de los anunciantes que a los de los ciudadanos, lo cual han hecho para que el Ibex siga pasando por caja. Se promocionan como periódicos 'para personas que quieren influir y tomar buenas decisiones' -y fórmulas similares-. En realidad, a quienes intentan seducir es a quienes pasan por caja.

No se recordará esta crisis por el especial tino de los medios a la hora de trasladar lo que ha ocurrido a pie de calle. Lamentaba un directivo de Torrespaña este jueves la decisión que tomó quien está allí al mando de ofrecer de forma íntegra las ruedas de prensa de los ministros. Decenas de minutos cada día dedicados a la propaganda institucional y bien aderezados con otra buena ración de actividades festivas dentro y fuera de los hospitales y balcones. No ahora, sino cuando morían al día más de 800 personas.

No se recordará esta crisis por el especial tino de los medios a la hora de trasladar lo que ha ocurrido a pie de calle.

El punto culminante de esta crisis no lo ha puesto la inverosímil crítica de García Ferreras al reparto de mascarillas en las farmacias de Madrid, sino el surgimiento de un infame panfleto, llamado La Última Hora, y dirigido desde las entrañas de Podemos, pese a que su directora lo define como “independiente”. Prensa de partido en los tiempos del cólera, destinada a practicar el matonismo con quien no trague con el populismo de la formación morada. Lo que faltaba.

Desde luego, ante la complacencia con los pagadores y paródica voracidad con los enemigos políticos de los medios, hay veces que la mejor opción es la de no leer, escuchar ni ver ninguna noticia.

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