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Opinión

Exshowmación

José Cristóbal Franco, Luis Alfonso de Borbón, Francis Franco y Jaime Martínez-Bordiú, entre otros familiares de Francisco Franco, portan el féretro con los restos mortales del dictador

Iba a ser, de acuerdo con el compromiso públicamente adquirido por Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno en funciones, un acto “discreto, respetuoso, sin periodistas”. Un mero trámite, aséptico y administrativo. Sería en la madrugada del domingo al lunes, para no disturbar a la congregación religiosa que en el Valle de los Caídos reside. “Cuando os levantéis, ya habrá acabado todo”, aseguraban en La Moncloa. 

Nada de lo anunciado se ha cumplido. El Ejecutivo de Pedro Sánchez tiene enormes problemas para hacer realidad sus promesas y se desenvuelve con mayor soltura por el territorio de la falsedad. Así ha sido desde el primer día: promovió la moción de censura contra Mariano Rajoy para convocar inmediatamente elecciones generales, no iba a pactar con los secesionistas, iba a publicar las listas de amnistiados fiscales, no iba a gobernar por decreto…

El proceso de exhumación de los restos de Francisco Franco consuma esta heterodoxa legislatura. El traslado de los huesos del dictador desde el Valle de los Caídos hasta el cementerio de El Pardo para dar cumplimiento a la Ley de Memoria Histórica ha derivado en un ‘show’ vergonzante, con ribetes casi circenses y con un indisimulado cariz electoralista: quinientos periodistas acreditados; un dispositivo policial de medio millar de efectivos, superior incluso al que días atrás hizo frente a la barbarie revolucionaria que asoló las calles de Barcelona; un despliegue apabullante de la televisión pública... 

No, señor presidente en funciones, no. España cumplió consigo misma mucho antes de que usted tuviera uso de razón

Ha sido, por tanto, un grosero incumplimiento de lo prometido que ha dado como resultado un espectáculo entre lo bochornoso y lo cutre. Nada se ha evitado. Ni la fecha elegida, a dos semanas de la cita con las urnas, ni la desvergonzada aparición de Sánchez en mitad de los telediarios. “España cumple consigo misma”, sentenció ante las cámaras, en una declaración pomposa y afectada.

Pero no, señor presidente en funciones, no. España cumplió consigo misma mucho antes de que usted tuviera uso de razón. Lo hizo con la Ley para la Reforma Política (Ley 1/1977, de 4 de enero), aprobada el 18 de noviembre de 1976 por las Cortes franquistas con el apoyo del 81% de sus 531 procuradores y respaldada por un referéndum posterior que logró el 94,17% de los votos a favor con la participación del 77% del censo.

España cumplió de sobra consigo misma con la reconciliación entre vencedores y vencidos (los herederos de Franco, con Adolfo Suárez al frente, y el Partido Comunista de España de Santiago Carrillo, la única oposición que tuvo el franquismo en su larga vida) plasmada en la Constitución de 1978, esa carta magna que ha proporcionado a España el mayor periodo de paz y prosperidad de su historia.

Y lo peor es que su insensata puesta en escena ha servido para desenterrar esos demonios familiares históricos, tan peligrosos para la convivencia, que tantos españoles creíamos enterrados para siempre

Aquella reconciliación selló el abrazo entre dos bandos que se habían perseguido con saña a través de la II República, la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista. Nunca más una guerra entre hermanos. Ese fue el regalo de concordia que se dieron los españoles, gracias a la extraordinaria generosidad de vencedores y vencidos. Vive y deja vivir. De modo que usted, señor Sánchez, no ha reparado nada. En la historia de España, y a menos que acontecimientos futuros nos desmientan, usted es un don nadie, un oportunista sin escrúpulos, un vividor de la política que no ha tenido empacho en utilizar esta ‘exshowmación’ para hacer propaganda partidista a dos semanas de la jornada electoral del 10 de noviembre. 

Y lo peor es que su insensata puesta en escena ha servido para desenterrar esos demonios familiares históricos, tan peligrosos para la convivencia, que tantos españoles creíamos enterrados para siempre. Basta ver la reaparición de esos nostálgicos del régimen franquista que han aprovechado la ocasión para hacerse notar, a pesar de que, afortunadamente, ya sólo son una marginal minoría de la sociedad española. Poner en riesgo la convivencia por mor de ganar para los libros de historia una guerra que los Largo Caballero, Negrín, Prieto y compañía perdieron en los campos de batalla es una tremenda irresponsabilidad. 

Pues bien, ya está Franco fuera del Valle de los Caídos. Ya hemos acabado los españoles con los problemas que nos afligen. Ya hemos solventado el envite que el separatismo catalán le ha planteado a la unidad, que es tanto como decir a la convivencia y la prosperidad, entre españoles. Ya hemos acabado con las cifras de paro (alarmantes los últimos datos, que es lo que en última instancia pretendió ocultar el 'show' de marras), ya está resuelta la obscena politización de la Justicia y también la quiebra anunciada del sistema de pensiones… Cuestiones todas que son las que de verdad preocupan a la mayoría de los ciudadanos. Pero Sánchez, por su parte, ha anunciado que seguirá sacando huesos del Valle de los Caídos. Ese es su auténtico programa electoral: seguir tirando de Franco hasta la náusea para hacer realidad sus expectativas políticas.

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