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Opinión

Mientras tanto España espera

El Gobierno de Pedro Sánchez

Desde aquel resultado electoral de 2015 que no permitió a Rajoy formar gobierno fácilmente, como era su costumbre, la actividad política se encuentra metida en un bucle de autocontemplación que no sirve de mucho al país. Demos por bueno que la democracia es así y que los partidos están en su derecho de establecer su propio posicionamiento ideológico, sólo faltaría. Pero tres años es un margen de tiempo demasiado largo para desaprovecharlo en marcar líneas rojas ideológicas y reforzar la siempre peligrosa idea de la ilegitimidad del adversario. Recuerde el lector o lectora que estuvimos a punto de tener unas terceras elecciones generales que tenían tantos partidarios ocultos que impedirlas le costó su prestigio a Javier Fernández dentro del PSOE.

La hiperactividad partidista ha contrastado vivamente en estos años con la escasísima producción gubernamental del despacioso Ejecutivo de Rajoy, finalmente aplastado por una evidencia de corrupción tan abrumadora que facilitó a Sánchez la mayoría parlamentaria suficiente para la censura.

Para la censura sí, pero no para sostener ni una sola de las decisiones de Gobierno. Ni una. Ya se han visto las dificultades para nombrar a Rosa María Mateo administradora única de RTVE, algo que -recordemos- es un apaño prácticamente de emergencia al haber sido imposible lograr apoyos para un Consejo que ya era él mismo provisional hasta el advenimiento de un concurso público que… ya veremos.

Si algún ministro o ministra pensó que podría hacer algo útil antes de celebradas nuevas elecciones, esta semana le habrá resultado muy esclarecedora"

Así que cuando la semana pasada llegaron al Congreso las cosas realmente serias, como los objetivos de déficit y el techo de gasto para los presupuestos 2019, el muro con el que se ha encontrado el Gobierno de Sánchez ha resultado insalvable. De un lado, por el muy esperable rechazo de quienes no le querían en Moncloa, y de otro por la diversidad tan contradictoria de los que fueron sus apoyos en la censura. Apoyos que no van a servir para sostener casi ninguna o simplemente ninguna decisión del nuevo Gobierno. Es comprensible el disgusto del PSOE con la deserción a última hora de su socio Podemos en la votación. Tanto, que recuerda al que sin duda se llevó en su día Rajoy con el PNV.

Pero es que los partidos no están ahora para pensar en nada que no sean sus cosas y la acción parlamentaria es simplemente una herramienta más para posicionarse públicamente y marcar territorio propio.

El PP está ahora tocando a rebato, levantando las banderas tradicionales para convocar a sus partidarios dispersos, pero también empezando a descubrir que las primarias, que lucen mucho en TV, rompen los partidos y suponen siempre el exilio político de los perdedores, como pasó antes en el PSOE y en Podemos. Son las reglas de todos los juegos de suma cero y las primarias lo son porque votar siempre será lo contrario a acordar. Desde luego, lo que no va a hacer Casado en este momento es apoyar al Gobierno absolutamente en nada.

En Podemos, tan acostumbrados como están a ser activistas no les resulta nada fácil encajarse el traje de socio de un Gobierno de los de verdad, que nunca sienta a nadie como un guante, sino que obliga siempre a tragar algún sapo, algo que sus exigentes votantes nunca aplauden. Tampoco ayuda a tales sacrificios ver cómo flaquean en las encuestas. 

Cuando han llegado al Congreso los asuntos realmente serios se ha podido visualizar hasta qué punto el muro que tiene delante el Gobierno es insalvable"

Ciudadanos cayó en el error de no haber cogido al vuelo la efímera oferta de elecciones anticipadas de Sánchez y, paradojas de la política, puede ser que finalmente se convoquen, pero ya sin gloria para Rivera. Perdida la oportunidad de influir de verdad en el Gobierno, los naranjas andan deambulando todavía a ver cómo recuperan el papel de ganadores que les daban los sondeos hace pocos meses. El rearme de Casado no les ayuda a encontrar descarriados que captar en el entorno del PP.

El PSOE mismo tiene en el Gobierno su herramienta fundamental de cara a las próximas elecciones. La calidad de sus ministras y ministros fue una gran jugada para presentarse como alternativa creíble a largo plazo, pero es de suponer que ningún miembro del Gabinete se habrá creído realmente que podría mover muchas cosas antes de que hubiese urnas. Si alguno lo pensó esta semana le habrá resultado muy esclarecedora.

Y así está España desde 2015. Entre los muchos defectos del aburrido bipartidismo no estaba la ruidosa inacción que caracteriza estos tiempos políticos de hoy, tan entretenidos mediáticamente como inanes para la acción de gobierno efectiva. Puede que todo venga simplemente de que estamos en pleno proceso de recolocación y búsqueda de nuevos equilibrios del post-bipartidismo, pero a ver si alcanzamos pronto ese momento, que mientras tanto España está esperando. 

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