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Opinión

Deterioro salarial y populismo

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La victoria de Trump ha reavivado todos los debates sobre el populismo y sus manifestaciones. Como Daniel Gascón ha resumido magníficamente, entre las explicaciones sobre las que pivotan estos debates destacan el efecto de la globalización, las características raciales, educativas o de ingresos en las decisiones del voto e incluso otras de más difícil comprobación. Aunque ciertamente no es la única causa, ni quizás la más importante, sí parece existir un cierto consenso en que las condiciones económicas han tenido un peso considerable en las decisiones últimas de los norteamericanos a la hora de elegir el voto.

Estados Unidos es un nuevo ejemplo de que las condiciones económicas pueden influir claramente en las preferencias de los votantes

Estados Unidos es un nuevo ejemplo de que las condiciones económicas pueden influir claramente en las preferencias de los votantes. En situaciones de precariedad económica, aquellos que la sufren tienden a observar con interés y esperanza propuestas vacuas y vaporosas, en un contexto dialéctico que termina enfrentando y dividiendo la sociedad entre una casta o “establishment” y unos perdedores o “pueblo”.

España no es ajena a esta tendencia. En los últimos años una parte considerable de los ciudadanos han entregado su confianza a un discurso populista que en otras circunstancias quizás no hubiera tenido tanto eco como hoy indudablemente sí tiene. Aunque de nuevo pueden existir razones variadas para tal entrega, el deterioro de las condiciones económicas ha sido un preciado caldo de cultivo para ciertos aduladores que han atraído hacia su causa a quienes depositan sus esperanzas en un gran cambio de rumbo de las decisiones políticas y económicas del país.

La precariedad del mercado de trabajo español puede explicar en parte esta tendencia. El gráfico que les muestro a continuación, además de ilustrativo, es contundente. En el panel A del mismo, por percentiles de salario base, bruto y neto anuales, pueden observar la tasa de crecimiento real de los mismos entre 2010 y 2014 según microdatos de la Encuesta de Estructura Salarial Cuatrienal. El salario anual cayó un 20 % entre aquéllos con salarios más bajos entre ambos años. Esta caída es similar independientemente del criterio que usemos para definir el salario. Una vez superado los salarios más bajos, la caída se estabiliza en el 5-7,5 %. Desde ahí se observan ligeras diferencias entre cada tipo de salario, aunque la lectura de lo ocurrido no cambia.

Gráfico 1.

En el panel B se observan mismos salarios y tasas de crecimiento, aunque en este caso por hora trabajada. La figura cambia radicalmente, siendo ahora los salarios más elevados los que se ajustan de forma más intensa. Sin embargo, como se muestra en el panel C este hecho viene explicado en gran parte por la singular caída de los salarios públicos además del aumento de las retenciones por IRPF entre ambos períodos. En C pueden comprobar que una vez eliminados los salarios públicos vuelven de nuevo a ser los salarios más bajos los que sufren un mayor ajuste.

Uno podría pensar que esto se debe principalmente a la caída de las horas medias trabajadas. La intuición es correcta, pero sería erróneo creer que es la única explicación. En la siguiente gráfica se muestra por percentil qué parte de la caída del salario bruto anual se debe a menos horas trabajadas y qué parte a reducción del salario. Pueden comprobar que ambas explicaciones son importantes y se refuerzan, siendo la primera algo más relevante que la segunda entre aquellos con menos salarios.

Gráfico 2.

Así, gran parte del ajuste salarial sufrido entre 2010 y 2014 ha sido tanto por reducciones de la remuneración por horas como, especialmente entre los de trabajadores de menor salario, por una fuerte reducción de las horas trabajadas. Hasta aquí mucho, y no poco relevante. La pregunta siguiente es ¿por qué han caído tanto las horas trabajadas? Creo que todos sabemos la razón. Recuerden que en esta encuesta sólo son tratados asalariados, por lo que el efecto del desempleo no se incluye en este ajuste. Es decir, la caída en horas trabajadas solo se puede explicar por los cambios en las pautas de contratación y no en las entradas y salidas del mercado de trabajo por parte de los trabajadores. Esto ha sido posible gracias a un aumento de la contratación a tiempo parcial, y que como todos sabemos, gran parte involuntario según datos de la EPA.

La rigidez del mercado para un conjunto de trabajadores exige una elevada flexibilidad para otros

Este hecho tiene una especial relevancia. Es indudable que este importante ajuste salarial esté relacionado con la fuerte contestación social de los últimos años y que, sin duda alguna, se ha canalizado electoralmente al apoyo de partidos que han sabido explotar esta demanda. Existe objetivamente, a mi entender, una razón para el descontento. Es cierto que podemos justificar los hechos desde un punto de vista económico. Podemos entenderlo desde razonamientos pragmáticos. Hasta podemos decir que macroeconómicamente tal ajuste salarial era necesario para equilibrar la economía española. Pero lo que no debemos es engañarnos con que este ajuste es inocuo socialmente y que no tiene consecuencias, o que éstas no están justificadas. Dicho ajuste ha sido mal redistribuido.

En este contexto, se hace imperiosa, como nunca antes, una reconsideración en profundidad no solo de nuestro modelo económico sino de nuestro mercado de trabajo. Lo he dicho mil veces y lo diré muchas más. Nuestro mercado de trabajo es ineficiente y altamente insolidario. Aunque en épocas de expansión es relativamente generoso con aquellos que más lo necesitan, en recesiones suele ser profundamente malvado con aquellos mismos con lo que fue amable. La rigidez del mercado para un conjunto de trabajadores exige una elevada flexibilidad para otros. Y son estos otros los que ven una y otra vez, cada vez que sufrimos un choque económico, como sus proyectos de vida se ven truncados.

No necesitamos una revolución. Necesitamos un “big-bang institucional”

No necesitamos una revolución. Necesitamos un “big-bang institucional” en palabras de Toni Roldán. Un rediseño desde las bases de nuestro mercado de trabajo. No necesitamos retoques. Nada de reformas sobre antiguas reformas. Necesitamos desmantelar gran parte de la regulación actual y diseñar una nueva. Y no solo del mercado de trabajo. Es imposible llegar a nada positivo con estos mimbres. Necesitamos buscar soluciones. Es tiempo, como ya he dicho en otras ocasiones, de ser valientes.

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