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Opinión

Chusma, hijos de puta, macarras y hostiables

El presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent.

Por si alguien no lo tenía suficientemente claro, todo eso y mucho más son aquellos que osan discrepar del supremacismo separatista. Esas perlas y muchas más le han dedicado en las redes sociales al diputado de C’S Carlos Carrizosa. ¿Su delito? Retirar un lazo amarillo en el Parlament.

“Usted no es nadie, señor Carrizosa”

Se lo ha dicho el presidente del parlament, Roger Torrent, a Carrizosa cuando este ha retirado un lazo amarillo que ocupaba un escaño vacío. Hace falta mucho sectarismo para negarle en sede parlamentaria a un diputado electo su condición ni que sea de representante de sus electores. Para el proceso separatista no eres nadie ni tienes derecho a nada si no comulgas con sus utopías racistas, con su delirio excluyente y xenófobo. Hay que decirlo con todas las letras, Torrent nos ha retrotraído con su conducta a otros escenarios en los que el presidente de la cámara impedía hablar con libertad. Repase el lector la agonía de la república de Weimar y como acabó aquel malhadado Reichstag.

Carrizosa tiene todo el derecho a retirar un lazo amarillo, máxime cuando este se coloca en el banco del Govern. Porque un grupo parlamentario puede poner lo que quiera en sus escaños, como si se trata de un busto de Sagasta o una foto de la mula Francis, pero el lugar que ocupan los Consellers es sagrado, puesto que el Govern, o es de todos o no es de nadie. Eso jamás entenderán las mentalidades totalitarias tan presentes, por desgracia, en el parlamento catalán. Eso es, también, lo que no le cabe en la cabeza a Torrent, que ha demostrado una vez más que de moderado no tiene nada. Es un instrumento más en la maquinaria totalitaria procesista.

Carrizosa sí que es alguien, President, nada menos que un representante del partido más votado en los comicios de diciembre. Igual que son alguien el resto de personas que ocupan sus respectivos escaños, piensen como piensen e incluso aunque no practiquen ese sano ejercicio, que, de haberlos, haylos. Interrumpir un pleno para llamar al orden a los diputados que no tragan con que la simbología golpista es más que una chiquillada, es una falta gravísima que compromete la poca autoridad que usted pudiera tener con respecto a su papel moderador. Es usted juez y parte, no puede evitarlo, pero eso no es ser presidente de un parlamento, eso es estar ocupando un cargo para ponerlo exclusivamente al servicio de una parte del hemiciclo.

El hecho en sí no dejaría de ser una majadería más por parte de los separatistas, si no fuera por el alud de insultos y amenazas que se han vertido sobre la cabeza del diputado Carrizosa, su partido y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el resto de formaciones no separatistas. Algunos los hemos enunciado en el título de este artículo. Hemos dejado adrede lo peor: “Carlos Carrizosa, acabas de sentenciar tu vida, valiente hijo de puta”.

Como en tiempos de Batasuna y ETA

Al proceso solo le falta un muerto, bien sea un teniente Castillo o un Calvo Sotelo. Las condiciones, desgraciadamente, están más que dadas. Ya hay enfrentamientos físicos entre separatistas y constitucionalistas. El otro día en una playa, sin ir más lejos, con el saldo de heridos. Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe y el de la convivencia hace tiempo que se rompió en mi tierra por culpa de los separatistas nazis de un lado y la cobardía vergonzosa del gobierno de Rajoy por el otro. Que se amenace de muerte a un diputado de cualquier país europeo daría pie a un movimiento de solidaridad entre sus compañeros de cámara, amén de las oportunas pesquisas policiales que espero se estén llevando a cabo.

En Cataluña, no. Aquí amenazar sale gratis. Aún tengo en la retina la imagen de Xavier García Albiol en medio de una turba el pasado Sant Jordi. Centenares de personas insultándole, amenazándole, y él aguantando el tipo. Por dignidad. Por hombría de bien. Por no salirle de los cojones, y perdonen, que los radicales se salieran con la suya, provocando la foto de un Albiol abochornado saliendo con la cola entre las piernas en su ciudad, en Badalona. A ambos se les ha dicho de todo, a Carrizosa y a Albiol. No deja de ser triste que los tilden de fascistas, de nazis, de xenófobos cuando su líder, Quim Torra, es quien mayores despropósitos racistas ha dicho acerca de España, los castellanohablantes o los que, siendo catalanes, nos negamos a acompañarlos en su delirio racista.

La gente de a pie, la que no está envenenada por las ideas de esta gente que solo sabe pensar políticamente en función a su odio, estamos hartos. Hartos es poco, estamos cansados, aburridos, rozando la náusea al ver en qué ha parado la autonomía catalana. Ya no es una mera cuestión de si eres de éstos o de los otros, es un tema de asfixia mental, de impotencia, de sentirse entregado a los pies de los caballos. Hay un culpable, y no son precisamente los separatistas, porque, al fin y al cabo, uno hace hasta donde le dejan. Yo hago responsable a Rajoy y al PP, a ese PP que vive en una irrealidad tanto o más peligrosa que los separatistas. Estos últimos sueñan repúblicas exclusivas con pase vip solo para los suyos, pero los otros, en tanto que partido que gobierna España, deberían tener un sentido del Estado que no es exigible a los que pretenden justamente destrozarlo.

El miedo. Ese es el problema de Rajoy. Acosado por la terrible corrupción que sacude a su partido, incapaz de hilvanar una política respecto a Cataluña que defienda sólidamente los principios de legalidad, está sobrepasado por los acontecimientos. A Rajoy el traje de estadista siempre le ha venido muy grande, y ahora estamos pagando las consecuencias. Otro tanto digo de la vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, más dedicada a ver si es la sucesora del gallego que a otra cosa. Qué dejadez, que desidia, que vergüenza.

La pregunta es simple ¿quién lleva la tienda? Porque no se vislumbra a nadie que se ocupe del primer problema que tiene España, no el PP, cuidado, no el PSOE ni Ciudadanos, sino España, el Estado, la Constitución, el régimen democrático que, mejor o peor, nos ha dado el período de libertad en paz más grande de toda nuestra historia.

Oigo hablar de mociones de censura, de elecciones anticipadas, oigo excusas lamentables por parte de Rajoy y demagogias colosales que vienen de donde siempre. Pero nadie dice ni una sola palabra acerca del conflicto que se vive en Cataluña, conflicto que solo espera subir un peldaño más para alcanzar el grado de violencia con víctimas mortales.

Maldigo a los que buscan muertos, pensando que así lograrán antes sus objetivos antidemocráticos, pero maldigo también a los que, teniendo la altísima misión de impedirlo, se pasan el día leyendo el Marca o suspendiendo viajes porque dan un partido de no sé quién. A los que somos, y me incluyo, carne de matones que solo desean hostiarnos, cuando no acabar con nuestras vidas, no nos queda ninguna esperanza respecto al gobierno de la nación. Estamos solos. Y solos deberemos organizarnos para hacer frente al alud que ruge montaña abajo. Solo le pido a Dios que no sepulte para siempre a mi tierra y, no lo duden, al resto de España.

De momento, van por buen camino.

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