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Opinión

Los CDR son monjitas de la caridad

Imagen de archivo de un boicot de los CDR en la autopista AP-7

“Son un movimiento pacífico, transversal, integrado por gente de buena fe”. Lo ha dicho la portavoz del separatismo, la vocera gubernamental de Mas, de Puigdemont, de la estelada y de la paellita de vacaciones: Pilar Rahola. La postverdad ya ha empezado a ponerse en marcha.

“Son agentes de la Guardia Civil o el CNI que se infiltran entre ellos”

Estamos acostumbrados a que los pensionados del sistema nacionalista hagan cabriolas de todo tipo con tal de justificar las barbaridades que cometen sus empleadores. Ahora bien, lo último de Pilarín “usted no sabe con quién está hablando” Rahola merece una ovación cerrada por lo que de meritorio tiene. En su colaboración semanal en el prospecto separatista que se emite los sábados por la noche en TV3 “Preguntes Freqüents”, la badalonesa afirmaba con su semblante más serio y su misanplís más laboriosa que los Comités de Defensa de la República son poco menos que la madre Teresa de Calcuta.

Como sea que añadir elementos personales da mayor sensación de verosimilitud a la mentira más enorme que pretendas colar – véanse “un taxista de Marruecos me llevó gratis el día de los atentados de las Ramblas”, “mi abuelito terminal al que engañamos diciendo que Puigdemont vuelve” o “mi hija pregunta por qué Puigdemont está en la cárcel” -, la princesa del pueblo del proceso dice conocer miembros de esos grupúsculos que son trabajadores y madrugan cada día para ganarse el pan. Claro, le deben llamar la atención, habituada como está a rodearse de mangurrinos con cargo, soplagaitas subvencionados y chirriflojos de vocación estelada.

“Son gente que ha sufrido, que fue a votar, se han hecho de los CDR porque quieren contribuir a la causa”. Y añade que, de kale borroka, nada de nada. Que igual puede existir algún loco que cometa un acto de violencia, aislado, pequeñín, insignificante, pura nota a pie de página, pero los mariachis republicanos son poco menos que la suma de Sor Citroën y la Hermana San Sulpicio con la hija mayor de La Casa de la Pradera.

Triunfó en el programa, como no podía ser de otra forma, porque ya se cuidan en TV3 – ¡ciérrenla ya de una puñetera vez, peperos devotos de la Virgen del Canguelo y sociatas paniaguados cobardes! - de que todo el público asistente lleve lacitos amarillos, sea del proceso y, casualidades, incluso hubiera entre ellos un miembro del CDR del barrio de Sants de Barcelona, que poco menos que vinculó a la organización abertzale con los niños cantores de Viena. Cabe señalar que la consigna de todos estos aparattxiks separatas es ya, sin la menor capacidad de sonrojo, la que culpa de los desmanes, si los hubiera o hubiese, la tienen elementos policiales infiltrados entre esas buenas gentes. Elementos que provienen, faltaría más, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, porque aquí solo es España la que practica la violencia. Y no vaya usted a decirle lo contrario ni a Pilarín “ets el puto amo, Carles” Rahola ni mucho menos a los ceñudos miembros de los CDR, porque puede usted acabar, como mínimo, con un chorreo de no te menees. Véase un vídeo que circula en YouTube en el que un pacífico señor está retirando lazos amarillos a la entrada de un colegio, ¡un colegio!, público y lo que tiene que aguantar de los Guardianes de la Revolución aficionados. Lo menos amenazador es “Te conocemos y sabemos dónde vives”. Glups.

Y es que toda, pero toda, la violencia que existe en la actualidad en tierras catalanas tiene nombre y apellidos, al igual que todas las ilegalidades cometidas contra la constitución y los derechos de todos los ciudadanos. A ellos no les interesará un breve estadillo, pero quizás al amable lector sí.

Cosas que están pasando

Insistir que el principal apoyo que tiene Carles Puigdemont en tierras germanas es la formación neo nazi Alternativa por Alemania sirve para sentar las bases acerca de lo que estamos sufriendo los catalanes no separatistas. AfD, partido que ha apoyado al fugado en los medios de comunicación, en las redes sociales, llegando incluso a visitar al fugado en la cárcel, tiene una metodología de actuación que los independentistas de aquí parecen haber copiado. En realidad, extremistas de todos los tipos tienen una misma hoja de ruta, un manual popularizado a raíz de la cumbre del G-20 en Génova. Crear pánico, confusión, cortar vías de comunicación, crear alborotos, huelgas, movilizar sectores “blandos” como los estudiantes. En Cataluña, además, tienen a los medios de comunicación haciéndoles la ola. Casi ninguno se salva, tanto públicos como privados.

Repasemos, pues, algunas cositas que demuestran qué poco violentos somos por aquí. El pasado lunes de Pascua, fiesta en Cataluña, se colocaron tres artefactos explosivos en un concesionario de Mercedes Benz en Barcelona, explotando solo uno. Estaban fabricados con bombonas de Camping Gas, igualitos que los de Terra Lliure, que tantos y tantos de sus dirigentes ha dado al proceso. Nadie ha reivindicado nada, pero si sumas explosivos made in Terra Lliure, empresa alemana y Puigdemont, los números salen. Blanco y en botella. Pero los procesistas te dirán que es un acto pseudo terrorista de bandera falsa perpetrado por pérfidos agentes españoles.

¿Pintadas reivindicativas de Terra Lliure? – cada vez se ven más -, nada, eso son cosas de cuatro locos que no representan al conjunto del proceso separatista, pacífico, cívico, ordenado, feliz. ¿Pintadas amenazadoras contra Llarena, Ciudadanos, PSC, PP u otras personas? ¿Ataque contra sedes de medios de comunicación no afines al régimen como Crónica Global o a sedes de partidos? Bueno, está mal, pero hay que entender que la gente está muy quemada por la terrible represión policial y política que padecen los catalanes. Ya saben, la chica aquella a la que le rompieron ochenta dedos de las manos y le sobaron sus ocho mamas.

¿Cortes de tráfico en carreteras y autopistas, destrozando barreras en éstas últimas? Eso no está mal, al contrario. Al fin y al cabo, las autopistas son un escándalo, porque son una muestra más del yugo económico con el que España tiene sojuzgados a los catalanes, obligados a pagar por el simple hecho de acudir a su trabajo diariamente. Vayan, vayan a Andalucía y verán autovías enormes pagadas con el dinero de los catalanes, ah, y desiertas, porque allí, ya se sabe. Que sea Abertis la propietaria de las autopistas en Cataluña o que su dueño, Alemany, sea íntimo amigo de Artur Mas da lo mismo, porque siempre será España la culpable de todo, incluso cuando la culpa la tiene un catalán.

Que los comités sean obra de las CUP, especialmente de su organización Arrán, que en cualquier otro país serio estaría más que ilegalizada, junto con algunos prohombres convergentes de esos que, con tal de conseguir la victoria de sus ideas, no dudarán en verter hasta la última gota de nuestra sangre si es menester, no se dice ni se comenta. Es el poble de Catalunya, es la nostra gent, es la democracia, la libertad, la sonrisa y el derecho, y si a eso hay que sumarles unas bombonas de butano que explotan, pues se suman y ya está. Todo vale si los que lo hacen son de nuestra cuerda. No en vano hay gente que, cuando les pones delante de las narices el tremendo expolio al que ha sometido el nacionalismo a Cataluña o la corrupción sistemática e institucionalizada que implantó Convergencia, y voy más allá el tres por ciento o la fortuna de los Pujol, se encoge de hombros y te responde que, puestos a tener gente que te robe, prefiere que quien lo haga sea uno de los suyos.

Seguramente también preferirán que la bomba que les explote delante de su comercio sea de esos que van con capuchas, queman fotos del rey, banderas españolas y, como sigamos así, a los que discrepamos de ellos. Salvo que Pilar “salgo en más medios que la Coca Cola” Rahola nos convenza de la inocencia de paloma torcaz de esos angelitos. Que no creo.

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