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Opinión

Popular, un banco 'intervenido'

Emilio Saracho

Le costó a Rodrigo Rato pedir ayuda. Levantar la mano para delatarse de su mala gestión en Bankia. Pero tuvo que hacerlo aunque no se ganara el perdón. Aquel informe de recapitalización presentado por Francisco Verdú a la cúpula del Banco de España, trasladado después hasta el despacho del ministro Luis de Guindos, y que juraba y perjuraba que con 7.000 millones se arreglaba el desaguisado de Bankia, quedó en papel mojado. Días después de poner negro sobre blanco las necesidades de la entidad heredera del oso verde, Rato fue desalojado de la presidencia de Bankia y de su matriz. Aquella situación límite recuerda en varios pasajes a los negros días que hoy sacuden a Popular. En ambos casos, el Fondo Monetario Internacional ha encontrado debilidades. En aquellos días previos al rescate, Bankia llegó a desplomarse un 28% en Bolsa en la jornada de mayor castigo dentro de una espiral de días en rojo. Popular es actualmente un juguete roto en el parqué. El pasado jueves se dejó un 17,9%. Un día después, cerró con otra herida del 17,4%, que llegó hasta el 27% en algunos minutos. Dos jornadas para quedar en mínimos históricos: 0,413 euros por título y poco más de 1.700 millones de capitalización. Un precio que le deja a tiro de OPA.

Otro dato común. Se intentó una fusión para evitar el rescate de Bankia. Pero la lucha de egos entre políticos de Madrid y Barcelona, aderezada con la de los banqueros (Rato y Fainé) por la presidencia de lo que hubiera sido una sistémica mole financiera, tiró tanto de la cuerda que acabó por romperla. Ahora, las tensiones son otras pero el sumatorio camina por los mismos derroteros. Ni Santander ni Bankia, los cirujanos que han abierto en canal al enfermo, están dispuestos a asumir el problema sin algún tipo de medida de limpieza previa. Tampoco BBVA que camina por una vía paralela. En Popular, las cuentas para seguir en solitario siguen creciendo. La ampliación de capital podría llegar a los 5.000 millones. Una suerte de los 14 ochomiles para Emilio Saracho. El presidente que llegó al banco para venderlo, pero que ha terminado por conducirlo al desguace. Allí aparecen diseminadas todas las piezas. TotalBank (ya colocada), Wizink (la más valiosa), además de todo tipo de carteras. "Todo está en venta salvo que algún posible comprador del banco diga que hay que retirar algún activo concreto porque le interesa", explicaba estos días alguien que conoce el actual ‘lío’ de Popular.

En Popular, las cuentas para seguir en solitario siguen creciendo. La ampliación de capital podría llegar a los 5.000 millones

Un ‘lío’ del que el Gobierno pretende salir inmune. "No habrá ayudas públicas para Popular", se reitera por tierra, mar y aire. La realidad, sin embargo, intuye un escenario diferente. Popular es ya un banco intervenido por sus propias circunstancias, pese a no haber recibido un solo euro de dinero público. Es un banco intervenido por el mercado. La acción de Popular es un mero valor especulativo por el juego de las posiciones cortas. En la última semana, los títulos se han desplomado un 38%. El vapuleo bursátil continuará hasta que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) encuentre alguna sospecha de manipulación. Es un banco intervenido ante su debilidad para gestionar por sí mismo una solución privada. Un efecto que ya está provocando la salida de inversores. El pasado miércoles, Blackrock dejó de ser el segundo mayor accionista de la entidad tras deshacerse de la mayor parte de su participación. Si el mayor valor de un banco es la confianza, ahora Popular la tiene bajo cero.

Es un banco intervenido, también, porque todos sus movimientos se monitorizan desde el Banco de España y Economía. Mensajes, cambios en la hoja de ruta de venta de activos no estratégicos, el modo en que se realizará la venta... Es un banco intervenido por los recados que llegan desde Bruselas. En especial, desde que el Mecanismo Único de Resolución tiene bajo vigilancia a Popular. "Elke König (presidenta) dice que el Mecanismo Único de Resolución está siguiendo el proceso con particular atención particular con vistas a una posible intervención" señalaban fuentes consultadas por Reuters, la pasada semana, añadiendo que la fusión "puede ser infructuosa". "Hay preparativos en marcha aunque todavía no se han tomado pasos concretos". A esto, el MUR respondía sin despejar dudas. Se limitó a contestar que "no comenta en cuestiones de una entidad y no confirma interpretaciones de declaraciones atribuidas a la presidenta del MUR".

La posible entrada de Popular en resolución es una opción sobre la mesa desde hace tiempo, pero es la última vía que desea la entidad, el Banco de España y el Gobierno en un momento como éste. La noticia supondría valorar a cero todo el capital del banco, con el malestar (y demandas) que eso provocaría entre los accionistas, y aplicar quitas millonarias a la deuda subordinada. La medida sería novedosa desde que el Banco Central Europeo se ha convertido en el 'policía' único de la banca europea e injusta después de que otros países, como Italia y Grecia, hayan esquivado esta opción a pesar del mal estado de sus entidades, como Monte dei Paschi. Precisamente, la solución Monte dei Paschi, que logró la semana pasada la entrada de ayudas públicas después del éxito de las negociaciones del gobierno italiano con Bruselas, mete más presión para conducir a Popular a una intervención. ¿Se abre de nuevo la veda de recapitalizaciones de bancos públicos por los Estados?

Todos los movimientos alrededor de Popular se monitorizan desde el Banco de España y Economía. Desde mensajes que se emiten, cambios en la hoja de ruta de venta de activos no estratégicos, el modo en que se realizará la venta...

Varias son las vías para solucionar el futuro de Popular. Pero en todas las realistas, salvo una locura financiera que nadie espera, el Gobierno de Rajoy tendrá que asumir mayor o menor grado de sonrojo. Esas proscritas ayudas públicas que ayuden a poner orden en el balance de Popular. Esas proscritas ayudas públicas que el ministro Guindos no quiere aplicar para evitar el borrón en su reestructuración financiera. Esas proscritas ayudas públicas que ni siquiera aseguran que la entidad presidida por Saracho acabe en manos de Bankia, Santander o BBVA. Desde el sector se empieza a barajar un período transitorio de Popular en manos públicas, ante las bajas coberturas del inmobiliario, las demandas futuras y el desorden de su balance, para una posterior venta en el medio plazo. Una solución que podría conllevar incluso la salida de Saracho, tras la toma del control por el Estado, ante la necesidad de un especialista y no de un astronauta en banca minorista.

"El Gobierno tiene que atreverse a dar el paso y asumir el coste político que supone tomar las riendas de Popular", asegura un histórico de la banca española. "Hacer oídos sordos a la andanada de críticas de la bancada de izquierda del PSOE y Podemos. En juego no sólo está el futuro de Popular sino la protección de sus miles de depositantes", prosigue. La entidad cerró el primer trimestre con algo más de 70.000 millones en depósitos de clientes minoristas. Una cifra que ahora será menor ante la lógica fuga de pasivo de las últimas semanas por el deterioro y la incertidumbre que genera el futuro de la entidad.

El sector empieza a barajar un período transitorio de Popular en manos públicas para una posterior venta en el medio plazo

El Gobierno, sin embargo, no mueve aún ficha, pese a ser consciente de que tendrá que participar en la solución de Popular. Y cada día que pasa, no se gana tiempo para encontrar una solución, todo lo contrario, se pierde para desatascar la tormenta sobre Popular. Un banco intervenido por el silencio de Saracho. En 100 días aún no ha destapado la caja de los truenos. Ni en público ni en privado. Aún está por cumplir la promesa de su nuevo consejero delegado Ignacio Sánchez Asiaín. "En pocas semanas", aseguró el pasado 20 de abril, se comprometió a comunicar al mercado las necesidades de provisiones y capital de Popular. El silencio prevalece hasta la fecha. Silencio que tampoco ha venido acompañado de ningún otro gesto de socorro. A Rato le costó pedir ayuda. Lo mismo parece sucederle a Saracho.

@miguelalbacar

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