Quantcast

Opinión

El BOE aclara que la vida será un ejercicio insufrible a partir de ahora

Imagen de una terraza de la Plaza Mayor de Madrid, cerrada durante el estado de alarma por el coronavirus.

No hace mucho tiempo, quizá sólo un par de meses, vivir era bastante más sencillo. Incluso estimulante. Recuerdo que el viernes previo a la declaración del estado de alarma pasé por la madrileña calle de Tetuán, donde se encuentra el centenario Casa Labra. Uno de sus camareros, apoyado en el pórtico de madera de la entrada, explicaba: “Hoy cerramos, pero no nos han dicho cuándo volveremos a abrir”. Ese día, las calles del centro de la capital estaban casi desiertas y el bullicio era inexistente. De hecho, se podía escuchar a la orquesta del Titanic.

Son casi 60 días los que han pasado desde entonces y, cuando Casa Labra y otros negocios similares abra sus puertas al público, su rutina amenaza con convertirse en un infierno, pues al servicio de bacalao rebozado, banderillas de atún y vermú de grifo se añadirá un sinfín de rutinas para evitar que sus clientes y ellos mismos se contagien de covid-19. Porque esto requerirá mucho más que el uso de mascarilla y el lavado frecuente de manos.

El placer del ocio en una taberna se podía ver interrumpido hasta ahora por una caña mal tirada o una tapa rácana. Según lo publicado en el Boletín Oficial del Estado este sábado, a partir de ahora el disfrute estará condicionado por mil y una normas que entrarán en vigor durante la Fase 1 de la 'desescalada' y que a buen seguro, al menos una parte, se mantendrán durante esa 'nueva normalidad' de la que advierte Pedro Sánchez y que amenaza con convertir el día a día en una experiencia plagada de burocracia, precauciones y recorte de la capacidad de maniobra de los individuos.

La 'nueva normalidad' amenaza con convertir el día a día en una experiencia plagada de burocracia, precauciones y recorte de la capacidad de maniobra de los individuos.

Basta recorrer las 29 páginas del documento difundido este sábado para cerciorarse de que, a partir de ahora, los bares y restaurantes deberán optar por las pizarras y no por las cartas; dispensar “geles hidroalcohólicos o desinfectantes con actividad virucida autorizados”; y conservar en espacios cerrados “la vajilla, cristalería, cubertería o mantelería”. También tendrán que eliminar los productos de autoservicio como servilleteros, palilleros, vinagreras, aceiteras, y otros utensilios similares, “priorizando monodosis desechables”.

Las nuevas normas -provisionales- anti-coronavirus también contemplan rutinas complejas para las casas de Dios, donde se obligará a rezar con mascarilla y se restringirá la distribución de cancioneros y libritos de oraciones. También se evitará besar al santo u organizar actuaciones de coros, pues eso podría dispersar el virus por el templo. Como en los países tropicales que combaten el dengue o la fiebre chikunguña, se prohibirán las pilas con agua bendita.

En los puestos de trabajo, ni siquiera se podrá utilizar el método de 'fichaje' por huella dactilar. En el caso de que se empleen uniformes o ropa de trabajo, “se procederá al lavado y desinfección diaria de los mismos, debiendo lavarse de forma mecánica en ciclos de lavado entre 60 y 90 grados centígrados”. Y, por supuesto, habrá que mantener la distancia de seguridad adecuada, organizar turnos rotatorios en oficinas y poner a disposición de los empleados ese nuevo maná, que es el gel hidroalcohólico.

A los entierros, no podrán asistir más de 15 personas, los mercadillos -y desconozco cómo se podrá conseguir esto- tendrán que establecer señales visuales para garantizar la separación entre clientes, las mamparas se convertirán en un elemento habitual del mobiliario y, en las tiendas de ropa, los empleados deberán desinfectar cada probador después de que lo utilice cada cliente. Y si tiene usted pensado ir a la ópera o al cine, alguien deberá garantizar que nadie pasa por delante de usted en la fila, cuando esté ya sentado, y que el desalojo de la sala se realiza con máximo respeto a la distancia de seguridad.

Puede deducirse que este tipo de medidas se relajarán a medida que las provincias avancen de fase, dentro del enrevesado plan de desconfinamiento. La pregunta que conviene plantearse es si todas estas actuaciones profilácticas se mantendrán mientras se encuentra el remedio adecuado contra la covid-19 o si, aprovechando el coronavirus, habrá gobiernos que peguen un nuevo mordisco a la libertad de los ciudadanos. Desde luego, aquí se ha demostrado que ni mucho menos estamos en manos de dirigentes fiables.

Lo pienso cada vez que tengo que descalzarme en un aeropuerto o quitarme el cinturón: ¿de veras hace falta todo esto? ¿Y de veras será necesaria una 'nueva normalidad'?. Merece la pena estar atento, pues tiene pinta de que esto conducirá a un mayor aborregamiento.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.