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Opinión

Ay, payo, échale algo a Anna Gabriel

Anna Gabriel

Ser independentista supone, además de un sin vivir en cuanto a manifestaciones, actos de protesta, firma de manifiestos, colgadas de lacitos y jornadas históricas, un gasto. Que si compra camisetas, que si hazte socio de la ANC o lo que sea, y para rematar la cosa, ahora te pueden pedir dinero para ayudar a Anna Gabriel. Lo dicho, un sin vivir.

Sin luz ni pan ni candela

La ex diputada cupaire se las debió prometer muy felices cuando emprendió su alegre viaje a la tierra de Heidi, el chocolate, los relojes de cuco o la manzanita de Guillermo Tell. Anna Gabriel, dirigente del grupo Endavant, el núcleo duro de las CUP – imagínense lo que debe ser el concepto “núcleo duro” en una organización abiertamente pro Batasuna – creyó que le iban a ofrecer un puesto de profesora en alguna universidad suiza. Para su desgracia, allí no contratan al primero que pasa. No es como aquí, que la ex diputada era profesora en la Universidad de Barcelona.

Por otro lado, Gabriel, que aparecía en su primera entrevista en tierras de la Confederación Helvética tras pasar por un arreglo de chapa y pintura con rebequita añadida, se ha quedado amargamente sorprendida por lo caro que es todo en dicho país. Claro, son cosas del terrible capitalismo heteropatriarcal opresor de las minorías minoritarias. Digo yo que, sabiendo todo lo que sabe esta señora acerca de las maldades del capital, bien podría haberse ido a residir a Yemen, a Venezuela o, ya puestos, al Ártico, donde podría haber organizado una comuna simpatiquísima con pingüinos, osos polares y dos esquimales, expropiando iglús y socializando grasa de foca.

Pero al elegir tan malhadado destino, emulando, quizás, los pasos de Lenin, calculó mal su argent de pôche y la pobre hallase ahora como en la copla, sin luz ni pan ni candela. De ahí que los independentistas estén ahora preparando sus bolsillos para aportarle unas mantenencias por aquello de que hay que comer y pagar alquiler, facturillas, en fin, lo que hacemos el resto de los mortales cada día sin necesidad de llamar a la compasión de nadie.

El pasado veinticuatro de febrero ya se montó otro concierto en el pueblo de la chica, Sallent. Parece ser que se recogieron unos seis mil euros"

Así pues, los próximos días cuatro y cinco de mayo –apunten en sus agendas las fechas– las CUP van a organizar un concierto solidario en favor de la camarada Anna. Poca coña: catorce bandas actuando por la filomena con entradas a veinticinco pavinis. Barato no es, desde luego. Eso sí, abono solidario a treinta eurazos. El asunto lo lleva el denominado Comité de Solidaridad con Anna Gabriel y la recaudación se destinará a las arcas particulares de esta, es decir, una versión más o menos abertzale del “Ustedes son formidables”, con rastas, hijos de la comuna y copas vaginales.

No es el primer evento organizado para echarle un poquito de parné a la moza. El pasado veinticuatro de febrero ya se montó otro concierto en el pueblo de la chica, Sallent. Parece ser que se recogieron unos seis mil euros, pero, ya lo hemos dicho, la vida en Suiza está por las nubes, tomarse un cafelito vale un potosí y a la señora Gabriel los seis mil le han durado dos mesecitos y poco. Normal. Cualquier familia con dos hijos que tenga a los progenitores en paro no tira con una media de tres mil mensuales.

Lo extraño es que ni la ANC ni ninguna otra entidad que sabe sacarse de la chistera fianzas de seis cifras le haya dado siquiera mil euritos para comprarse unos bocatas. Malas lenguas aseguran que, a pesar del descontrol de Montoro con las cuentas, a los separatas se les están acabando los fondos. Tengo para mí que eso es relativo, porque Puigdemont, es un decir, no parece que pase estrecheces, viviendo en Berlín como un San Dios, igual que lo hacía en Bruselas.

Esto demuestra que, incluso entre los supremacistas, existen las clases. Dicho lo cual, uno se pregunta de qué vive en la misma Suiza la ínclita Marta Rovira, de la que poco o nada se sabe, y quien le financia la estancia. ¿Será el oro de Moscú?

Que sí, que hay curro en Suiza, mujer

Entre tantas entidades separatistas, nacidas al amor de la Generalitat y generosamente regadas por ésta en épocas de Pujol, Mas y Puigdemont, no consiguen llegar a fin de mes en lo que a sufragar gastos para tantos políticos amigos y residentes en el extranjero se refiere. Y eso que tanto Cocomocho como Comín y demás perciben religiosamente sus sueldos como diputados, lo que no deja de ser una broma de mal gusto con respecto a los pensionistas españoles que perciben la mayoría solamente cuatrocientos euros mensuales.

Ahora, lo que resulta desconcertante es que aún existan personas que, de buena fe, quieran aportar su óbolo para un personal así. Gente que igual tampoco es que vayan sobrados, gente que puede estar incluso en el paro o ser de esa nueva generación de pobres que, aún y teniendo trabajo, cobran una miseria. Esas personas deberían reflexionar. Seguro que, en su localidad, en su barrio, en su escalera, conocen a gentes que están como ellos o incluso peor. Esa “solidaridad” con quien decide saltarse a la torera las leyes, marcharse a Suiza y luego, desde allí, decir que le mandan fondos porque no tiene un duro ni trabajo, es más bien ridícula.

Personalmente, conozco a muchas personas que decidieron emigrar a Suiza en busca de currele. No es mal país para hacerlo, aunque allí no estén para demasiadas bromas. Y trabajo hay, vaya si hay. Quizás no de profesora absentista o de diputada incendiaria, pero hay. Ojeo al azar diferentes webs que ofrecen empleos en ese país. Ejemplo: “Se necesitan persona para servicio doméstico en Zúrich. Cuidado de niñas y niños pequeños (3). Idioma: español, preferiblemente de nacionalidad española. Incorporación inmediata. Inglés y español fluidos. Carnet de conducir. Buena presencia. Sueldo: 1.200-1.600 euros mensuales según capacidad, más contrato, seguridad social y trece pagas. Alojamiento y manutención incluidas por cuenta del empleador”.

Anna Gabriel no es una persona que esté a punto de ser desahuciada de su casa o de perderlo todo por un despido improcedente, no, es una política que jugó la carta de revolucionaria de salón"

O este otro: “Urge supervisor en conocida cadena de cafés, en Gstaad. Se requiere hablar perfectamente francés y español. Se valorará buen conocimiento de inglés. Trabajo a tiempo completo, contrato anual y Seguridad social, trece pagas. 1.800 euros al mes más tanto por ciento de beneficios según recaudación diaria”.

No solo hay estos dos anuncios, claro. Los hay de conductor, de analista de sistemas, de cocinero, de jefe de partida, de recepcionista de hotel, de profesor particular, de jardinero, de electricista, en fin, de todo un poco. Claro que si lo que pretendes es que te den una canonjía como la que tenía Gabriel en Cataluña, llevándose casi sesenta mil euros anuales más extras, va a ser casi que no. Y sí, ya sé que me dirán que cuánto cobra y cómo vive la Infanta Cristina y el Urdangarin en Suiza, y yo les diré que me parece una vergüenza, claro, pero un escándalo no tapa otro ni una jeta de cemento anula la del prójimo. Porque Anna Gabriel no es una persona que esté a punto de ser desahuciada de su casa o de perderlo todo por un despido improcedente, no, es una política que jugó la carta de revolucionaria de salón, se riló a la hora de ir a dar cuentas ante un juez y ahora se hace la víctima, pidiendo al personal que le pague el gasto.

Mire, joven, personas como usted, de su edad y con una titulación universitaria incluso superior a la suya, están matándose a currar como locos catorce horas diarias fregando platos en un burguer, ¿sabe? Y no creo que a usted la hayan parido de manera distinta a ellos. No nos venga ahora con el cuento de la huerfanita de Oviedo, con exilios dramáticos ni situaciones económicas de llanto y folletín. Que usted haya elegido por su libre voluntad no dar la cara y pirarse a Suiza es asunto suyo; que ahora quiera que continuemos sufragándole el gasto, es del género lírico. Durruti también vivió en el extranjero, y lo cito porque ustedes van de libertarios. Allí vivió de atracar bancos y una parte del botín, casi la totalidad, la enviaba a sus compañeros de España. Haga usted lo propio o déjelo correr. Es lo que tiene la revolución de papel de estraza, a la que la confrontas con la realidad, se desmorona.

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