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Opinión

Artur Mas viaja a Bruselas para intentar neutralizar a Puigdemont

Artur Mas viaja a Bruselas

Este viernes por la noche partían hacia la capital belga el expresident Artur Mas y la coordinadora general del PDeCAT Marta Pascal. Su objetivo no es otro que frenar al cesado Carles Puigdemont y hacerlo volver a España para que se someta a la justicia.

“O nos cargamos a Carles o él se nos carga a todos nosotros”

La dirección del PDeCAT ya no aguanta más los desplantes de Puigdemont y ha decidido pasar a la acción. Nadie mejor que Artur Mas, el que designó a dedo al cesado President, para llamarlo al orden. La inquietud ante la posición cada vez más radical y autónoma de este ha hecho saltar todas las alarmas entre los ex convergentes. Reina un profundo malestar en el partido respecto a la delicada situación en la que la fuga de Puigdemont y su actitud de numantina resistencia los ha dejado de cara al 21-D. Dirigentes veteranos opinan que ha llegado el momento de terminar con esta comedia y hacer entrar en razón al cesado, el primero entre todos, Artur Mas. El monstruo que fabricó le ha salido díscolo.

Debido a que se siente responsable, Mas ha sido el encargado de desplazarse hasta Bruselas para hablar con el cesado President. Le planeará un ultimátum: debe volver sí o sí a España, presentarse ante la justicia y dejar de inmiscuirse en los asuntos del partido. Mas sabe perfectamente que, en cuanto pise suelo español, a Puigdemont le espera la cárcel, igual que a los cuatro miembros del ex Govern que le acompañan en Bélgica. También sabe que no se le puede plantear que asuma una estrategia de defensa “a la Forcadell”. Puigdemont ni quiere ni sabe. “Yo no puedo volver a mi pueblo después de bajarme los pantalones delante de un juez español, ¡a ver con que cara miro yo a mis vecinos!”, decía el cesado bastante enfadado en conversación telefónica con uno de sus colaboradores en Barcelona a propósito de la que califica como la traidora Forcadell.

Pero, por mucho que le pese al ex President cesado, el argumentario de Mas es sólido: su fuga no ha hecho más que agravar la situación de los otros miembros del Govern, todos encarcelados, así como la de los miembros de la Mesa del Parlament, que han tenido que acabar acatando la Constitución y el 155, pagar fianzas y quedar amortizados para el proceso. Recordemos que tanto Forcadell como Anna Simó ya han declarado que abandonan la vida pública.

Por otra parte, Mas lleva en su cartera poderosos argumentos de calibre político y estratégico: Esquerra no quiere saber nada de los ex convergentes en buena parte por lo que consideran la cobardía del ex President. Tienen a todos sus ex Consellers encarcelados en las listas – recordemos que el número uno es Oriol Junqueras – y los sondeos auguran que podrían ser la formación con más votos en las próximas elecciones.

En el frente jurídico, al partido de Mas tampoco le ha hecho ninguna gracia la elección de abogados ligados con el terrorismo etarra. Buena prueba del desmarque judicial que pretenden imprimir al asunto es que los cesados Consellers en prisión hayan decidido cambiar el abogado que les sugirió Puigdemont por otro que goza de la confianza de convergencia. Lo que según las fuentes consultadas habría sido la gota que ha desbordado el vaso de la paciencia de los nacionalistas sería la publicación de los contactos que mantienen el cesado President con elementos de extrema derecha, así como el rol que pudieran tener algunos servicios extranjeros.

Así las cosas, Artur Mas opina que sería un gran triunfo presentarse ante la opinión pública como el hombre que consiguió convencer al irredento ex President para que se sometiese a la justicia española. Sin duda, los spin doctor de su formación consideran que esto le daría un cierto impulso como figura a tener en cuenta en el escenario post 21-D. Lo que no está tan claro es que esa gestión le reportase más votos al PDeCAT. Tenga o no éxito en su complicada misión, lo tienen muy mal.

El regreso de Artur Mas

En política nadie da puntada sin hilo, y los separatistas mucho menos. Que Mas haya decidido plantarse en la capital belga a ver si se trae cogido de una oreja a su amigo Carles no es en modo alguno gratuito. Mas ya hace días que ha tascado el freno con declaraciones como que la independencia no era posible a día de hoy, que antes que proclamar la república había que dialogar, incluso pagando parte de la multa que le ha impuesto la justicia por el 9-N. Otro detalle: si bien los dos millones y pico que ha desembolsado saldrían, presuntamente, de la caja de resistencia de la ANC – Dios mío, ¿tanta pasta da vender camisetas y merchandasing? -, para el resto de la multa el ex President Mas ha apelado directamente a la solidaridad de la gente. No quiere ni oír hablar más de la ANC, de los dos Jordis ni de como fue él quien metió a Cataluña en todo est embrollo.

Ahora quiere presentarse ante la opinión pública como un político apaciguador, templado, tranquilo, de cara a su hipotético regreso a la arena política. De hecho, si Puigdemont no hubiese puesto los pies por delante anunciando que él iba a ser cabeza de lista de una lista unitaria, cosa que cogió al PDeCAT con los calzones quitados, la propuesta del partido hubiera sido la de un soberanismo moderado, con un cabeza de lista inocuo y un programa de contención de cualquier exceso radical, a la espera de que la inhabilitación que pesa sobre Mas finalizase para volver a coger este las riendas del partido.

No sería el menor de los motivos que han decidido a Mas intentar cortar por lo sano. Le preocupa que su carrera política pueda verse definitivamente truncada por las ocurrencias de Puigdemont. No quiere pasar a la historia como el capitán araña. De ahí que necesite, para su reivindicación política, ser quien apagó un fuego que el mismo encendió ¡y de qué modo!

Si eso será posible o no, se verá con el tiempo, que el electorado tiene memoria de pez y el independentista aún más. Que Carles Puigdemont haga caso a lo que Mas le diga también es problemático, porque el cesado vive instalado en su mundo imaginario y, como el mismo dice, no quiere llegar a su pueblo con la imagen de alguien vencido. También llega tarde. Vencido lo está, haga lo que haga. Que sería una buena cosa para Cataluña y el clima electoral que pusiera punto y final a la farsa del gobierno en el exilio, seguro; que eso lo va a tener que hacer más pronto que tarde, también. Mas opina, y eso es lo que nos dicen que argumentará, que para esperar tres meses a que lo extradite Bélgica y vuelva a España como un fugado cualquiera, mejor sería que lo hiciera ahora en calidad de sacrificado por Cataluña. No se rían, porque la lógica de estas gentes es así.

Incluso cuando pretenden hacer lo correcto sus motivos son espurios. El resultado lo veremos a no tardar en pocos días.

Miquel Giménez

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