Opinión

75 años de Israel: "Volveremos a encontrarnos"

Los milagros a veces ocurren, y el mundo judío pasó de la oscuridad a la luz cuando el instinto de supervivencia individual se fundió con la lealtad a una nación que nació con la voluntad de combinar la ética de protección con la justicia

El Muro de las Lamentaciones junto a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, Israel
El Muro de las Lamentaciones junto a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén Europa Press

Escribe el poeta y cantante israelí Noam Horev que "todo judío nace con un número imaginario tatuado en su brazo que le ayuda a recordar de dónde viene y a dónde no puede permitirse volver jamás". El sionismo fue y sigue siendo la respuesta que tuvo el judaísmo para sobrevivir, y aunque el Estado de Israel no sea el resultado de la compensación de la Comunidad Internacional por los crímenes cometidos durante el Holocausto, el recuerdo de la Shoa como culminación de un pasado de persecución, ostracismo y calamidades está muy presente en la conformación de la conciencia nacional de un pueblo milenario que hace 75 años decidió ser dueño de su destino, como el resto de las naciones, en su propio estado soberano.

Recuerdo y Memoria, homenaje y silencio por los caídos en la barbarie nazi (seis millones), también por los que lo hicieron en defensa del Estado (24.213) o fueron víctimas del terrorismo en su corta vida nacional (4.255). Felicidad y alegría apenas unas horas después del luto nacional por una soberanía nacional que, con todos los defectos y virtudes – como cualquier país del mundo – funciona. Conmemorar el pasado, honrar el legado y la historia de resiliencia de un Estado sometido a desafíos que ha sabido sortear con eficiencia en estos 75 años de existencia, y que afronta los retos interno, de cómo la democracia israelí será capaz de definir la complejidad de su diversidad y externos, de preservar un legado basado en la ética del tikun olam (reparar el mundo) en un entorno global cada vez más hostil y en el que los lugares comunes de la propaganda antisemita se nutren de la atemporalidad de prejuicios institucionalizados, incomprensiblemente, por unas Organizaciones y una red clientelar de funcionarios internacionales y nacionales aliados de las causas más criminales en nombre de la defensa de los derechos humanos.

Entre reputados analistas, diplomáticos y militares no sospechosos de activistas, es frecuente encontrar como hilo argumental la creación artificial de un Estado fundado sobre la transferencia de judíos europeos

La violencia estructurada, con conexiones con el terrorismo, el narcotráfico, la extrema izquierda y movimientos nacionalistas residuales, se lava la cara detrás de campañas que buscan en fondo y forma la deslegitimación, desconexión y destrucción de Israel, desde el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) a organizaciones caritativas –Agencias de la ONU a ONG, pasando por el patrocinio directo de Estados revisionistas- que distorsionan la realidad de una región compleja y de un conflicto palestino-israelí que hunde sus raíces en el victimismo, la subvención y la educación en el odio. Pero no sólo. Entre reputados analistas, diplomáticos y militares no sospechosos de activistas, es frecuente encontrar como hilo argumental la creación artificial de un Estado fundado sobre la transferencia de judíos europeos y sobre criterios religiosos ajenos a una región, que expulsó o marginó a una población palestina autóctona, y que justificaría la presión musulmana e internacional frente a la expansión de Israel en la región. Tópicos y sesgos fácilmente contrastables si la voluntad de veracidad supera el filtro de la superficialidad bibliográfica cuando no es posible comprobarlo in situ.

Los milagros a veces ocurren, y el mundo judío pasó de la oscuridad a la luz cuando el instinto de supervivencia individual se fundió con la lealtad a una nación que nació con la voluntad de combinar la ética de protección con la justicia. Acción de construir desde la nada y obligación firme de contención frente a la sinrazón del terrorismo, pero también, de no volver a ser nunca más víctimas indefensas de un odio gratuito y sin respuesta.

La ingeniería electoral israelí se presta a un juego de equilibrios entre minorías que garantizan la diversidad de representación de toda la riqueza cultural, religiosa e ideológica de la población

La sociedad israelí es heterogénea y compleja, y la nación celebra sus 75 años en medio de una apuesta regional por la normalización y una coyuntura interna particular en la que los sentimientos más tribales parecen prevalecer sobre los nacionales. El elemento religioso explica la identidad y el nacionalismo en todo Oriente Medio, también en Israel. Y este pequeño país cuyas fronteras aún no están delimitadas, no es ajeno a la polarización que viven otras sociedades, pero aquí no está en juego una reforma judicial puntual percibida con diferentes perspectivas, sino un cambio cultural producto de una dicotomía entre un modelo de Estado social y liberal más laico o con mayor peso del componente religioso en su versión más ortodoxa. La ingeniería electoral israelí se presta a un juego de equilibrios entre minorías que garantizan la diversidad de representación de toda la riqueza cultural, religiosa e ideológica de la población. Pero la demografía, que define el presente, también plantea incógnitas sobre el futuro, y el precio de las decisiones que hoy se tomen definirá los próximos veinticinco años.

La sociedad israelí es fuerte y proactiva. Cuenta con un capital humano envidiable, una industria tecnológica avanzada y una insatisfacción permanente que les obliga a mejorar constantemente. El equilibrio entre tradición y modernidad ha sido el pilar sobre el que se han sustentado los principios talmúdicos que les han guiado como pueblo y como nación desde el principio de los tiempos. Sólo necesitan volver a mirarse a los ojos, reconducir el sueño de los padres fundadores con un liderazgo unificador y capaz de afrontar los desafíos de Seguridad y de solidaridad interna en una región tan volátil. Porque Theodor Herlz soñó con un Israel fuerte, seguro y justo, y como canta mi poeta favorito, Noam Horev, Nipaguesh Bachalomot lajad, "volveremos a encontrarnos". Am Israel Jai.