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Ciencia

Crecer en Madrid, Barcelona o Trujillo condiciona tu orientación espacial

Nuestras habilidades para la orientación dependen del lugar donde crezcamos, según un nuevo estudio. Los habitantes de ciudades más cuadriculadas lo tienen peor.

Tres planos de Madrid, Barcelona y Trujillo en diferentes épocas. Wikimedia Commons

El espacio físico en el que nos movemos condiciona cómo entendemos el mundo y las habilidades que desarrollamos para explorarlo. Es algo que se ha constatado repetidamente en experimentos con animales, tanto en libertad como en el laboratorio, pero que resulta particularmente difícil de medir en humanos.

Ahora, un equipo de investigadores que desarrolla su trabajo en el ámbito de la investigación del alzhéimer y trata de utilizar la orientación como un posible indicador temprano de deterioro cognitivo, ha conseguido medir la manera en que el lugar en el que crecemos durante los primeros años de vida puede condicionar nuestra capacidad para orientarnos. Y lo ha hecho gracias a la recogida de datos masivos a través de un videojuego.

En un trabajo publicado este miércoles en la revista Nature, el equipo de Antoine Coutrot, Michael Hornberger y Hugo Spiers ha medido las habilidades de navegación espacial de 397.162 personas de 38 países mediante una tarea cognitiva dentro de un videojuego conocido como Sea Hero Quest, desarrollado para colaborar en la investigación de la demencia. 

Para recopilar la valiosa información, a los participantes se les presentaba un mapa que indicaba la ubicación de inicio y las ubicaciones de varios puntos de control para encontrar en un orden establecido. A los jugadores - de quienes se recogían todo tipo de datos relacionados con hábitos de vida y salud - se les obligaba a navegar en un bote a través de un entorno virtual para encontrar los puntos de control que se mostraban en un mapa. 

Y cuando analizaron detenidamente los resultados, los investigadores encontraron un patrón: el lugar donde crecieron las personas influía decisivamente en su desempeño en el juego.

Urbanitas desorientados

Después de controlar los efectos de confusión de la edad, el género y los niveles de educación, los investigadores compararon las ciudades de origen de los participantes del estudio mediante el análisis de la entropía (desorden) de las redes de calles, para medir la complejidad y la aleatoriedad de los diseños. Y encontraron que las personas que crecieron en ciudades más estructuradas y con forma de cuadrícula, como Chicago, se desenvolvieron mejor en los niveles de juego con un diseño regular. 

Sin embargo, aquellos que crecieron fuera de las ciudades o en ciudades con un diseño menos regular, como Praga, navegaron mejor en niveles de juego más complejos

De acuerdo con estos resultados, subrayan los autores, las personas que crecen fuera de las ciudades parecen ser mejores en la navegación que las de los entornos urbanos, especialmente aquellos donde las calles están organizadas en una cuadrícula. Los hallazgos indican también que el diseño urbano, como la organización de las calles en forma de cuadrícula, y nuestro entorno pueden afectar la cognición y la función cerebral.

Las personas que crecen fuera de las ciudades parecen ser mejores en la navegación que las de los entornos urbanos

Esto apunta a que las personas navegan mejor en lugares que son estructuralmente similares a donde crecieron. De esta forma, una persona que hubiera crecido en una ciudad tan ordenada como Nueva York o Barcelona, tendría una ligera desventaja respecto a personas que viven en ciudades de distribución más caótica como Madrid o Trujillo. 

Por otro lado, todos los urbanitas en general tendrían un desempeño peor respecto a personas que crecen en localidades más pequeñas donde están más habituados a lidiar con una mayor variedad de localizaciones y direcciones espaciales.

Alguien de Nueva York o Barcelona tendría una ligera desventaja respecto a quienes viven en ciudades más caóticas

“Descubrimos que crecer fuera de las ciudades parece ser bueno para el desarrollo de las habilidades de navegación, y esto parece estar influenciado por la falta de complejidad de muchas redes de calles en las ciudades”, asegura Spiers, investigador de la University College de Londres (UCL). 

Red de carreteras de Londres (izquierda) y Nueva York (derecha) |Antoine Coutrot y Ed Manley

“Crecer en un lugar con un diseño más complejo de carreteras o caminos podría ayudar con las habilidades de navegación, ya que requiere hacer un seguimiento de la dirección cuando es más probable que esté haciendo múltiples giros en diferentes ángulos, mientras que también puede necesitar recordar más calles y puntos de referencia para cada viaje”, añade Coutrot, investigador del CNRS y la Universidad de Lyon.

Señales de deterioro cognitivo

Aunque el hallazgo puede parecer una mera curiosidad, los científicos están centrados en su utilidad práctica de cara a identificar posibles signos de deterioro cognitivo en personas que van a desarrollar una demencia en el futuro. Y conocer la influencia que tiene el entorno en esta variable les puede ayudar a discriminar mejor.

A la izquierda, trayectorias en una ciudad muy ordenada, como Chicago. A la derecha, trayectorias en Praga |Ed Manley

“En nuestra investigación reciente, descubrimos que las habilidades de navegación espacial de las personas disminuyen con la edad, comenzando en la edad adulta temprana”, señala Spiers. “Aquí, hallamos que las personas que crecieron en áreas con calles cuadriculadas pueden tener habilidades de navegación comparables a las de las personas cinco años mayores que viven en áreas rurales, y en algunas áreas la diferencia fue incluso mayor”.

En otras palabras, han podido cuantificar que el hecho de vivir en una zona urbana ordenada adelanta tu deterioro en la capacidad de orientación de aproximadamente cinco años frente a alguien que se ha criado en un entorno más rural. Por supuesto, advierten, se requiere más investigación para explorar cómo surgen estas diferencias durante la infancia, pero son pistas para avanzar en el conocimiento de esta posible vía de diagnóstico precoz.

Una plantilla del mundo

“Lo que dicen es que desde tu infancia te creas un modelo del mundo y esa estructura va a condicionar tus habilidades para navegar en nuevos espacios”, explica a Vozpópuli el neurocientífico Luis Martínez Otero, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante que no ha participado en este trabajo, pero sí en otros relacionados con la orientación espacial. “Si creces en ciudades como Chicago o Nueva York, más cuadriculadas, tu capacidad de navegar en estructuras complejas se va a ver mermada, pero si creces en áreas mucho más caóticas tu capacidad de navegación en la edad adulta va a mejorar”.

Diferentes configuraciones de ciudades argentinas |Antoine Coutrot y Ed Manley

A su juicio, lo más interesante del estudio es este descubrimiento de que alguien que haya nacido en una ciudad muy estructurada muestra signos de declive en la navegación antes que el resto. “Esto puede permitirles ver que, si una persona que ha salido de un área rural de pronto se le encuentra que tiene navegación espacial muy pobre, podría ser una señal de que hay que estudiarlo mejor”.

Un diálogo con el modelo interno

El único aspecto que parece quedar pendiente en este nuevo trabajo en Nature es el de la posibilidad de que ese modelo o plantilla del mundo pueda variar a medida que vamos acumulando experiencias. En un trabajo anterior de Martínez Otero y su equipo, basado en simulaciones, todo indicaba que el modelo es plástico, es decir, que puede cambiar. “Ahí es donde se separan los dos trabajos”, explica. “Nosotros decimos que esto es un proceso que continúa a lo largo del tiempo, que si te mudas de Barcelona a un área rural, deberías ir cambiando hasta alcanzar un nivel como alguien que ha crecido allí”. 

“Hay un diálogo continuo entre el mundo y tu modelo interno del mundo”, explica Martínez Otero

Todo esto se explica por lo que se conoce como “inferencia activa”, el fenómeno por el que “vas actualizando tu modelo interno del mundo en función de los encuentros que tienes y cómo exploras activamente ese mundo”, sostiene el investigador. “Lo que sugieren estos trabajos”, resume, “es que tú conformas un modelo interno del mundo y lo utilizas para interpretar todo lo demás que vas encontrándote a lo largo de la vida, que hay un diálogo continuo entre el mundo y tu modelo”.

Este comportamiento de nuestra mente se puede aplicar a otros ámbitos, como el de las ideologías o las formas de afrontar determinados aspectos de la realidad. “Si me he criado con una concepción muy igualitaria, todo lo que veo va dirigido a mantener ese modelo interno del mundo, es decir, a no encontrarme sorpresas”, apunta Martínez Otero. 

Quizá podría explicar por qué las personas de ciudad y las de pueblo difieren a la hora de valorar las distancias

En el plano espacial, quizá podría explicar también por qué las personas de ciudad y las de pueblo difieren a la hora de valorar si algo está cerca o lejos. Es posible que nuestra mente haga una especie de “reescalado” en función del lugar en el que se encuentra. “Yo me crié en un pueblo de mil y pico habitantes y luego me mudé a Santiago y después a Nueva York”, afirma el investigador. “Y cuando estoy en Nueva York soy capaz de caminar 7 kilómetros para ir a un sitio, pero cuando llego a mi pueblo andar 800 metros me parece muchísimo”.

Referencia: Entropy of city street networks linked to future spatial navigation ability (Nature) DOI 10.1038/s41586-022-04486-7

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