Quantcast

Ciencia

La fascinante historia del paseo prehistórico más largo jamás documentado

El rastro de huellas humanas estudiadas en Nuevo México. En la imagen central se ven las pisadas del niño

Todos el que tenga hijos pequeños y haya caminado alguna vez con prisas conoce perfectamente la sensación: después de llevarlos un rato a cuestas, los brazos se cansan y tenemos que soltarlos para que caminen unos metros por sí mismos para recobrar fuerzas. Ahora imaginemos la misma escena, pero caminando por el barro hace alrededor de 12.000 años y rodeado de hambrientos depredadores. Algo así debió suceder a finales del Pleistoceno en lo que hoy es el desierto de White Sands, en Nuevo México, según interpretan Matthew R. Bennett y su equipo de investigadores, a partir del sendero de huellas fosilizadas que han encontrado en este lugar. El rastro de huellas humanas, que tienen 1,5 km de longitud, es el más largo documentado hasta ahora y cuenta una historia verdaderamente intrigante.

El hallazgo se publica en la revista Quaternary Science Reviews y sus autores ofrecen algunos detalles en The Conversation. Por el tamaño de las huellas, los investigadores creen que pertenece a una mujer o a un adolescente joven, que caminó con paso firme por el barro y realizó un viaje de ida y vuelta. En varios puntos de su camino, el terreno está salpicado por otras huellas más pequeñas perteneciente a un niño que podía tener en torno a dos años. Y lo más interesante: el niño acompañaba al protagonista a la ida, pero no a la vuelta.

Lo más interesante es que el niño acompañaba al protagonista a la ida, pero no a la vuelta

El rastro muestra que la humana que dejó las huellas llevaba una dirección concreta, de la que no se desvió, y aparentemente se le cansaron los brazos y tuvo que soltarle para que caminara solo. Las huellas del camino de vuelta son menos profundas, lo que sugiere que la protagonista llevaba menos peso y el barro tal vez se había empezado a secar. A partir de los datos de la pisada y la distancia entre los pasos, los investigadores también han calculado que la mujer (o el/la adolescente) caminaba a una velocidad de 1,7 metros por segundo, es decir, que iba a paso ligero, quizá asustada por la posibilidad de cruzarse con animales peligrosos. En esta misma playa fosilizada, los paleontólogos han identificado miles de huellas con una antigüedad entre los 11500 y los 13000 años.

Modelado en 3D de las huellas analizadas, en el que se aprecia la diferencia entre los pasos con más o menos carga

Entre esta cantidad de huellas animales, los científicos han hallado las pistas de dos criaturas que se cruzaron en el camino del autor de las huellas humanas estudiadas. Un perezoso, cuya trayectoria indica que se paró ante el rastro humano, tal vez para olfatearlo unos segundos, y un mamut, que cruzó por encima del rastro de huellas sin detenerse. Los autores del trabajo pueden determinar que los animales se cruzaron porque las huellas humanas de vuelta se superponen sobre las de los dos animales.

Ilustración de cómo pudo ser aquella escena hace 11.500 años

“Este rastro de huellas cuenta una historia extraordinaria”, escriben los autores. “¿Qué estaba haciendo este individuo con un niño en esta playa, moviéndose con prisa?” A su juicio, este hallazgo nos habla de las organización social del estos grupos humanos, ya que el protagonista caminaba con determinación hacia un destino donde seguramente esperaba una recepción amistosa. ¿Estaba el niño enfermo? ¿Se lo llevaban a su madre? No tenemos manera de conocer la verdadera respuesta, pero la mera posibilidad de asomarnos a una escena que sucedió hace miles de años, cuando los primeros humanos pisaban esta región de la Tierra, ya merece la pena.

Referencias: Walking in mud: Remarkable Pleistocene human trackways from White Sands National Park (New Mexico) (Quaternary Science Reviews) | Fossil footprints: the fascinating story behind the longest known prehistoric journey (The Conversation)

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.