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Mémesis

Érase un hombre a un boli Bic pegado

Ioannes con una de sus últimas creaciones

Dibuja de pie. Pasa hasta 10 horas al día como una estatua delante de su mesa orientada a la luz natural de su cocina, en el Metro o en alguna feria del cómic. La postura es temporal dice—, como la decenas de trabajos por los que ha pasado hasta poder dedicarse a una pasión muy mal remunerada para el bolsillo pero muy gratificante para el espíritu.  

 

Juan Espadas (Madrid, 1971) autor de cómic, historietista, profesor de dibujo y cómic, artista sin más...  viene también a nuestro estudio con una mochila de estudiante llena de pequeñas obras de arte. Dibujos de tamaño amigable que desnudan las obsesiones de su autor. Hay monstruos mitológicos, porno manga, historia, videojuegos, retratos y un gato que acaba de vender.  En su bolsillo sobresalen 4 bolis baratos, nuevos, sin morder que recuerdan los primeros días de curso, el olor a papelería y el brillo del plástico nuevo. Ese es todo su arsenal.

Su trabajo prestigia un instrumento con una carga efímera descomunal. El boli Bic de notas de nevera, apuntes de libreta en espiral o garabatos de servilleta grasienta de bar es un cincel de oro en sus manos, un instrumento de precisión que acaricia con cada vaivén y del que salen imágenes imposibles apenas dejando caer su peso sobre el papel, sin apretar. Millones de trazos condensados en tramas azules o negras (nunca verde), vírgulas de grosor imperceptible y entintados que huelen a horas y horas de trabajo, a dedicación impasible y a soledad.

La novia de Frankenstein, boligrafo bic negro sobre cartulina, A4

 

Juan, @IoannesEnsis en la red, es un hombre ya maduro, casado y con una hija. Sorprende en un mundo copado por mangas, animes y cosplays de veinteañeros salpicados de acné dándose codazos por ser el nuevo Osamu Tezuka. Parece no preocuparle mucho. Él disfruta dibujando aunque odie todos sus dibujos, “...los quemaría todos—nos dice levantando los ojos cansados sobre las gafas. La contradicción del artista obsesionado por su obra y por el perfeccionismo en su trabajo.

“A mis alumnos siempre les recuerdo la cita del gran Hokusai el autor de La gran ola de Kanagawa “ —dice Ioannes:

“[...] a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia” del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia"

Ioannes es un tipo normal, con cuerpo y ojos castigados por su dedicación de cirujano. Inspirado por la narrativa del Príncipe Valiente de Harold Foster, el terror gore-apocalíptico de Berni Wrightson o el trazo sencillo del SuperLópez de Juan López JAN pasa las horas dibujando su interpretación de los demonios de Tolkien o las pollas imaginadas.

'El árbol de los condenados'. Técnica digital. Ganador de un concurso en Dibujando.net

“Estudié Historia Medieval y solo me ha valido para ganar al Trivial y contar anécdotas en los bares. He sido auxiliar administrativo, aprendiz de vidriero, vigilante, inspector de calidad [...] ahora dibujo a todas horas. Durante la carrera mi compañero tomaba los apuntes mientras yo dibujaba todas las diapositivas al detalle.” Ha publicado en España y en Francia (porno renacentista), ha abierto cuentas en DevianArt, Tumblr, Hentai-foundry [NSFW], dibujando.net, Youtube, Facebook, Twitter, etc… Sobrevive en las tinieblas digitales. Parece que lo único que no ha evolucionado con él es su mejor instrumento de trabajo.

Con la especialización llegan los detalles. Cada Bic es un mundo y Ioannes es capaz de distinguirlos con apenas unos trazos. Cada uno tiene una personalidad distinta, como sus dibujos, como la fruta que compras en el supermercado. Son todas iguales pero distintas. Con algunos se encariña, otros los odia. Jamás los muerde ni los chupa y es capaz de saber lo que va durar cada ejemplar. Este dibujo consumió un cuarto, este casi la mitad.

Su piedra de toque son los fondos. Allí pasa el mayor tiempo su bolígrafo. No se trata sólo de rellenar espacio sino de colocar trazos finos y ordenados muy juntos en una trama uniforme durante horas. Hay que estar muy atento para que la presión no cambie la fuerza del color. Sus dibujos al trasluz dejan entrever las diferencias de tono. Debajo de su mano un papel le protege de los típicos borrones y manchas de escolar despistado.

Boli bic azul sobre dinA4. Juan Espadas

Lo verdaderamente sorprendente de su trabajo es la forma que tiene de compartir el proceso creativo. Ioannes realiza dos trayectos de 20 minutos diarios en el Metro de Madrid. Allí, de pie, buscando el apoyo de espalda para tener ambas manos libres, saca el bisturí y comienza a diseccionar sus monstruos mitológicos o sus fieras. No le importan las miradas, ni los comentarios, ni los codazos involuntarios de compañeros de hora punta; es su forma de trabajar. De vez en cuando, al terminar un trayecto, comparte en Redes el estado de esa obra y recibe un feedback que alimenta sus ganas de continuar luchando y no mandarlo todo a la mierda para volver a llamar a sus antiguos jefes. Es el contacto público-artista del siglo XXI. Te sientes cómplice de su trabajo porque aportar un valor que muy pocos otros imitan en redes sociales.

Un papel tipo Guarro tamaño folio y todo entintado le puede llevar unas de 10-15 horas de trabajo. Unos 40 trayectos de pie en el Metro. 20 días. Ahí es donde a Juan Espadas deja a Ioannes para cambiar el gesto. La mueca de orgullo se torna en un visaje de desesperación. “Este mundillo está muy mal pagado, si cuento las horas gano menos que una asistenta, con todo el respeto al trabajo de empleada de hogar. Yo entrego un objeto exclusivo, único y original”. Y tiene razón, la ley de la oferta y demanda de este capitalismo feroz es muy cruel con el talento.

“La sociedad no considera el dibujo como un arte al mismo nivel que la pintura y la escultura. ‘Con cuarenta años y todavía haciendo dibujitos’...No hay galerías que expongan dibujos hechos en una libreta aunque te lleven 300 horas [con honrosas excepciones]”

A pesar de ello Ioannes busca constantemente la fórmula para rentabilizar su trabajo. Cambiar 10 horas de trabajo echadas en el dibujo de la iguana mitológica por un abono transporte suena a mercadilleo desesperado pero funciona. En tan solo unas horas el dibujo cambió de dueño para desesperación de terceros. Tampoco tiene ningún problema en participar en subastas solidarias para alguna ONG o buscarse un apadrinamiento barato para autofinanciarse.

Son otros tiempos. Los artistas antes en la calle sobreviven ahora en la Red. El marchante, el intermediario, el editor poderoso e inaccesible sigue moviendo los hilos de plata y oro, pero el cobre se bate en el boca a boca (o de tweet a tweet) de redes sociales, después de echar horas y horas de pie frente a esa pequeña ventana luminosa de la cocina o entre codazos en los vagones de la línea 7.

Probablemente sin esas redes ni tú ni yo hubiéramos conocido su trabajo.

     

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