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Isabel Sartorius, la extraña amiga y confidente de la reina Letizia

Isabel Sartorius durante un acto como imagen de la firma `Xanthigen´ (Gtres).

Nada se sabía de la amistad entre la reina Letizia e Isabel Sartorius hasta que unos fotógrafos las encontraron disfrutando de una tarde de café cerca del palacio de El Pardo. Como dos amigas de toda la vida, la actual esposa de Felipe VI y la que fue su primera novia conocida charlaron durante largas horas, comentaron viajes, vieron fotografías y atendieron llamadas personales sin inmutarse. Rápidamente, saltaron todas las alarmas. ¿Cómo se habían conocido? ¿A qué venía ese encuentro? ¿De qué hablaban? Cualquier movimiento de la reina genera una expectación desmedida -tan solo tenemos que pensar en el revuelo de su último corte de pelo-, pero si a eso se añade la presencia del que fue el primer amor de su propio marido, el morbo está servido. 

Más contacto con la reina que con el rey 

La encargada de dar forma -o, al menos, de intentarlo- a tal encuentro fue la propia Isabel Sartorius. Según contó la socialité -no encontramos mejor forma de definirla-, la amistad que le une a la actual reina viene desde el compromiso con el que fue su novio. El rey y ella guardan una relación muy estrecha y fue éste el encargado de presentarlas en una fiesta. Conectaron enseguida y se hicieron muy amigas, tanto que Sartorius asegura que tiene más contacto con la reina que con el rey. Eso sí, aprovechó la ocasión para deshacerse en elogios hacia Letizia y alabar su gran papel al frente de la jefatura del estado. Algo lógico, contando que se supone que son amigas. 

Fue el rey quien la llamó personalmente para comunicarle que iba a anunciarse públicamente su compromiso matrimonial -cuenta Sartorius en sus memorias que el anuncio le pilló sin batería y al encender el teléfono recibió más de treinta llamadas y mensajes, el último de los cuales era del entonces príncipe explicándole el asunto-. Hasta ese punto llega la relación entre los que ex novios. No es de extrañar, por tanto, que Isabel haya ejercido de portavoz no oficial de la pareja y encargada de ensalzar las bondades de la monarquía. Para algo lleva más de veinticinco años viviendo gracias a haber sido novia de

La semana pasada, Isabel acudió a prestar su imagen a una marca de productos adelgazantes de la que es asidua. Allí aprovechó para decir que estaba enamorada, que lleva tres meses saliendo con un hombre del que no quiere revelar ningún dato y, como no, para comentar el estupendo papel que están haciendo los reyes. No hay acto, sea de la naturaleza que sea, en el que la socialité no aproveche para hablar de sus amigos los reyes. Total, ¿de qué se le va a preguntar a Isabel Sartorius? Haber sido novia del príncipe le ha garantizado un pase exclusivo a la crónica social de más alta alcurnia, y eso que ella tampoco lo ha puesto fácil. Los duros episodios que contó en sus memorias -en las que, incomprensiblemente, se planteó no hablar de su noviazgo con Felipe- no son precisamente la mejor carta de presentación. Y anunciar productos para adelgazar tampoco. 

¿Invitarían a Eva Sannum a una comida a tres bandas?

Imaginamos que la reina Letizia ya sabrá la identidad del hombre que ha robado el corazón a la ex novia de su marido, y que esta fue de las primeras en enterarse de las intenciones de cortarse el pelo de la monarca. Suponemos que en las charlas telefónicas deben contarse más de un quebradero de cabeza y más de un secreto de Estado. Si esto fuese una película de Hollywood, ya habría algún servicio secreto extranjero tentando a Isabel para que se convirtiese en espía doble, pero España no interesa ni para esos menesteres -sería más plausible que el cerebro de la operación fuese Jaime Peñafiel, dispuesto a conocer los secretos de la reina-. Aquí somos más de sorprendernos por la amistad entre la actual y la ex. ¿Invitarían a Eva Sannum a una comida a tres bandas? ¿O la noruega no sería tan bien recibida? 

Por el momento, con que Isabel le recomiende a la reina que deje de preocuparse tanto y coma un poco más, nos podemos dar con un canto en los dientes. Una anunciando dietas y la otra pasándose con la suya.

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