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Carl Icahn: ¿quién es el guardián del universo?

Portada de la revista Time

Icahn, judío neoyorquino de Brooklyn y Queens, ya ha cumplido 78 años y sigue en plena forma, como un carnicero que disfruta cortando a la perfección todo tipo de piezas. Sólo que Icahn corta y despedaza empresas. Ni qué decir qué hace con ‘las partes’ que no sirven: a la picadora. En España, y en el sector audiovisual, hay un par de lobos que disfrutan también con la misma práctica, pero no llegan a ser como Carl, ni a la sombra de sus más de 20.000 millones de dólares que le sitúan a la cabeza como el hombre más rico de Wall Street.

Un incorregible adicto al dinero

Cuentan de él que por las tardes bebe Martini dobles, que juega al póker con la misma frialdad que deshace empresas y que tiene la suerte del ganador al que le brilla el colmillo, según sonríe, sólo por la comisura del labio. No se corta nada y cada vez que le echa el ojo a una empresa, llámese Yahoo, Dell o Apple, se lo cuenta a sus 144.000 seguidores de Twitter. Pergeña la estrategia y despierta a sus brokers para preparar durante la noche, ebrio de poder y mala leche, la salida al parquet a primera hora de la mañana, nada más abrir la sesión. Por lo visto, su olfato rara vez le falla, por muchos años que cumpla.

Desde luego ha marcado un estilo para hacer negocios y, cómo no, para inspirar films en Hollywood. Cuando la TWA cayó en sus manos duró menos que el caramelo a la puerta del colegio. Su presidente sólo acertó a decir mientras veía cómo se desmantelaba por segundos: “Icahn es el hombre más avaricioso de la Tierra”. Lo peor es que lo sigue siendo a pesar de sus 78 años. El furor dinerario no se ha apagado nada. En 2012 y 2013 se ha fundido 14 compañías y hoy ocupa el número 23 en la lista Forbes.

Icahn contra Buffett

Se le compara constantemente con mi predilecto Warren Buffett en lo que se refiere a hacer acopio de fortuna, pero entre los dos media un abismo. Buffett tiene sentimientos y Carl, no. A Carl le da lo mismo lo que suceda con las compañías cuando decide entrar en ellas para hacerse más rico todavía. ¿Que despiden a todo el mundo? ¿Y a mí qué? Más dinero me embolso. ¿Qué se va al garete una compañía legendaria? ¿Y a mí qué? Ya vendrán otras, mientras me sigo haciendo más rico. Con lo cual, quererle, lo que se dice quererle... Quizá sea eso lo que le pase, que no ha tenido amor de niño y la única manera de aplacar esa falta es hacer dinero y mandar a todo el mundo.

Sólo él sabe lo que le costó graduarse en Princeton y conseguir el dinero necesario para hacerlo vendiendo hielo a los clientes de unas cabañas de Long Island y jugando al póker por la noche con los dueños del negocio. Se licenció en Filosofía -tiene guasa- y más tarde comenzó medicina, pero como el Gran Wyoming, lo dejó por respeto a la humanidad. Era mejor desplumarla que curarla, claro.

Predilección por su hija

Tras dos años en el ejército, desembarcó el día D en el puerto de Wall Street y puso su bandera en lo más alto. Tan alto, donde sólo anidan los buitres, por mucho que él no crea ser uno de ellos. Su ansia por volar solo, le impulsa a echar del nido a sus polluelos. Tiene dos hijos, con el varón compite -cada uno desde su nido-, pero con la hija se muestra más comprensivo y le ha dejado un hueco en una de sus rocas.

Por ahora ha metido sus garras en eBay, Biogen, Dynegy, Chesapeake Energy, Forest Laboratories, Genzyme, MGM Studios, Motorola, Revlon, Lions Gate, Marvel, Take-Two Interactive, Nuance Technology, Transocean y WebMD. Controla 45 millones de acciones de Apple y unos 800 millones de dólares en Netflix; 15 millones de acciones en el USA Today. La revista Time le dedicó una portada en diciembre del año pasado: "El guardián del universo". Qué miedo, ¿no?

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