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Conchita Wurst: ha nacido una estrella europea

Actuación de Conchita Wurst en Eurovisión / Gtresonline.

Tom Neuwirth, de 25 años, es quien está detrás de Conchita Wurst. Nació en la pequeña localidad austriaca de Gmunden, a orillas del turístico lago Traunsee. Pero hasta bien entrada su adolescencia, vivió en una zona rural del land austriaco de Estiria, una región más marcada por sus paisajes naturales que por su cosmopolitismo. De hecho, el lema de Estiria, Das grüne Herz Osterreichs (‘El corazón verde de Austria’), da cuenta de su carácter campestre. En concreto, los primeros años de su vida, Neuwirth los pasó en Bad Mitterndorf, una estación de esquí de poco más de 3.000 habitantes.

En tales circunstancias, a medida que fue percibiendo que su orientación sexual era distinta a la de la mayoría, su situación se fue complicando. En su familia, según ha contado, hubo algo de confusión al respecto. “Pero siempre se han portado genial conmigo y me han apoyado” según ha precisado Tom, vestido de Conchita. En la escuela, sin embargo, llegó a pasar “las horas solo”.

Que le dieran la espalda por que le gustaran los chicos debió de marcarle, porque de esa discriminación surgió el personaje de Conchita Wurst. “Quiero que la gente joven lo tenga más fácil, independientemente de la razón por la que sean diferentes”, decía Neuwirth vestido de mujer barbuda mucho antes de triunfar en Eurovisión. Para vehicular su mensaje contra la intolerancia, creó en 2011 el personaje con el que ha conocido la gloria en Copenhague. Lo hizo después de haber cursado estudios de diseño en moda en Graz. Para transmitir la universalidad del mensaje, hasta al más mínimo detalle biográfico de Conchita está cuidado.

Un largo camino a Eurovisión

Nació, desde luego, muy lejos de Europa, en “una zona montañosa de Colombia”, aunque se “crio en Alemania”, según se precisa en su página web oficial. Su primera aparición espectacular se produjo hace tres años en el programa de televisión Die große Chance (‘La gran oportunidad’), dedicado a nuevos talentos y en el que acabaría en sexta posición.

Luego postularía sin éxito para representar a su país en Eurovisión en 2012, tras lo que no dejó de aprovechar su particular telegenia apareciendo en varios programas televisivos. Todo ello, claro está, sin dejar de llevar barba ni perder de vista grandes objetivos como el de defender los colores de su país en el festival musical paneuropeo, algo que sería misión cumplida en septiembre de 2013.

En el festival paneuropeo que acogió Copenhague, su apuesta estética -rompedora al mezclar una oscura barba cerrada con formas ultrafemeninas- levantó ampollas en los países más conservadores de Europa, especialmente en aquellos en los que la homofobia es un sentimiento más que arraigado, como Rusia. Sin embargo, Conchita Wurst, no se dejó llevar por la polémica en la capital danesa y firmó una impecable interpretación de Rise Like a Phoenix, una canción digna de banda sonora de película de James Bond. Con ella puso a la mayoría de acuerdo. Y de ahí su espectacular triunfo, que vieron cerca de 180 millones de telespectadores.

Su victoria difícilmente quedará como un accidente de la competición eurovisiva. Será más bien producto de una causa que trasciende el propio festival europeo. “Esto no es sólo para mí, sino para todos aquellos que creen en el futuro, en el amor, la paz la tolerancia y la aceptación”, dijo Conchita Wurst sobre su histórico triunfo. Hacía 48 años que Austria no ganaba en Eurovisión.

En un contexto continental marcado por la amenaza de guerra abierta en Ucrania, de tensión entre el mundo occidental y Rusia -y donde ser gay aún puede ser motivo de discriminación- que haya ganado un travestido en el festival europeo significa mucho más que la mera atribución de un premio. De esto parece ser muy consciente el sincronizado binomio que forman Tom Neuwirth y Conchita Wurst. Por eso mismo habrá que estar muy pendientes de cuáles son sus próximos pasos artísticos.

A lo mejor, gracias a esta extraña pareja, el género de la canción protesta renace como el fénix de la canción galardonada en Eurovisión. Eso sí, adoptando unas formas bien distintas a las de Bob Dylan y el resto de viejos cantautores reivindicativos

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