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La vaca que quería ser comida

La primera hamburguesa creada en un laboratorio.

La iniciativa que llega más lejos en este sentido, y quizá una de las que más hondas repercusiones planteadas es la de la carne sintética. “Carne sintética” significa carne creada en un laboratorio: se toman células del tejido muscular que se quiera cultivar (de una vaca, por ejemplo, una oveja o un cerdo), se cultivan in vitro de forma que lo que se desarrolle sea un filete, y no otros órganos y, si todo sale bien, al final del proceso tenemos un filete de carne obtenido sin que se haya sacrificado ningún animal.

Los primeros experimentos comenzaron de la mano del Dr. Mark Post, quien presentó sus primeros resultados públicos a finales de 2011. Este profesor de fisiología vascular en la Universidad de Maastrich prometía una tecnología que podría acabar con parte al menos del hambre en el mundo. Al año siguiente sus vídeos en YouTube se hicieron rápidamente populares y estimularon una expectativa que no se ha visto defraudada. 

El plato estrella fue una hamburguesa de un sabor aceptable, sin nada de grasa hecha a base de tiras de músculo sintético de vaca

El 6 de agosto pasado el Dr. Post organizó la presentación y consumición públicas de la primera “hamburguesa sintética” en un restaurante de Cornwall, en Reino Unido. El evento fue patrocinado por Sergey Bryn, uno de los cofundadores de Google y el plato estrella fue una hamburguesa de un sabor aceptable, sin nada de grasa (y por tanto sin el sabor y textura de la misma) hecha a base de tiras de músculo sintético de vaca. Los 250.000 dólares que costó producir esta primera hamburguesa sintética la colocan claramente fuera del mercado, pero Post y sus patrocinadores afirman que convertir este proceso en una alternativa económicamente rentable a la carne tradicional es sólo cuestión de mejorar una tecnología ya existente. Producir un kilo de carne de vacuno exige unos 15.000 litros de agua, además de los gastos sanitarios, en alimento, comida, mantenimiento, etc., por lo que los costes no sólo de alimentación, sino sanitarios y de medio ambiente son dignos de tomarse en cuenta con todo detenimiento para examinar alternativas.

Razones para seguir experimentando con carne sintética

¿Pero se trata realmente de una alternativa atractiva para la población mundial? Tomemos el caso de China: en sólo dos décadas cientos de millones de personas han visto elevarse su nivel de vida desde los umbrales de la pobreza más severa hasta el confort de una clase media que exige una mejora en sus alimentos. Esto incluye una demanda de proteínas animales que el resto del mundo no está en condiciones de satisfacer. Como resultado de estas tensiones el precio de los alimentos subirá, lo que implicará nuevas y atroces hambrunas en los países más pobres, y una disminución de la calidad y la oferta en los países ricos.

La carne sintética resultaría mucho más económica en términos de compra de materias primas y se acabaría con horrible tratamiento al que sometemos a cientos de millones de animales. 

A paliar en buena medida este problema vendrían los experimentos con carne sintética: Fabricar la carne en laboratorios reduciría enormemente la superficie dedicada al ganado, se limitarían sustancialmente las demandas de agua y se controlarían mucho mejor las condiciones sanitarias del producto final. Además se reduciría la cabaña estabulada de vacuno, causante de buena parte de las emisiones de metano que fomentan el efecto invernadero. Puesto que el gasto en materias para alimentar los tejidos se reduciría igualmente (el filete sintético no comparte nutrientes con órganos que se mueven para latir en un corazón o para transportar el animal) la carne sintética resultaría mucho más económica en términos de compra de materias primas. Por último, pero no menos importante, se acabaría con el horrible tratamiento al que sometemos a cientos de millones de animales cada año con el fin de servirnos como alimento

En principio podría suponerse que la carne sintética no sólo daría alimento a muchas personas que hoy no pueden permitírselo, sino que permitiría disfrutar de las proteínas de la carne (y suponemos que algún día también de su sabor) a todas las personas que sienten los naturales escrúpulos éticos y morales ante la idea de obtener alimento matando a un animal. Sin embargo, las prevenciones de todo tipo que despierta no son del tipo que se pueda ignorar.

Cuáles son las consecuencias

Dejemos de lado, aunque es una objeción muy seria, el mero escrúpulo por alimentarse de un tejido vivo que sabemos ha sido creado en un laboratorio. Mencionemos tan sólo de pasada el enorme cambio demográfico que implicaría que una proporción considerable de la población que se dedica hoy día a la ganadería viera en pocos años cómo su trabajo y todo su modo de vida pasa a la categoría de “profesiones del pasado”. Incluso prescindiendo de tales consideraciones ¿cómo podemos estar seguros de que el proceso de fabricación no entraña riesgos para la salud de quienes lo consumirán? Los fabricantes aseguran que simplemente replican in vitro el proceso natural, pero los consumidores europeos todavía tiemblan al pensar en los estragos que causó la enfermedad de las vacas locas como consecuencia de una modificación en el proceso de obtención de la carne mucho más pequeña que la que estamos comentando.

Naturalmente están las objeciones religiosas: ¿es lícito alimentarse de un ser vivo mencionado en un texto sagrado como alimento válido, cuando el animal vino a la vida no por obra del Creador, sino de un laboratorio? ¿Se puede considerar que la carne obtenida a partir del cultivo de un tejido del músculo de un cerdo es carne de un animal de pezuña?

Y naturalmente se cierne sobre toda la sociedad un riesgo siempre soslayado por los promotores de esta invención: supongamos que la carne sintética ha sido un éxito, primero en los países más pobres y luego entre las clases medias de los países más desarrollados. Buena parte de las granjas tradicionales habrían desaparecido y con ellas el instrumento para alimentar a la población desde la propia tierra. Si se permite ahora la patente de estos productos y los procedimientos para su obtención ¿no estaremos creando el riesgo de que en futuro próximo unas pocas industrias se hayan hecho con el monopolio de la fabricación de alimentos, y puedan manejar a las sociedades mundiales con simples cambios en la cadena de fabricación y distribución?

Mientras os dejo con estas cuestiones para que las consideráis, dejadme que os ofrezca un tentempié: ¿chuletitas E456© de General Electric o estas deliciosas gulas de cienpiés?

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