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Mémesis

La Navidad, otra historia de refugiados olvidados

Lesbos

Cuentan las tradiciones cristianas que hace muchos, muchos años Dios mandó al arcángel Gabriel en forma de paloma a visitar a María, una joven judía para informarle que sería la futura madre del hijo de Dios. (Luc. 1:35).

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Cuentan los historiadores que el por entonces jefe del Imperio más grande sobre la tierra quiso medir hasta dónde llegaba su poder. La emperatriz Merkel —perdón, el emperador César Augusto— ordenó una empresa sin precedentes. La realización de un censo para acotar los dominios de su vasallaje.

Todos los habitantes tenían que acudir a sus ciudades de origen para censarse. La Unión Europea, perdón, el Imperio romano quería tener el control de su pueblo y fronteras para poder reaccionar mejor ante las posible invasiones bárbaras. Familias enteras de indocumentados surcaban las calzadas romanas en interminables caminatas en busca de su identidad perdida.

Los niños, ajenos al drama burocrático y a las distancias, se tenían que prestar a esfuerzos impropios para satisfacer la extraña voluntad del mundo adulto. 

 

Según los datos históricos aquellos personajes bíblicos tuvieron que hacer un largo viaje hasta llegar a su localidad natal en Belén. Nadie se hacía cargo de los gastos y no hacerlo supondría el temido destierro. El miedo es el mejor medio de transporte. María y José anduvieron días bajo el frío, sobre el barro y con lo puesto.

Pobre y desamparada la joven judía “en estado avanzado de gravidez” (Luc. 2:5) tuvo que pasar la última noche en un establo a las puertas de Belén.

...y entonces Jesús nació.

 

...y su padre putativo improvisó para él un pesebre y así poder robar algo de calor a la intemperie.

 

Los días siguientes fueron muy duros. Aún así, el miedo de la madre por un futuro incierto se compensaba con el calor del recién llegado. La familia es la única identidad que ningún papel te puede regalar.

Pastores, proscritos y camaradas visitaron el pesebre para regalar cariño y compasión mientras el bebé descansaba ajeno a la aleatoriedad de nacer en el lado equivocado de la frontera.

Varios magos vinieron desde Oriente para presentar a la familia sus cuidados y respetos… Una ayuda del todo insuficiente pero que agradecieron gentilmente.

 

...respetos que en la mezcla con las viejas tradiciones paganas del solsticio de invierno acabarían siendo presentados por un hombre con barba blanca llamado Nicolás. Él traería a algunos afortunados el apoyo y los presentes...

 

Pero entonces ocurrió lo peor. Un ángel se apareció al insólito padre (siempre según aquellas escrituras) para ordenarle la huida inmediata a Egipto (Mateo 2, 13-15). Bashar al-Asad, perdón, el Rey Herodes prometió matar a todos los inocentes que pusieran en peligro el poder conquistado con sangre. Alianzas en todo el imperio le ayudaron a ejecutar sus delirios. El miedo se multiplica. La familia, sin nada más que eso, volvió a ponerse en marcha para ganar cuanto antes la tierra de su exilio y así salva la vida de su hijo.

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La penurias fueron lo único que no abandonaron en su nuevo destierro. Expulsados de su tierra una y otra vez su vida estaba en cómo salvar los problemas del camino.

No fueron los únicos sin consuelo. Hordas de judíos dejaron tierra Santa para instalarse en centenares de asentamientos en Alejandría y en el delta del Nilo… Judíos y desamparados como ellos.

 

Territorios también pobres pero que no dudaron en acoger a los huidos. En levantar inmensas ciudades distópicas y atemporales donde reposar su incertidumbre. Nada definitivo, todo improvisado. La vida sigue al otro lado de la pobreza.

 

Al final, la mejor ayuda a los pobres viene siempre de otros pobres. Mientras que la caridad se ejerce desde la riqueza, la solidaridad lo hace desde el respeto de gente que sabe lo que es vivir en la pobreza. 

 

La 'sagrada' familia pasó —desplazada— los siguientes años en Egipto esperando la muerte de Herodes, un gran antisemita, antes de poder volver a su tierra natal.

Las vidas de millones de personas inocentes dependen de los delirios de grandeza de reyes, emperadores o aspirantes a estrategas. Mientras que, al otro lado de la realidad alguien dispone, entre lágrimas, lo único que le queda. Su dignidad.

 

Feliz Navidad.

Feliz Solsticio de invierno. 

 

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