Quantcast

Mémesis

¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión en el arte?

Ellos opinan

Cuenta Nick Mason, batería de los eternos Pink Floyd, que cuando todavía no eran los Pink Floyd se ganaban las libras tocando en eventos privados y colegios mayores de la sociedad underground londinense de mediados de los sesenta. Cuenta Nick que una vez también dieron un concierto en un famoso club juvenil católico de la capital. Al terminar la noche el encargado se negó a pagarles con la excusa de que esos chicos “no hacían música”. El mánager les dijo que no montaran el número, denunciaría al colegio por incumplimeinto de contrato y al final acabarían cobrando su dinero. Pero no fue así. Perdieron. El juez también era católico.

Aquellos titiriteros de la música, marginados en su expresión artística por un estilo extemporáneo e incomprendido se convirtieron más tarde en icono cultural del rock del siglo XX y una de las bandas más influyentes de la historia de la música. También para esos católicos.

Esa anécdota de ayer explica nuestras noticias de hoy

El acoso a la expresión artística no es tanto un problema de libertad de expresión como un juego político o ideológico para defender espacios de poder, cuotas de influencia y sus propagandas. El artista es solo la mercancía, un peón, un títere maleable a conveniencia por la subjetividad en la interpretación de su obra. En realidad nunca ha importado el pecado sino saber ejemplarizar con su penitencia.

Para la documentación y preparación de este artículo he consultado a profesionales, artistas y juristas. Me ha sido imposible encontrar algún abogado o analista que con las evidencias en la mano me acreditara la apología o enaltecimiento del terrorismo por el que los titiriteros fueron enviados a prisión incondicional sin fianza. Han pasado allí cinco días.

Sin embargo el tufo mediático es gigantesco y está construido como un obelisco monumental sin estructura o cimientos. Como bien recuerda el excelso Manuel Jabois, las primeras noticias hablaban solo de la exhibición de una pancarta de “Gora Eta” delante de unos niños. ¡Válgame Dios! Había una pancarta pero ese no era el mensaje. Una vez incrustada la ilusión o bomba mediática en gente que se mueve con la rentabilidad política como principio es imposible sacarla ni con el sacacorchos de las evidencias. 

Pero, a pesar de toda la manipulación ¿Existe de verdad un límite legal a la hora de acotar la libertad en la expresión artística? Elpidio José Silva, ex juez, político y autor de “La justicia desahuciada. España no es país para jueces”  nos aclara pedagógicamente el componente legal del asunto:

“El artista responde por un delito o va más allá de la libertad de expresión cuando ves claramente que el interés no está en la obra sino en hacer daño. Cuando se está utilizando una obra de teatro para un interés que va mucho más allá del estético de la propia obra. Este criterio puede ser a veces sutil pero otras es muy burdo, busca generar un daño, una provocación o fortalecer un movimiento criminal [...] Cuando hay dolo hay delito”

Elpidio recuerda la clave que explica los disparates en el caso de los titiriteros de Madrid:

“Unos titiriteros realizan una actividad artística y lanzan una serie de mensajes que pueden ser provocadores dependiendo de la comunidad que los oiga. En Granada se presentaron estos mismos mensajes y nadie dijo nada. En Madrid sí. Era carnaval [...]

Puede haber un delito estético pero no puedes meter el código penal para las cosas que no te gusten. En el hecho penal y la calificación puede llega a haber dudas pero en lo que no puede haber dudas es en que merezcan una prisión incondicional. Es lo más extremo que prevé el ordenamiento jurídico. Ingresar en prisión por una obra de teatro donde se han representado cosas que además no están nada claras es un despropósito. Según el fiscal se pide la prisión porque tenían la duda de si la alcaldesa iba a seguir autorizando la representación. Esto es otra barbaridad. No puedes meter a alguien en prisión por las cosas que puede hacer otro, que además es una autoridad administrativa [...]"

Esta frivolización de todo lo filo-etarra donde todo es más ETA que la propia ETA produce una banalización del terrorismo que hace mucho más daño que el irresponsable objetivo que persigue… desgastar al adversario político.

 

“Valorando todo lo que ha pasado no veo actos que supongan una exaltación del terrorismo. Veo una serie de personas que organizan un acto y son muy imprudentes a la hora de ser respetuosos y sensibles con la comunidad. El aparato judicial no puede estar tocando esta música, eso corresponde solo a la política”...termina Elpidio.

https://twitter.com/Mas_esmas/status/696824439732903941

 

Pero el jurista no ve lo mismo que el artista, aunque coincidan en el fondo. Desde el otro lado el concepto de libertad suele ser mucho más personal o filosófico.

Nos cuenta Julián Hernández, alma máter del Siniestro Total de hoy y el de Coppini, un tipo responsable de matar jipis en las Cíes, ahorcar empalmados o de tocar los cojones al mismísimo Ayatolah cuando la estabilidad política e ideológica en España pasaba por las pistolas del Teniente Coronel Tejero.

Nos cuenta —digo— que unos amigos de Cambre, anarquistas ellos, conocen a Raúl García y Alfonso Lázaro, los titiriteros encarcelados. La reflexión más aterradora es que sus amigos han tenido suerte de que esto tenga la repercusión que está teniendo. Si llegan a detenerles por una función en una casa okupa, por ejemplo, nadie se enteraría del asunto y la situación sería mucho más negra.

Para Julián, músico atípico, columnista de los otrora afamados templos, cultivado y de la estirpe ritmo-filosófica (a lo Auserón o Calamaro) ...todo vale por el arte:

“Que mi obra sea una mierda infumable ya es otra cuestión. Hasta llegar a tal evaluación, yo puedo contar lo que sea a un público adulto y bien formado; y nadie tiene la obligación de prestarme atención, por supuesto. Claro que pensar que España es un país de adultos bien formados es como creer en los unicornios transexuales pro-soviéticos.”

La libertad de Julián se parece a la libertad que reclamaba José Luis Sampedro. De nada sirve luchar por la libertad de expresión sin haber conquistado antes la libertad de pensamiento. Si lo que uno expresa es un pensamiento no propio, robado o sugerido, entonces no eres libre, por mucho que dejen expresarte sin ir al trullo. Pero este es otro tema...

Respecto a la bula del artista, Julián nos recuerda:

“En cuanto ficción, representación, recreación o como se quiera llamar, no hay ningún límite. Incluso el narrador en primera persona de una novela, por ejemplo, NO es el autor, por mucho que éste se identifique con aquel.

Hay cosas que nos repugnan que nos cuenta nuestro propio cerebro bicameral en los sueños (siempre me he preguntado cómo son los sueños húmedos del Papa o Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O’Shea, pongamos por caso) y contra eso poco podemos hacer. Otra cosa es el receptor. Nadie está libre de condicionamientos culturales, éticos, ideológicos, sociales, religiosos, sexuales…; políticos, en definitiva.

Las barreras están ahí y son tantas como individuos. El Estado y sus instituciones (ley, jueces, policía) no pueden colocarlas arbitraria o aleatoriamente en favor de tal o cual concepción del mundo o de determinados intereses. En ese caso, es mejor una censura bien clarita y ya veremos nosotros lo que hacemos bajo nuestras propias pistolas, como dicen los mexicanos.

La detención e incomunicación de Raúl y Alfonso, de ‘Títeres desde abajo’, es una flagrante declaración de intenciones de un estado policial tramposo que va a decidir quién cae el siguiente en función de imprevisibles criterios serviles”

 

Otros artistas nos cambian las formas para defender la esencia de lo mismo. Parece que el cine es un lugar donde se firma una especie de tregua censora quizás por ser menos proclive a eso de la improvisación.

Aún así también hay vacíos. Santiago Segura nos confiesa que lo ha pasado mal (muy mal) viendo cómo proyectaban uno de sus ‘Torrentes’ en un cine donde padres llevaban a sus críos de tan solo cinco años. El mismo Torrente de las pajillas, de la violación de una chica dormida o del lenguaje ad-nauseaum. Una ridiculización del antihéroe español forjado en el planeta de Pajares y Esteso y que un niño de esa edad jamás sabrá poner en contexto.

Pero a nadie se le ocurrió meter a Segura en prisión incondicional sin fianza como a los titiriteros. Lejos quedan los recortes de la Junta Superior de Censura Cinematográfica franquista (en adelante, Departamento Nacional de Cinematografía). En el Torrente de Segura, como en la monja violada de los titiriteros, la responsabilidad es de quien programa la obra a los prepúberes. Habría que pedir también la dimisión incondicional de esos irresponsables padres del cine de Segura.

“Imagino que el límite ético a la libertad de expresión artística es el que dicta la propia conciencia y la legalidad. Hay tantísima gente que no distingue persona y personaje. Tantos que ven una apología donde lo que hay es una crítica...

Recuerdo una anécdota del programa “Caiga quien Caiga”. Pablo Carbonell entrevistando a Fernán Gómez:

—(Pablo) en su libro usted dice...,

—(Fernán Gómez) ¡No lo digo yo, lo dice el personaje!

—(Pablo) ya, pero lo ha escrito usted.

...y Fernando le mandó a la mierda (lógicamente)

Nunca me he autocensurado, si algo pensaba que podría herir gravemente la sensibilidad de algún espectador ("normal") no me parecía gracioso. Es verdad que creo que en el humor, muchas veces estas al limite. En todo caso, pienso que esto es como lo de Zapata, se saca de madre por intereses políticos. Y ese es el drama.”

 

Iñaki Urrutia, de la casta de cómicos sociales, monologuistas paridos del universo Paramount Comedy y curtido en mil escenarios conoce perfectamente al público al que te enfrentas ahora:

Si vas a hacer humor al límite que al menos sea MUY gracioso. Porque si encima de que es negro, el chiste no es muy ingenioso... Haría humor con cosas sobre el Cáncer pero no sobre "X que como todos sabéis tiene cáncer"

El escritor Juan Gómez-Jurado, un tipo con muchas cicatrices que confiesa que le encanta “matar gente, torturarlos, romperles huesos y dientes y hacerles caer desde sitios altos” —porque sabe donde empieza el precipicio— también lo tiene claro:

“No creo que exista límite definido a la expresión artística, y cualquier intento de buscarlo acabará con un pie dentro del autoritarismo. La libertad de expresión es diferente, sus límites son la difamación y la mentira, pero para eso ya está el artículo 20 de la Constitución. Para ambos, no obstante, existe no un límite, sino una brújula moral. Cualquier cosa que pueda producir o incitar al odio debería evitarse.”

No deja de ser endogámico y curioso el corporativismo ideológico a la hora de reclamar libertades. Javier Krahe, Abel Azcona, Leo Bassi, Albert Pla, los titiriteros,... todos estos artistas que han tenido problemas escoran a la izquierda. Y no es casualidad.

Preguntamos a Gaspar Llamazares, portavoz de Izquierda Abierta y ex-Coordinador General de Izquierda Unida, si la lupa utilizada para escudriñar los límites a esa libertad de expresión artística tiene más aumentos cuando el artista es de izquierdas:

“Normalmente los artistas en España y en particular los más innovadores o heterodoxos suelen vincularse a la izquierda. Por eso la exigencia de libertad de expresión y su defensa se asimila a sectores de la izquierda en un sentido amplio y su recorte o cuestionamiento a las derechas.”

Por supuesto el componente de la detención y el escándalo mediático [por los titiriteros] es ideológico pero también político, por el ayuntamiento implicado (Madrid) y por la coyuntura de negociaciones para un cambio de izquierdas en España: se trata de alinear a la izquierda con la apología del terrorismo y con ETA. Una materia que se ha mostrado funcional en otros momentos pre o post electorales.”

Consecuentemente es por la izquierda por donde han estallado las reacciones menos sosegadas a esta crisis titiritera. Una ocasión para levantar sospechas sobre los réditos políticos de intentar condenar (otra vez) al más débil.

 

Carlos Bardem, actor, guionista, escritor y muy activo en redes sociales nos confiesa:

“Dos titiriteros en prisión, víctimas colaterales de la guerra mediática de la derecha contra Carmena.

Solo por eso. Es una vieja táctica nazi, goebbeliana, mentir mil veces —nadie hacía apología de ETA—, crear un ruido permanente que impida razonar, magnificar hasta el absurdo un episodio intrascendente, convertir una función de títeres en un ‘casus belli’ contra el enemigo político.

A quien sepa que la Audiencia Nacional no es otra cosa que la heredera del TOP franquista, no le extrañará la facilidad y rapidez en encerrar a peligrosos titiriteros, que actuaban ante 30 personas, y su dificultad para encerrar a corruptos que han saqueado este país y destrozado la vida de cientos de miles de españoles.”

Para la periodista Rosa María Artal una histórica de Televisión Española y coordinadora del libro-manifiesto “Reacciona” el panorama también es desolador:

“Para que llegue una obra de ficción al límite debe contener una incitación brutal a la violencia. [...]

Me parece gravísimo que estos chicos estén en prisión y que se esté dando tanta importancia en los medios a su obra. Es escandaloso. Es una cortina de humo para ocultar los atropellos que se están produciendo, bastante más graves que esos dos guantes que se daban con un palito. Un desmadre intolerable. El de quienes manejan todos los hilos a su favor para que nada cambie. Juego sucio.

Pero sobre todo esta misma España que se escandaliza por unos títeres bien simples, soporta impávida que más de un treinta por ciento de los niños se encuentren en el umbral de la pobreza, que la comida decente del día la hagan (o no la hagan si se las quitan los políticos) en el colegio, desahucios, o que roben del presupuesto para sus colegios como se denuncia en Valencia”

La censura, el control y la dirección del artista es tan antigua como el arte en sí mismo. Miguel Ángel y sus peleas con el Papa Julio II por los desnudos de la Capilla Sixtina, la caza de brujas o el McCartismo contra los autores comunistas de Hollywood. Las amenazas de muerte al escritor Salman Rushdie por sus Versos Satánicos; la encarcelación y tortura del artista chino Ai WeiWei, aquel concierto impagado de Pink Floyd,… etc

Quizás sea delito cagar encima del diario Granma como hizo el artista Antonio Delgado en 1990, o quizás sea también un arte provocar a la norma que busca censurarte. Que se lo pregunten a Banksy.

En cualquier caso es injusto e irracional intentar acotar por norma legal algo que se basa en las subjetividades más variadas de la creación humana, aunque el derecho y hasta la Ciencia lo hayan intentado. Habrá tantos artistas como personas y jueces como interpretación de esas individualidades. Lo que falta es mucho más sentido común.

    

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.