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La ciclogénesis explosiva en TVE o por qué Rosa María Mateo debería marcharse ya

La administradora única de RTVE, Rosa María Mateo

La ciclogénesis explosiva, más conocida como tormenta perfecta, ha llegado a Televisión Española (TVE). En la radiotelevisión pública no levantan cabeza. Con Rosa María Mateo como administradora única (y eterna, aunque llegó para cuatro meses), se multiplican los problemas. La audiencia sigue a la baja, una huelga de los trabajadores ha estado a punto de fundir a negro el sorteo del Gordo o las campanadas y, para colmo, acabamos de asistir a un monumental lío en la dirección de Informativos.

La audiencia de TVE no es, ni mucho menos, la mejor de los últimos años. Solo Masterchef Celebrity 4 mantuvo recientemente un claro liderazgo. En breve llegará el programa de los niños cocineros para salvar otra vez los muebles. Pero como sólo de los fogones no puede vivir una cadena de televisión, en TVE van a tener que inventarse algo nuevo para recuperar posiciones frente a las privadas.

La realidad es que la radiotelevisión pública ha dejado de ser el referente informativo que fue. La Sexta ha vencido en esa batalla pese a lo ideologizados que están muchos de sus contenidos. Y, para colmo, los espectadores prefieren otros canales o plataformas para el entretenimiento.  

El Gordo, por los pelos

Más allá del share, en la abultada plantilla de RTVE, con más de 6.000 trabajadores, tampoco parecen locos de alegría. Este mismo jueves se evitaba, merced a un acuerdo casi in extremis, la huelga que estaba convocada para estas Navidades. En medio de la negociación para del Convenio Colectivo de la corporación, la plantilla quiere reducir su jornada de trabajo media hora al día. Tras arduas conversaciones, finalmente los ciudadanos que pagamos la factura sí podremos ver el sorteo del Gordo o las campanadas de fin de año

En todo caso, lo más grave, con diferencia, es lo que está pasando con el control político de TVE, que no por ser tradicional deja de ser indecente. El compañero de este diario Álvaro Zarzalejos está detallando con mucha información y enorme minuciosidad el embrollo en los Informativos. Resulta que Enric Hernàndez, director de Información y Actualidad de RTVE, ha tenido que asumir temporalmente la dirección de los Servicios Informativos después de que Begoña Alegría dimitiera y la elegida como sustituta, Almudena Ariza, renunciase al cargo porque tuvo poco apoyo de sus compañeros en la votación para refrendar su nombramiento. 

Gestos inversamente proporcionales 

Los valientes gestos de Alegría y Ariza honran a ambas y son inversamente proporcionales a la decisión de Hernàndez, que quizás debiera pensar, aunque fuera solo un segundo, si él mismo tiene alguna responsabilidad en semejante desaguisado. No puede arrumbarse al rincón del olvido que este periodista, exdirector de El Periódico, llegó a su cargo de nueva creación por obra y gracia de Pedro Sánchez y sus mariachis monclovitas. Ni tampoco debe perderse de vista que una amplia mayoría de los trabajadores ya rechazó el nombramiento a dedo de Hernàndez.  

Del déficit crónico de RTVE mejor hablamos otro día porque mi intención no es matar a disgustos a los sufridos lectores. El caso es que los malos datos de audiencia, los problemas laborales de una plantilla tan desmesurada como desaprovechada y, sobre todo, el perpetuo control político de la corporación se están agravando bajo el mandato de Rosa María Mateo, esa periodista a la que idolatrábamos por su profesionalidad y su independencia en el pasado y que con el tiempo devino en activista a favor del PSOE y, por consiguiente, que diría Felipe González, se convirtió hace año y medio en administradora única del cotarro. 

Las ciclogénesis explosivas son fruto de causas naturales y escapan a la responsabilidad de quienes las padecen. Pero los errores de gestión son humanos. Alguna responsabilidad tendrá en esta tormenta perfecta la máxima dirigente de RTVE. Más aún cuando llegó de forma presuntamente interina para un cargo donde se le amontonan los problemas. A la rubalcabista confesa Mateo solo le queda un camino digno. Pero, viendo cómo se las gasta, es difícil creer que hará lo que todos sabemos que tiene que hacer. 

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