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Medios

Pablo Iglesias se queda corto al hablar de los vicios de los medios... y de los suyos

Pablo Iglesias

El periodismo es una profesión excesivamente vanidosa, en la que no faltan individuos cuyo ego les impide asumir que valen más por la potencia del altavoz que tienen en las manos que por lo que realmente son. Existen pocos fenómenos tan traicioneros como la falsa sensación de poder, pues suele convertir a quien la sufre en una especie de 'rey desnudo', sin consciencia del ridículo que le acompaña cada vez que exhibe sus delirios de grandeza.

El pasado sábado, Pablo Iglesias la emprendió contra los medios de comunicación porque -a su juicio- defienden intereses espurios y suelen plegarse a los caprichos de sus dueños y de los bancos. Rápidamente, algunos de los más afamados periodistas y polemistas contestaron al político; y reivindicaron su papel para el sostenimiento de la democracia, recurriendo al más manido de los tópicos. Queda claro que tanto el líder de Podemos como algunos de los que contestaron a sus palabras padecen del mismo mal. El que se desarrolla de forma silenciosa y sólo se manifiesta el día que el político y el periodista abandonan su posición y sus teléfonos dejan de sonar. Existen pocos diálogos más insustanciales que los que surgen de la colisión de egos.

Los medios de comunicación son especialistas en diseccionar enfermos y diagnosticar patologías, pero, a la vez, en negar las suyas propias. O, mejor dicho, en responder a los ataques a la defensiva, haciendo alusión a la fuerza transformadora del periodismo. Es habitual que cada vez que la prensa es atacada por un agente externo, sus más dignos representantes reproduzcan en público la misma monserga insoportable, en la que se define a esta profesión como el antibiótico del sistema y se le considera necesaria para que los ciudadanos sepan la verdad.

Esos vicios mediáticos

El problema es que en ese proceso de transmisión de la información existen interferencias, como bien dice Pablo Iglesias y niegan los hipócritas. Entonces, un buen día, un editor se planta en el despacho del director de comunicación de una empresa del Ibex 35 y demuestra que lo de Ausbanc no fue un hecho aislado, pues hay medios que viven de la extorsión a los anunciantes. Entonces, un periódico guarda en el cajón un artículo interesante para no cargarse una campaña publicitaria o para no interferir en los intereses del dueño del chiringuito, que puede ser un magnate italiano o constructor de provincias -como José Luis Ulibarri y Méndez Pozo-, y no quiere (o sí) cabrear a la institución o al empresario de turno.

Lo que oculta Pablo Iglesias es que el programa La Tuerka no se emite en la radio comunitaria de las Hermanitas de la Caridad, sino en un medio de Jaume Roures.

Muchos días, por no decir todos, la información relevante es sepultada bajo el siempre estúpido periodismo de declaraciones -éste dice, el otro responde- o por la agenda institucional del político de turno, en especial, si lo que tiene entre manos está relacionado con el hipnotizante proceso soberanista catalán. También contribuyen a esconder los asuntos incómodos las cientos y cientos de artículos intrascendentes que han conquistado las portadas de los medios, los cuales se han entregado a una batalla por la audiencia que ha socavado, aún más, su credibilidad. Los anunciantes están encantados con este sistema, pues aunque nadie se cree los datos de nadie, la tonelada de basura informativa que se publica cada día ayuda a relativizar las noticias verdaderamente perjudiciales para sus empresas.

También tiene razón Pablo Iglesias cuando habla de la influencia del Ibex 35 en los medios de comunicación. Precisamente, no hace muchas semanas que se aireó la existencia de los fondos reptiles (¡novedad!) que supuestamente manejaba Francisco González, expresidente del BBVA, para moldear la opinión pública a través de la prensa. Y, hace pocos meses, el Grupo Prisa designaba a Javier Monzón como presidente no ejecutivo de la compañía, un cargo que compatibilizará con su puesto de chairman en OpenBank, filial del Santander, también accionista de Prisa. En este grupo, por cierto, el socio mayoritario es Amber Capital (29,3%), un fondo de inversión estadounidense cuyo interés en el periodismo comienza y termina en su cuenta de resultados particular.

El duopolio

Pablo Iglesias se refiere a los accionistas de las televisiones y resulta innegable que un tipo como el animoso Silvio Berlusconi, dueño de Mediaset, no es precisamente un alma cándida. De hecho, son de sobra conocidas sus maniobras y cambios legislativos en Italia para controlar el cotarro mediático y llenarse los bolsillos. También se tiene constancia en España de las presiones que los 'capos' de las televisiones han ejercido sobre el poder para llegar a la actual situación de duopolio. Por otra parte, también es fácil de deducir el motivo por el que los grupos de prensa recibieron del Gobierno licencias de televisión -a dedo- que no han sabido o no han querido explotar, y que hoy manejan, en buena parte, compañías estadounidenses. 

Lo que oculta Pablo Iglesias es que el programa La Tuerka no se emite en la radio comunitaria de las Hermanitas de la Caridad, sino en Público, un medio que recompró Jaume Roures con una triquiñuela legal tras segar decenas de puestos de trabajo en su redacción. Roures es propietario de una de las mayores productoras audiovisuales de Europa, Mediapro, cuyo principal accionista (53%) es un fondo de inversión, de nombre Orient Hontai y de origen chino. Antes que ellos, en su accionariado se encontraba Torreal (Juan Abelló), otro inversor ajeno al negocio audiovisual. En esa época, fueron varios bancos los que influyeron en el grupo, al aceptar la refinanciación de su deuda financiera. Entre ellos, CaixaBank, BBVA y Sabadell. El pasado octubre, Mediapro fichó a Miguel Cardenal, exsecretario de Estado que sentó las bases para que los derechos audiovisuales del fútbol multiplicaran su precio. Pablo Iglesias denuncia lo que hacen otros medios, pero olvida estos hechos.

En algunos casos, quienes concedieron quitas de deuda a los medios reclamaron un buen trato a los editores, pero eso no sólo ocurrió en los medios que tratan mal a Podemos.

Es cierto que una buena parte de los medios de comunicación, en época de vacas flacas, tuvieron que recurrir al favor de las entidades financieras o al capital de los 'fondos buitre' (recuerden a Nicolas Berggruen) para mantenerse en pie. En algunos casos, quienes concedieron quitas de deuda, reclamaron un buen trato a los editores, pero eso no sólo ocurrió en los medios que tratan mal a Podemos. La historia hay que contarla sin omisiones interesadas, al contrario que hizo Iglesias.

Rosa María Mateo

También cuesta creer que el líder de Podemos defienda la existencia de unos medios públicos despolitizados después de que, el pasado verano, entrara en el juego del Gobierno y se pusiera manos a la obra para echar a los 'hombres del PP' de la cúpula de RTVE para poner a 'los suyos'. En su caso, trató de imponer como presidente a Andrés Gil, así como a algunos consejeros que no eran precisamente críticos con su partido. Su partido se puso en la solapa el lazo naranja contra la manipulación informativa y defendió que el nuevo presidente de la corporación se eligiera a partir de ahora en un concurso público. Sin embargo, a la hora de la verdad, capituló ante la tentación del 'dedazo'.

El populismo de izquierdas y de derechas, en su ataque constante a lo establecido, se ha acostumbrado a emprenderla contra los medios de comunicación. La estrategia es rentable, pues en un momento en el que estas empresas tienen la credibilidad bajo mínimos tras años de juegos florales y tocamientos bajo la mesa para con el poder, estos mensajes contribuyen a enardecer a su potencial electorado. El problema, como siempre, es que las medias verdades son más peligrosas que las mentiras; y Pablo Iglesias suele recurrir a ellas con frecuencia a la hora de referirse a este sector para tratar de confundir. Y es una estrategia miserable.

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