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La gran mentira de la izquierda mediática que acabará por cargarse el Estado

La gran mentira de la izquierda mediática que acabará por cargarse el Estado

En todas las dictaduras hay espacio para la comedia. Suele suceder cuando quien está al frente comienza a creer que tiene dotes divinos y, entonces, actúa contra toda lógica, lo que da lugar a situaciones hilarantes que terminan en tragedia. Fidel Castro descubrió muchos años antes de morir que 2 + 2 no siempre suman 4, pues configuró un plan para lograr que las vacas dieran carne y leche a la vez. Quiso obtener una especie de 'súper-ejemplar' que sirviera para situar la ganadería cubana a la vanguardia mundial.

Compró para ello el toro Rosafé, especialmente seleccionado por sus extraordinarias cualidades genéticas. Puso en marcha entonces el plan 'Niña bonita', que básicamente consistía en regar de semen del bicho a todas las vacas del país para que su descendencia tuviera cualidades excepcionales. Era simiente de toro Holstein, el mejor del mundo, del que emanaba auténtico oro líquido con el que Cuba podría impresionar al mundo.

El proyecto fracasó estrepitosamente, pues el astado acabó agotado y las criaturas no nacieron superdotadas. La prensa del régimen ayudó a Castro a sostener su gran mentira, pues los periódicos de las dictaduras suelen ser especialistas en alabar la vestimenta de los reyes desnudos.

Ningún medio de comunicación que actúe al servicio de un dictador indagará en las costuras del líder, del mismo modo que el que esté alineado con un partido radical, en democracia, nunca revelará sus verdaderos planes, que generalmente persiguen privilegios para unos pocos, en detrimento de los intereses de la mayoría.

Mordisco a la democracia

El Gobierno nunca reconocerá que la reforma de la ley del Consejo General del Poder Judicial pretende incrementar su control de la judicatura, como tampoco lo hará su prensa afín. La filosofía la definió Erasmo de Rotterdam en Elogio de la locura: “Si a un histrión que representara en escena su papel se le ocurriera quitarse la máscara y mostrar a los espectadores su natural y verdadero rostro, ¿no trastornaría toda la comedia y se haría digno de que el público le echara a pedradas del teatro, como a un verdadero loco?”.

Las medidas impopulares o antidemocráticas requieren de una buena capa de barniz para que resulten presentables. La prensa debería empeñarse en denunciar el brillo cuando resulta sospechoso, pero ocurre que el contrapoder suele dejar de ejercer su función cuando gobiernan los suyos, de ahí que todas las cabeceras de izquierda hayan subrayado estos días el bloqueo del PP a la renovación del CGPJ para pasar de largo sobre la tropelía de la reforma legal, que, por cierto, ha propuesto un Ejecutivo en el que hay tres jueces. ¡Que no han dicho ni mu!

Mientras esto ocurre, los picapedreros a los que siempre apuntan los focos golpean, día y noche, las estructuras del sistema, pues su objetivo está claro: derribarlo. Es el caso de Juan Carlos Monedero, que ni mucho menos es ajeno al Gobierno, y que recientemente ha afirmado en sus redes sociales que el Partido Popular no quiere modificar la estructura del CGPJ porque es un partido de corruptos y necesita de sus jueces. Traducido: ese órgano está en manos de la derecha y, ante su enconamiento, hay que arrebatárselo sea como sea. Porque para los radicales el fin siempre justifica los medios.

Un parlamento inútil y bronco

Dicho esto, resulta difícil entender el bloqueo parlamentario, que en este caso protagoniza el Partido Popular, sospecho que sin más razón que la pura estrategia política, pues siente el aliento de Vox en el cogote. Ese filibusterismo ha sido común desde que se rompió el bipartidismo -si es que lo hubo- y ha aireado las vergüenzas de las formaciones políticas españolas, que son incapaces de pactar sobre los grandes asuntos de Estado para proteger sus intereses particulares. Todo ello, en un momento histórico crucial en el que la digitalización de la economía y las tensiones geopolíticas han provocado que todo mute a una velocidad pasmosa, lo que hace necesario que los países demuestren una enorme capacidad de adaptación para no quedar descolgados y condenados al subdesarrollo. Sí, sí, al sub-de-sa-rro-llo.

Pero la irresponsabilidad parlamentaria no puede solucionarse con un verdadero atentado a la separación de poderes, pues esa actitud legitimaría a todos los dictadores que reventaron las estructuras democráticas porque las consideraban ineficientes. Se me viene a la cabeza, en este sentido, Raza, la patética epopeya fílmica que supervisó el propio Franco (autor de su argumentario), que justificaba el 'alzamiento nacional', en parte, en la inoperancia de las Cortes Generales.

Quizá la izquierda mediática que estos días defiende la última tropelía del Ejecutivo de Sánchez debiera revisar esta película y rectificar su tesis, pues el desacuerdo parlamentario -por muy irresponsable que sea- nunca puede justificar un golpe de esa envergadura a la democracia. Por cierto, el PP hizo algo parecido en 2012 cuando cambió la ley de RTVE para poder elegir a su presidente por mayoría absoluta, en lugar de cualificada. Ahora, se lleva las manos a la cabeza, pero en su día hizo lo propio y el PSOE también recurrió al Tribunal Constitucional.

La sinvergonzonería política en este país no sólo es patrimonio de un partido, sino que ha estado bien repartida entre todos. Ahora bien, el problema es que en este momento forma parte del gobierno una formación radical que ha conocido de cerca la estrategia de quienes en varios países han reventado los sistemas democráticos para imponer su socialismo bananero. Para lograrlo, la estrategia de comunicación y propaganda es fundamental. Y aquí tienen muchos aliados que hacen creer a sus lectores que el Rey, los jueces y el Ibex 35 conspiran a favor de la derecha. Traducido: de los enemigos del pueblo.

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