Quantcast

Medios

EL DARDO DE ARRANZ

Los tertulianos y 'todólogos' empiezan a aburrir

Es de prever que estos programas hayan perdido crédito, al igual que ocurre con una gran parte de las publicaciones que han sido incapaces de trasladar una imagen fiel de lo que ha supuesto la pandemia en las sociedades española, europea y mundial

Francisco Marhuenda, Elisa Beni y César Carballo
Francisco Marhuenda, Elisa Beni y César Carballo Clara Rodríguez

En algún oscuro lugar del país habita una persona, anónima e indeterminada, que invierte sus días en analizar las intervenciones de los tertulianos de TV3. Concluyó hace un tiempo que Pilar Rahola cuenta con 8 horas y 31 minutos de tiempo trimestral para lanzar sus soflamas en esa cadena autonómica.

Ese hombre, cronómetro en mano, realiza un gran trabajo para la comunidad, pues ayuda a medir el grado de exposición de los ciudadanos hacia la toxicidad de las mesas de debate.

Hay quien ha ganado mucho dinero con las visitas quincenales, semanales o diarias a estos programas; entre ellos, la propia Rahola. Las televisiones encontraron hace unos años un gran filón con los debates porque eran relativamente baratos de producir y gustaban entre la audiencia.

Hubo un tiempo -allá por 2015- en el que Pablo Iglesias era capaz de triplicar la cuota de pantalla de La Sexta Noche durante una entrevista. Y Mariano Rajoy -ay, Mariano- de duplicarla.

Han transcurrido siete años desde entonces y todo ha cambiado de forma sorprendente. El tiempo purifica, erosiona y conduce hacia el descreimiento y quién sabe si hacia el cinismo. Los rigores del invierno vital no se piensan cuando todo germina en primavera. En enero de 2015, cuando Iglesias puso en marcha su cuenta atrás -tic, tac-, acudió al programa sabatino de La Sexta y obtuvo una cuota de pantalla de 16 puntos. Unos meses después, Mariano Rajoy fue entrevistado y cosechó el 13,4% tras la reconciliación que Jorge Moragas y compañía impulsaron entre el Partido Popular y Atresmedia.

Iglesias está actualmente confinado en la 'sombra mediática' de un podcast, que le edita una empresa de Jaume Roures. Y Rajoy..., bueno, se ha empeñado en relatar sus apasionantes desventuras en publicaciones en las que se omiten, por alguna razón, detalles muy llamativos. Entre otros: ¿cómo se ganó el favor de las televisiones cuando más le atizaban en las tertulias? Basta con recordar aquel concurso de licencias que benefició a los dos grandes grupos de la TDT, a Florentino Pérez y a la Conferencia Episcopal...

Ni Rajoy ni Iglesias son lo que eran entonces. Tampoco La Sexta Noche. En lo que va de año, ha cosechado audiencias de 5,4%, 5,8%; 5,1%; 4,6% (aquí coincidió con el Benidorm Fest), 7,3 y 4,3 puntos. En la cena de Nochebuena de 2021 probablemente no surgirían nombres habituales en estas tertulias que en 2015 estaban en boca de todo el mundo: Inda, Marhuenda, Antonio Maestre, Elisa Beni...

Entonces, se desconocía al doctor César Carballo -por fortuna- y a la covid-19 o el pasaporte sanitario... Ahora, los epidemiólogos son habituales en este espacio, junto a los rostros de siempre; e invitados como Joaquim Bosch o Miguel Ángel Revilla. Todo parece añejo y huele a quemado. A los tiempos en los que la nueva política todavía tenía pegada, a izquierda y a derecha. Dentro y fuera de las urnas.

Tertulianos y política

El consumo de medios de comunicación ha caído de forma significativa en los últimos tiempos, lo que supuestamente será negativo para el negocio, pero no está tan claro si también perjudicará a la población. ¿Cómo se adivina mejor actualmente dónde está el norte? ¿En silencio o exponiéndose a la enésima mesa de epidemiólogos o politólogos?

La audiencia de los grandes diarios digitales se ha resentido en varios países tras las primeras olas de pandemia -además de los lectores de prensa-, y el visionado de televisión lineal se ha situado en su peor nivel desde 1993, con 199 minutos por persona y día.

Los programas en cuya escaleta tiene peso la política también han sufrido este fenómeno. Al Rojo Vivo registraba en los primeros días de febrero de 2020 una cuota de pantalla de 14,6 puntos. Un año después, de 12,5 y, en los primeros días del presente mes, de 12,3. Los Desayunos de TVE, de Fortes, cosechaban el 10,6% en el mismo período de 2020, mientras que actualmente, La Hora de La 1, con Marc Sala, del 9,5%. En cambio, Alfonso Arús bate su récord de forma habitual en las mañanas con su programa de anécdotas, vídeos y chascarrillos. Y Ya es mediodía, con más espacio para sucesos y corazón, ha pasado del 13,1 al 15,9%.

A Jesús Cintora le 'sacaron' de la parrilla de La 1 tras haber cerrado su último mes con una audiencia media de 9,2 puntos en su franja inicial y de 7,8 en la siguiente. Es decir, de 8,5 puntos, frente al 8,9 de media de La 1. Al contrario que García Ferreras y Sonsoles Ónega, no superaba la media de 'su canal'. Eso sí, en su favor se puede decir que el programa que el sustituyó ha sido un desastre.

Pero aún hay más datos que invitan a pensar que la política interesa mucho menos que hace un tiempo. A Lluis Guilera le dieron un debate en La 1 que duró pocas semanas porque fue un desastre. Y los datos del espacio de Javier Ruiz, que se emite los viernes, hablan por sí solos: 5,1% en su estreno, 4,4 en el siguiente, 4,1 en el tercero y 3,5 en el último. La media de la cadena, a 15 de febrero, es del 8,3%.

Un cambio de tendencia

Se pueden interpretar de varias formas estos números, que delatan una caída de audiencia significativa, pero no dramática.

Puede que los programas de tertulia estuvieran 'dopados' durante una época, dado el interés excepcional que despertó la política tras la ruptura del 'bipartidismo'. También es de prever que estos magacines hayan perdido crédito, al igual que ocurre con una gran parte de las publicaciones que han sido incapaces de trasladar una imagen fiel de lo que ha supuesto la pandemia en las sociedades española, europea y mundial.

Porque da la impresión de que una parte de los medios de comunicación, en su voraz búsqueda de la audiencia, se han negado a asumir que la situación sanitaria estaba mucho más controlada en las últimas olas de contagios -con la campaña de vacunación avanzada y unas cepas menos virulentas- que en febrero de 2020.

Y, bueno..., digamos que tampoco hay mucho brillo en la mayoría de las tertulias, en las que se recitan constantemente argumentos que parecen extraídos del cerebro de los propagandistas de los propios partidos -y así es en muchos casos-; y en las que no hay tiempo para exposiciones largas ni para escarbar en los problemas del país para evitar quedarse en la superficie. En lo superficial y simplista.

Este domingo, La Sexta y La 1 emitían sendos programas especiales para hablar de las elecciones de Castilla y León y ninguno llegó al 10% de audiencia. En los comicios andaluces de 2018, la segunda cadena de Atresmedia logró un espectacular 14,2% de share.

Parece que los ciudadanos se han apartado de forma progresiva de estas tertulias por aburrimiento -¿quién quiere ver la enésima exposición de tópicos de Miguel Ángel Revilla- o porque consideran que lo que allí se debate es muy lejano a lo que le importa a los ciudadanos. En otras palabras: que están muy alejadas de la realidad, entre politología, alarmólogos, periodistas de parte y egos de esos que son tan extensos y espesos que no dejan ver el bosque.

El desgaste también tiene cierta lógica. Si el marido se cansa de la mujer; y la mujer del marido con el paso de los años, ¿qué no pensarán los espectadores de TV3 cada vez que sale Pilar Rahola en antena?

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.