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Medios

Hacienda, contra la red clientelar mediática independentista

La Generalitat ha gastado decenas de millones de euros en subvenciones a medios y asociaciones

Dijo Mao Zedong un buen día que los gorriones eran los enemigos de la revolución y se quedó tan ancho. Ordenó su exterminio, se desató una plaga de langostas y una buena parte de los cultivos quedó arrasada. Cientos de miles de personas murieron de hambre. Desde el exterior, se le advirtió de la majadería que estaba perpetrando, pero no hizo caso, dado que aquellos eran mensajes del enemigo capitalista y, por tanto, no merecían el más mínimo crédito. Lejos de rechazar su idea, la población la respaldó y participó en el aniquilamiento de las aves, reventando sus huevos en los nidos o haciendo puntería con sus tirachinas. La labor propagandística –unida al terror, claro está- fue fundamental para convencer a los ciudadanos de que aquella atrocidad era una buena idea.

Desde que los medios de comunicación de masas echaron a andar, los gobernantes más necios han demostrado un especial empeño por conformar armadas de periódicos en su favor para justificar sus decisiones más injustificables. Mao convenció a los chinos con propaganda de que los gorriones eran contrarrevolucionarios del mismo modo que Fidel Castro utilizó el Granma para dar respaldo a su absurdo plan para crear vacas 4x4 –leer sobre el toro semental Rosafé- que dieran leche, carne, cuero y sombra. Los gobernantes de la Generalitat tuvieron claro desde el principio que la “dictadura blanca” separatista que querían imponer –de la que habló Tarradellas- necesitaba de una potente armada mediática. Y la construyeron con la excusa de potenciar la cultura catalana en general y el catalán y el aranés en particular. El resultado, es evidente.

Según explicaban este miércoles en Vozpópuli Tono Calleja y Alejandro Requeijo, el Ministerio de Hacienda ha reclamado información sobre los pagos que ha realizado la Generalitat desde 2015 a Mediapro (Jaume Roures y Tatxo Benet), al diario Ara y a varios periodistas que han destacado por su defensa del independentismo. Entre ellos, Antonio Bassas, Xavier Bosch o Toni Soler. Este último, director ejecutivo del programa humorístico Polònia y una de las voces más incisivas de TV3 contra el constitucionalismo.

El fisco también pide información sobre los pagos realizados a la Asamblea Nacional Catalana (ANC), a Òmnium Cultural, a la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) y a los líderes independentistas de estas asociaciones: Jordi Sànchez, Jordi Cuixart y Neus Lloveras, respectivamente. Es decir, a algunas de las colectividades y miembros más destacados del agitprop soberanista.

La capilaridad del independentismo

Pero este problema va más allá de las sospechas del fisco y de la Guardia Civil sobre los empresarios, periodistas y activistas anteriormente citados. De hecho, lo que han señalado es la punta del iceberg del sistema mediático independentista, como se puede observar al consultar el Diario Oficial de la Generalitat. Sólo el año pasado, más de 400 medios de comunicación, asociaciones culturales y particulares de Gerona, Barcelona, Lérida, Tarragona y provincias limítrofes (pancatalanismo) han recibido fondos públicos por la edición de publicaciones en catalán. La gran mayoría de ellas, con una línea editorial cómoda con los partidos soberanistas.

En concreto, en los meses previos al referéndum del 1-O, fueron 86 medios de comunicación digitales, 198 publicaciones escritas, 18 empresas radiofónicas y 19 televisiones las que ingresaron los fondos públicos repartidos con el pretexto citado anteriormente. Sus beneficiarios fueron desde la revista El Vallenc, investigada por supuestamente ocultar material sobre la consulta soberanista del primero de octubre; hasta Catmedia Global (Directe.cat), de Joan Puig, politólogo de ERC que en 2005 saltó a la fama tras colarse en la finca de Pedro J. Ramírez y saltar a su piscina.

También ha percibido estos fondos la Fundación Revista de Catalunya, dirigida en el momento en el que se concedió la subvención por Quim Torra, expresidente de Ómnium. En la lista de ‘premiados’ también se encuentra la Fundación Creafutur, vinculada a personalidades como Fernando Rodés (Havas y Ara, entre otras). O la Fundación Privada Catmón, comandada por Víctor Terradellas, exsecretario general de Relaciones Internacionales de Convergencia Democrática de Cataluña. Incluso se han financiado investigaciones –en la última convocatoria, con 60.000 euros- para medir las consecuencias que tendría para España la independencia de Cataluña. Roma no paga traidores, vaya.

Sólo el año pasado, más de 400 medios de comunicación, asociaciones culturales y particulares de Gerona, Barcelona, Lérida, Tarragona y provincias limítrofes han recibido fondos públicos por la edición de publicaciones en catalán.

Quienes investigan la utilización de dinero público para financiar la causa soberanista han puesto el foco, en esta ocasión, en los grandes magnates del negocio de los mass media en Cataluña. Entre ellos, en Jaume Roures y en los editores de Ara. Sin embargo, el gran éxito de los independentistas ha sido engordar decenas de pequeñas publicaciones –algunas incluso religiosas, como la Fundación Cataluña Cristiana por la Evangelización- que han transmitido su mensaje en cada uno de los rincones del territorio catalán. Allá donde los grandes medios no llegan, por una lógica cuestión de audiencia.

Sin esta armada mediática –y sin la TV3 que quedó exenta del artículo 155, por supuesto-, el soberanismo hubiera tenido mucho menos margen de maniobra. No hay que olvidar que sus líderes han tenido que cambiar el guion previsto en muchas ocasiones para disimular sus costuras y ocultar su desfachatez. Especialmente en los últimos tiempos, en los que la falta de valentía de algunos de sus líderes ha quedado acreditada con su fuga del país. Por esta razón, justificar estos volantazos ha requerido perseverancia y una elevada dosis de propaganda, que ha estado muy bien encauzada.

Ese sistema mediático clientelar se ha mantenido con vida, en buena parte, gracias al dinero público. Sus editores han ingresado, religiosamente, y cada año, fondos de la Generalitat para mantener su altavoz en funcionamiento. Parece que Hacienda ha comenzado a olisquear sobre ese terreno contaminado que apesta desde muy lejos y que es una abundante fuente de las tan cacareadas fake news. Y no de origen ruso, precisamente. 

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