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¿Por qué Corinna es "la amiga" en todas las televisiones?

La portada de La Tribuna de Ginebra y Corinna del AVE saudí y Corina zu Sayn-Wittgenstein.

Es alucinante ver estos días los informativos de todas las cadenas de televisión hablando del culebrón del siglo. Lo digo porque está ocurriendo algo maravilloso. Una coincidencia, esta sí, planetaria. Algunos la llaman Corinna zu-Sayn Wttgenstein y otros lo dejan en Corinna Larsen, porque para elegir apellido sí hay libertad, pero todos los noticiarios la califican como "la amiga" de Juan Carlos I

Digo que es alucinante, maravilloso y hasta planetario, aun a riesgo de caer en una actitud hiperbólica, porque lo que está pasando es algo fuera de lo común, sin parangón, diríase que extraordinario. En un país cainita y adicto al garrotazo, donde, por poner un ejemplo, unos ven el acuerdo de la UE como fantástico para los intereses patrios y otros lo ven como demoledor, irrumpe un calificativo común que se extiende por todas las televisiones. Amiga. Qué palabra tan bella. 

Nadie habla de "amante" o "querida", acaso por no incurrir en el pecado imperdonable del lenguaje machista, lo que provocaría irremediablemente un linchamiento en las redes sociales. Tampoco ningún presentador, editor o redactor de telediarios ha elegido términos como "pareja", aunque sea "antigua", o como "compañera", sin necesidad de añadir eso tan cursi de "sentimental". A nadie se le ha ocurrido hablar de "exnovia" o "ex" a secas. Es "la amiga".  

No encuentro, llámenme idiota, una definición de la amistad que encaje con el tipo de vínculo que existió entre Juan Carlos I y Corinna

Con todo, ese artículo determinado, ese "la" que precede al adjetivo que hace de sustantivo, al menos nos sirve para aclarar un poco la cuestión. Porque, por suerte, todavía no hemos escuchado o leído en los rótulos de los telediarios que se hable de Corinna como de "una amiga" indeterminada. Al menos es eso, "la amiga". Antes, tal vez lo recuerden, era "la amiga entrañable". Ahora ya no es tan entrañable, claro. 

La amistad es un sentimiento que siempre me ha interesado. Tanto que hace unos años adquirí y devoré De amicitia, el tratado de la amistad que escribió Cicerón unos cuantos siglos atrás. Por más que estos días busco y rebusco en sus páginas, entre post-its y subrayados, no encuentro, llámenme idiota, una definición de la amistad que encaje con el tipo de vínculo que existió entre Juan Carlos I y Corinna durante sus diez años de relación. Tal vez tenga que seguir buscando. O quizás necesito vacaciones. 

Siempre aspiramos a que las amistades sean eternas pero algunas se tornan tristemente quebradizas o, peor incluso, con el tiempo descubrimos que eran peligrosas

Siempre aspiramos a que las amistades sean eternas pero algunas se tornan tristemente quebradizas o, peor incluso, con el tiempo descubrimos que eran peligrosas. Quizás estemos en el tercero de esos casos, pero eso habría que preguntárselo al interesado. En todo caso, mi cita predilecta de la obra citada dice que "el amigo seguro se conoce en los momentos críticos". Creo que, desde esa perspectiva, en este caso sería más correcto que las televisiones hablasen de "la enemiga". Pero algo así sería aún más revelador. Porque la verdad, queridos lectores, es que todos ustedes conocen por qué Corinna es llamada "la amiga" y no otra cosa.  

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